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Hablar de Blas es sumergirme en un torrente de emociones que me lleva de vuelta al set de rodaje de "La Sociedad de la Nieve", donde la magia del cine se entrelazaba con la vida misma. Recuerdo claramente aquel día soleado en el que visité a mi primo Juani, quien era parte del elenco de la película. Nunca imaginé que ese encuentro cambiaría mi vida de forma tan profunda.
Desde el momento en que puse un pie en el set, la energía vibrante de aquel lugar me envolvió. La camaradería entre los actores era palpable, pero fue Blas quien capturó mi atención desde el primer instante. Su presencia irradiaba una especie de magnetismo que resultaba imposible de ignorar.
Blas no era solo un actor talentoso; era el alma de la compañía, el corazón de cada escena que interpretaba. Con su carisma natural, pronto se ganó el afecto de todo el elenco, incluido mi primo Juani, quien encontró un placer inmenso en la compañia de Blas.
Sin embargo, para mí, Blas era mucho más que el amigo de Juani. Desde el momento en que cruzamos miradas, supe que algo dentro de mí se había transformado. Pero, para mi desconcierto, Juani no perdió la oportunidad de burlarse de la evidente atracción que Blas sentía hacia mí. Cada gesto, cada palabra de Juani, se convirtió en un recordatorio constante de la conexión que Blas y yo compartíamos, aunque él aún no lo supiera.
Por ejemplo recuerdo el segundo día que visité a Juani en el set, Blas y yo estábamos compartiendo experiencias de vida, cuando Juani se acercó a nosotros con una sonrisa traviesa en los labios.
― ¡Hola, chicos! ¿Cómo va todo por aquí? ― preguntó Juani con una sonrisa traviesa bailando en sus labios.
Una risa cómplice escapó de mis labios ante la expectativa de lo que vendría. Desde que Juani descubrió la atracción que Blas sentía hacia mí, no perdía oportunidad para bromear al respecto.
Blas, siempre tan amable, respondió con cortesía. ― Todo está bien, Juani. ¿Y contigo? ¿Cómo te va en tu escena?
Juani asintió con entusiasmo antes de inclinarse hacia Blas, con una mirada juguetona en sus ojos. ―Todo marcha sobre ruedas, pero no puedo evitar notar lo distraído que estás últimamente, ¿Blas? ¿Alguna razón en particular por la que no puedas apartar la mirada de alguien en este set?
Mis mejillas se tiñeron ligeramente de rubor ante las palabras de Juani, aunque traté de disimularlo con una risa nerviosa. Blas, por su parte, mantuvo la compostura, aunque su sonrisa delataba cierta complicidad.
―Juani, ¿no crees que estás exagerando un poco?― intervine, intentando aliviar la tensión del momento.
Blas, con su característico buen humor, decidió tomar la situación con ligereza. ― No te preocupes, Briana. Juani siempre ha sido así de... juguetón.
Juani levantó las cejas con inocencia fingida, aunque su sonrisa pícara delataba su verdadera intención. ― ¡Solo estoy señalando lo obvio, chicos! No puedo evitar notar el brillo en los ojos de Blas cada vez que Briana entra al set
No pude contener una risa franca ante la ocurrencia de Juani, aunque por dentro sentía una mezcla de emoción y nerviosismo. La complicidad entre los tres creaba un ambiente cálido y familiar que llenaba mi corazón de gratitud y alegría.
Sin embargo, yo me debatía entre la confusión y la emoción. ¿Cómo podría explicarle a Blas lo que sentía, cuando apenas nos conocíamos? ¿Y qué pasaría si mis sentimientos no eran correspondidos? La incertidumbre me paralizaba, pero mi corazón insistía en que valía la pena correr el riesgo.
Con el paso de los días, cada encuentro con Blas se volvía más significativo. Sus gestos gentiles y su atención dedicada me hacían sentir especial de una manera que nunca antes había experimentado. Aunque él seguía tratándome con amabilidad y cortesía, no podía evitar preguntarme si sus sentimientos iban más allá de la mera amistad.
Fue en una tarde lluviosa, entre tomas y risas compartidas, cuando finalmente encontré el coraje para expresarle a Blas lo que había estado guardando en lo más profundo de mi corazón.
― Blas, necesito decirte algo ― murmuré, apenas audible sobre el ruido del set.
Blas se volvió hacia mí con una mirada cálida y expectante en sus ojos, como si intuyera la importancia de mis palabras. Sus ojos oscuros brillaban con curiosidad y complicidad, y su sonrisa alentadora me brindaba el valor que tanto necesitaba.
―¿Qué pasa, Briana? Puedes decirme cualquier cosa ― respondió Blas, su voz suave y reconfortante.
Tomé una profunda bocanada de aire, tratando de reunir mis pensamientos dispersos. Las palabras parecían atascadas en mi garganta, pero sabía que debía expresar lo que sentía, aunque el miedo amenazara con paralizarme.
― Blas, desde el momento en que te conocí, algo dentro de mí cambió. Tu sonrisa y la forma en que iluminas cada escena... Me has cautivado de una manera que no puedo explicar con palabras ― confesé, mis mejillas ardiendo bajo su mirada penetrante.
El silencio se cernió sobre nosotros, denso y cargado de expectativas. Durante un instante, el mundo pareció detenerse mientras esperaba ansiosamente su respuesta.
Blas se acercó lentamente, sus ojos buscando los míos con ternura y sinceridad. Podía sentir el latido de su corazón, tan cerca del mío, como si estuvieran sincronizados en un mismo ritmo.
― Briana, desde el primer momento supe que eras especial. Tu belleza, tu valentía, la luz que irradias... Me has cautivado de una manera que nunca antes había experimentado ― admitió Blas, su voz resonando con una sinceridad conmovedora.
Un torrente de emoción inundó mi ser, abrumándome con una sensación de dicha indescriptible. En ese momento, supe que estábamos destinados a encontrarnos, que nuestros corazones habían encontrado un hogar el uno en el otro.
Con un gesto tierno, Blas tomó mi mano entre las suyas, entrelazando nuestros dedos con suavidad. Era como si el universo entero estuviera alineado a nuestro favor, tejiendo los hilos de nuestro destino con una precisión asombrosa.
