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El despertar para Candy fue algo difícil, no había dormido bien unos inesperados calambres en sus piernas la despertaron en plena madrugada, era la primera vez que sucedía y no sabía hasta el momento si esto le solía ocurrir a las embarazadas, lo cierto es que dormía a gusto cuando un dolor agudo atacó su pantorrilla. Terry en cambio había amanecido sintiéndose fresco y dichoso, a pesar de que también le costó dormir por las emociones vividas la noche anterior, ni en sus locos sueños pensaba habría imaginado que Candy aparecería de forma espontánea en su departamento, y dispuesta a quedarse. Despertó temprano, cuando ella aún dormía. Sin querer molestarla se fue hasta la barra de la cocina con su computador, antes preparó café y se puso a trabajar en silencio esperando a que ella despertara. No se atrevió a preparar el desayuno, la esperaba para que ella decidiera qué comer, así que mientras la esperaba disfrutaba de su taza de café matutino y contestaba correos electrónicos. Deseaba quedarse en casa esa mañana, pero tenía una agenda muy apretada con Arikawa, no podía cancelar ninguno de los compromisos ya establecidos con el artista y los compradores, lo mismo que deseaba quedarse con ella para mimarla y disfrutar de su compañía, deseaba cerrar su proyecto exitosamente, eso además de incrementar su prestigio como marchante era un punto más a su favor delante de su padre, algo que era muy importante para él, sobre todo en esta etapa madura en la que se encontraba.

Después de ducharse y vestirse Candy apareció por la cocina, Terry la acogió con una gran sonrisa, se levantó de la isla y se acercó a ella.

—¡Buenos días!

—¡Buenos días, amor! —Terry se acercó más a ella y besó su frente —¿dormiste bien?

—No muy bien, desperté con calambres en una de mis piernas.

—¿Por qué no me despertaste?

—No quise molestar, te veías cansado anoche.

—Candy debiste llamarme, no sé, te hubiese dado un masaje, ayudado de algún modo. No quiero ser ajeno a nada que te ocurra mientras estés bajo este techo ¿ok?

—Está bien... —Candy se movió hasta el refrigerador buscando beber un vaso de agua y se encontró con las fotografías que ella misma había colocado en la puerta. Permaneció varios segundos viendo una a una, además de los ecogramas, tomó uno particularmente, el primero de ellos, en el que había escrito te amamos, dirigido a Terry.

—Yo lo escribí...

—Sí, la dejaste allí antes de irte a Chicago. ¿Qué quieres desayunar? Te esperaba para preparar lo que gustes.

Candy sonrió...

—La verdad siempre estoy hambrienta y me desayunaría el mundo.

Terry sonrió ampliamente y sus ojos se iluminaron.

—Entonces, qué te parece si vamos a ese lugar a donde solíamos desayunar algunas veces, croissant caliente y recién hecho, huevos... jugo de naranja...

—Me parece estupendo, aceptó todo menos el jugo de naranja me da una acidez terrible.

—Candy, no me gustaría dejarte sola, pero debo ir a trabajar después de desayunar, pero prometo cerrar todos mis asuntos pendientes del día para regresar temprano a casa y llevarte a cenar a un lindo lugar.

—¿Me estas pidiendo una cita? —dijo Candy con picardía.

—Sí amor, quiero una cita contigo...

—Acepto. —Candy se quedó callada un instante —Terry, no quiero involucrarte en mis problemas con William, pero necesito ver a un abogado.

—¡Un abogado!

QuédateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora