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Emocionado, era la palabra que mejor podría describir a Terry en el momento mismo en que entraron al consultorio del médico que estaba cuidando del embarazo en Candy en Chicago. Ella con total elocuencia hizo las presentaciones tanto del padre como del médico, él y Terry se estrecharon las manos antes de que los tres tomaran asiento y el médico comenzara a interrogar a Candy sobre su estado, y de cómo se había sentido desde la última vez que se habían visto.

—Me he sentido muy bien, aunque con un poco de dolor en la espalda baja.

—Bien, veamos pasemos a la sala de examen —dijo el médico poniéndose de pie —ya sabes lo que tienes que hacer.

Candy lo sabía muy bien, debía pasar al privado para subir a la camilla y esperar a que todo estuviera listo para que el médico practicara el eco sonograma. Antes de partir, se inclinó sobre la figura de Terry, se sostuvo de su brazo de forma espontánea y le explicó lo que sucedería a continuación. Él anticipó que el momento de ver por primera vez a su hijo había llegado y se sintió de nuevo nervioso con una mezcla inusual de felicidad. No dejaba de sonreírle con ternura a Candy mientras observaba como ella con toda naturalidad se desplazaba por el lugar, se acomodaba en la camilla y con la ayuda de la enfermera desnudó su vientre. Esa visión lo estremeció, ver su piel desnuda no era nada nuevo para él, pero contemplar por primera vez su vientre en pleno crecimiento fue toda una revelación. Su primera impresión es que se veía más hermosa que nunca, llena de una espléndida vitalidad, llena de él. Se sentó a su lado, y no dejaba de sonreírle. Una sonrisa que a pesar de los sentimientos encontrados que lo embargaban no era impostada, porque se sentía en verdad muy feliz de estar con ella y ser testigo de lo que estaba a punto de suceder.

—Bien señorita Ardlay, veamos como está su pequeño hoy —dijo el médico listo para la ecografía comenzando a mover en pequeño lector en la barriguita de Candy quien se giró para ver a Terry a los ojos mostrándole con su mirada toda su felicidad.

Y allí estaba en la pequeña pantalla, pero él apenas podía descifrar lo que estaba ante sus ojos.

—¿Puedes verlo?—le preguntó ella.

Terry apenas pudo contestar, trataba de concentrarse en la imagen que proyectaba el monitor, necesitó que el médico, al verlo totalmente perdido le comenzara a explicar lo que estaban viendo. Cuando pudo finalmente unir las piezas del rompecabezas que estaba desordenado en su cerebro respondió tomando la mano de Candy, apretándola con fuerza y besándola repetidamente mientras sus ojos se llenaban de lágrimas con las que luchó para que no se derramaran.

—Está bien —le dijo ella conmovida —yo también quiero llorar cada vez que lo veo... ¿no te parece hermoso?

—Es lo más hermoso que he visto en mi vida.

—Y ahora escucharemos su corazón —intervino el médico —sé que te gusta escucharlo —se refirió a ella.

Candy asintió, claro que le gustaba escuchar el corazón de su bebito, lanzó a la vez una mirada llena de expectación a Terry, le causaba mucha curiosidad ver su reacción, no quería perder detalle de sus expresiones faciales. Él estaba medio paralizado, todo lo que estaba ocurriendo dentro del consultorio era novedoso, se encontraba en un estado de expectación y también nervioso, si unos meses antes alguien le hubiese predicho que se encontraría en medio de estas circunstancias jamás lo habría creído. Él que iba por la vida disfrutando del presente y de lo que esté presente iba poniendo frente a él, sin mayor visión de futuro, este sólo estaba reservado para un espacio en su vida, su carrera profesional era en torno a ella que pensaba y proyectaba. Candy apareció en su vida como una mujer en medio de una noche de sexo y de placer, y se había convertido sin él proponérselo en la mujer de su vida, y en la madre del hijo que jamás planeó tener.

QuédateWhere stories live. Discover now