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Cuando Terry despertó a la mañana siguiente Candy no estaba a su lado en la cama. Por un momento pensó que ella se había ido, pero la luz que se colaba desde el baño y el ruido de arcadas le advirtió que no era así. Se levantó sin pensarlo más y fue tras ella, la encontró sentada en el suelo al lado del WC, él se agachó a su lado sin decir nada, al verla tan pálida se le encogió el corazón. Se levantó brevemente para tomar una toalla, mojarla y volvió con ella para limpiarle el rostro. Cuando Candy volvió su cara de nuevo al excusado, le sostuvo el cabello en una cola de caballo hecha con las manos, y se quedó allí acariciando su espalda hasta que el ataque de náuseas cesó.

—Quieres que te prepare un té —le preguntó con dulzura, mientras le arreglaba el cabello con las manos.

—Sí, gracias. Iré a la cama de nuevo.

Él la ayudó a ponerse en pie y la llevó hasta la habitación, ella se metió en la cama y él fue hasta la cocina para hacerle el té. Se quedó en blanco mientras el agua hervía, luego reaccionó y se preparó un café para él. Un expreso que bebió de dos sorbos. Regresó a la habitación minutos después, y se sentó junto a ella.

—Lo siento.

Candy lo miró extrañada, mientras soplaba la infusión en la taza.

—Lamento, que te sientas así... por mi causa —continuó hablando.

—No tienes la culpa, son malestares normales del embarazo, el doctor dijo que pronto terminarán.

Terry suspiró, no sabía que más decir. Acarició una de las piernas de Candy bajo las sábanas y se levantó, antes le dijo que iría al gimnasio y luego al trabajo. No hubo más contacto entre ellos esa mañana que ese. Cerca del mediodía él texteo para preguntarle cómo se sentía y luego no volvieron a hablar hasta la mañana siguiente porque él regresó esa noche muy tarde, cuando ella ya estaba dormida. La encontró en el sofá de la sala de televisión, presintió que ella quizá lo esperó allí hasta que el sueño la venció. Le dio mucha ternura verla hecha un ovillo arropada con la manta que usaban ambos cuando se tumbaban por horas en ese mueble para ver series o películas. Se acercó a su rostro y la llamó dos veces, en un tono cálido y suave, ella apenas reaccionó. Entonces él la levantó en brazos y la llevó a la cama, la metió en las sábanas y se fue a dar una ducha. Apenas se miraron y apenas sonrieron uno con el otro, más unas muecas que unas sonrisas. Ella esperaba de él además de sus gestos, que eran dulces y corteses algo más, pero él era incapaz de hablar, no terminaba de descifrar lo que sentía por ella, y mucho menos por su condición. Su instinto le exigía cuidarla y eso trataba, también se lo mandaba el corazón, pero verbalizar todos esos sentimientos le resultaba bochornoso. Cuando volvió de la ducha, se metió a la cama y se acomodó en su lugar dándole la espalda, como habían dormido la noche anterior. Sin embargo, no soportó estar en esa posición por mucho tiempo, y se dio vuelta acercándose a ella, que también le daba la espalda, se pegó a su cuerpo y la abrazó, como lo hacía cada noche, se llenó de su olor también como todas las noches. Candy no lo rechazó, sin decir palabras le tomó la mano que él posó por encima de ella, y se la llevó al vientre, Terry sintió un estremecimiento paralizante, pero ocultó una vez más sus emociones, se limitó a cerrar los ojos, y no apartarse de ella, hasta quedarse dormido.

Cuando despertó, nuevamente ella no estaba en la cama, él se levantó y fue hasta el baño, pero antes de entrar escuchó la ducha, seguro de que ella no lo necesitaba fue hasta el vestier y mientras se vestía con ropa deportiva, se fijó en un detalle en el que no había reparado la noche anterior, la maleta de Candy y un bolso de mano listos, entonces recordó que ella se iría esa misma mañana a Chicago. Un impulso latiendo en su pecho le decía que era mejor quedarse, no ir a París e ir con ella, o mejor rogarle que se quedaran en NY, pero su orgullo se impuso nuevamente sobre su confusa corazonada y después de reflexionarlo concluyó que aquello resultaría muy infantil. Desechó la idea tan rápido como se produjo aquel impulso y se fue a la cocina. Preparó un jugo de naranja para ella, y un batido proteico para él. Se quedó sentado en la isla esperándola, y mientras lo hacía en medio de sus cavilaciones matutinas observaba la puerta del refrigerador, se levantó de pronto ante lo que parecía una novedad entre las fotografías de los dos. Candy había pegado allí la imagen del ecograma, y con su letra escribió: te amamos. Apretó los labios, y se masajeo el puente de la nariz, reprochándose internamente su apatía o su falta de valor, o la resistencia que solía experimentar ante los grandes cambios en su vida.

QuédateWhere stories live. Discover now