25. Daniel

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El miércoles, después del ensayo con el grupo, le propongo a Rober quedarse a dormir en mi casa con la intención de marujear sobre lo que hice con Axel el sábado, de modo que compramos la cena en el McDonald's y nos apalancamos en el banco del jardín trasero. Mi madre y Casimiro están en el salón, enganchados a otra novela turca tras haberse zampado una coliflor, y Axel me ha contado esta mañana que se iría un rato al piso de Gerard cuando saliera de trabajar.

Me apostaría mi hamburguesa doble con extra de queso, mi cerveza y mis patatas fritas con kétchup a que también van a chismorrear sobre nuestro reencuentro pasional porque son peores que yo.

En cuanto a mi brazo... Sigue vendado hasta que mi fisio marimandón me dé luz verde para liberarlo, aunque noto que me duele un poco menos. Este sábado no tocaré la guitarra en la actuación de Lapislázuli porque el tonto del bote me lo ha prohibido «por mi bien»; solo cantaré. Si Axel no viniera a verme al local, sacaría mi instrumento y aporrearía las cuerdas con tranquilidad, sin miedo a que subiera al escenario para requisármelo.

Pero me encanta que se preocupe por mí y me haya ofrecido su ayuda gratis. Hasta le he preparado yogures de galleta caseros como muestra de agradecimiento, que se los podrá comer en cuanto llegue a casa.

—¿Te has enrollado con alguien últimamente? —le pregunto a Rober cuando terminamos de cenar.

Se ha tumbado en el banco, con la cabeza recostada sobre mi regazo, mientras yo le acaricio el pelo.

—No, pero sí que he estado tonteando con una clienta de la tienda, que viene casi todos los días a mirar la ropa. Pero creo que es una excusa para hablar conmigo, porque solo se acerca a mí para pedirme ayuda. Ayer me dio su Instagram para que la avise cuando vengan prendas nuevas o haya rebajas.

Me río.

—Qué descarada.

—Y tú, ¿qué? —Alza la vista hacia mí para estudiar mi expresión, que estoy seguro de que me delata. Tras unos segundos, al darse cuenta de que no digo nada, porque no sé cómo empezar, y de que solo jugueteo con un mechón de su pelo, suelta en tono jocoso—: Joder, estoy intrigado. ¿Ha sido con algún famoso o qué?

¿Por qué de repente me estoy comiendo la cabeza por si se toma a malas que haya follado con Axel? Es solo un tío, un pene con patas y músculo y mi enemigo de toda la vida, y Rober es mi novio; no tengo ningún motivo para estar así.

—Más quisiera yo que haya sido con algún famoso —consigo responderle centrando mi mirada en él; entonces, me lleno de valentía y le lanzo la bomba, pero en un susurro y con la boca bien pequeña por si mi madre o mi padrastro aparecen de golpe y me escuchan—: En realidad fue con Axel cuando os marchasteis todos al terminar de ver Eurovisión.

A Rober, si le ha sorprendido la noticia, no se le nota; solo hace un ligero arqueamiento de la ceja derecha. Se incorpora sobre el banco y se sienta con las piernas cruzadas en mi dirección, para invitarme a que le cuente cada detalle.

—Era más que evidente que eso ocurriría tarde o temprano, porque menuda tensión sexual había entre los dos. Todo el mundo lo ha notado —me dice sin un atisbo de expresión en su rostro.

Más que tensión sexual, lo que había (y sigue habiendo) entre Axel y yo es la tensión de querer asesinarnos el uno al otro.

—Cogimos una botella de ron, bebimos más de la cuenta y acabamos borrachos —le cuento al tiempo que me arranco un pellejo de una uña, sin mirarlo—. En conclusión: nada bueno salió de ahí.

—Hombre, es que tirarte a tu ex... Tiene tela, Dan.

Mi vista se desvía de inmediato hacia Rober.

En este momento soy la Britney Spears que aparece en un meme, ataviada con un vestido plateado, bien recta y sin moverse, y acompañada de la palabra «tiesa».

Ojalá reescribamos nuestra historia (Serie Lapislázuli #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora