4

1K 110 40
                                    

—Hola.

—Candy, Hola.

—Vine antes pero no estabas.

—Tuve una cena de negocios.

—¿Puedo pasar?

—Sí, claro, pasa.

Candy ingresó en silencio, observando el desorden de la habitación a media luz.

—¿Qué haces aquí Candy? —dijo secamente.

Terry sonaba molesto e irritado, su rostro mostraba una expresión adusta y ella no podía comprender su molestia, así como él no podía comprender la naturaleza de sus celos.

—Yo vine a explicarte...

—No tienes nada que explicarme. Sólo fue sexo, soy un hombre al que le gusta el sexo, lo disfruté tanto como creo que tú lo disfrutaste —continúo diciendo Terry sin permitirle hablar. —Candy he bebido lo suficiente esta noche para no sentirme en mis cincos sentidos. No quiero más problemas con tu estúpido novio. Es mejor que te vayas de aquí...

—Terry yo vine a explicarte porque...

—Ya te dije que no hacen falta tus explicaciones.

—Pero yo quiero explicarte...

—Y yo no quiero tus explicaciones —Terry dijo esto mientras se movía a la mesa a donde reposaba la botella de whisky y se servía un trago. Candy lo observaba muy sorprendida por su actitud, era un hombre muy distinto al atento y cortés caballero inglés que había mostrado ser horas atrás.

—Está bien, siento haberte molestado —Candy se dio media vuelta y caminó hasta la puerta —antes de salir volvió a mirarlo y le aclaró —él ya no es mi novio, terminé con él esta tarde al volver del centro de convenciones, volveré mañana a Chicago.

Luego la puerta se cerró y hubo un silencio aturdidor... él abrió muchos los ojos, y lentamente procesó aquellas palabras, su entendimiento estaba nublado, aun así, fue capaz de comprender lo que ella quiso decirle con todas sus letras. Había terminado con él. Soltó el vaso y maldiciéndose superó la torpeza de sus pies al caminar y salió tras ella. Pero cuando llegó al pasillo, ella ya no estaba. Terry volvió a maldecir sonoramente, y le propinó un golpe a la pared que buscaba frenar su ira, y que más que eso, lastimó sus nudillos ya resentidos por la pelea con Archie. Se dejó caer frente al ascensor con la tonta esperanza de que las puertas se abrieran y ella estuviese allí de nuevo, frente a él. Volvió a la habitación frustrado con muy mal humor, se tumbó en la cama y tal como cayó se quedó dormido.

Despertó varias horas después con algo de resaca y mucha sed, se levantó para tomar agua, más un analgésico, deambuló por la habitación por varios minutos sintiéndose desorientado y tremendamente miserable. Le era difícil aceptar que sus sentimientos eran por ella, por Candy, que la extrañaba y que daría cualquier cosa por tenerla con él, en esa inmensa cama. La deseaba ardientemente pero también anhelaba su compañía. Era una aflicción tan ajena a su forma de ser y de pensar con respecto a las mujeres que le resultaba incalificable, y siendo que continuar torturándose por su "patética" situación era inútil volvió a la cama y se obligó a dormir.

A la mañana siguiente despertó muy temprano. Tenía una agenda llena de actividades y reuniones, todo para poder salir de París esa misma noche, y no continuar prolongando su estancia allí, y siendo como habían resultado las cosas con ella, pues pensaba que no tenía más nada que hacer en la ciudad, más que terminar su trabajo. Pero esa puntada en su corazón persistía no se había anestesiado ni con el alcohol, ni con su fugaz encuentro sexual con Astrid, al contrario, parecía haber atenazado más fuertemente después de verla en su habitación. Recordó sus palabras mientras se afeitaba. Él ya no es mi novio, terminé con él esta tarde. Lo meditó lo necesario para caer en cuenta de que se había comportado como un tonto, y que sus celos e inseguridades le hicieron perder una oportunidad con ella.

QuédateOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz