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Terry volvió a la casa después de la discusión con Georges. Estaba furioso, pero no quería mostrarse así frente a Candy, por miedo a afectarla, primero por su embarazo y luego por su condición mental. Estaba con ella, y con su hijo eso era suficiente para él en esos momentos. Eso por el lado de su vida personal parecía estar medianamente resuelto, pero estaba preocupado por lo que ocurría en el trabajo. Después de varios días ausente se estaba volviendo un caos, y no podía darse el lujo de fallar en la conducción de su negocio cuando estaba empeñado por años a deslastrarse de la imagen de muchacho problemático que se había ganado en su juventud. Desde hacía tiempo se había empeñado en demostrarle a su padre que podía con el negocio familiar y no estaba dispuesto a fallar, ahora menos que nunca.

Estaba parado en medio del pasillo de la casa cuando Candy salió desde la cocina de nuevo a su encuentro.

—¿Te sucede algo? —le preguntó.

—No, no es nada. Bueno es que pronto será la inauguración de la exposición de mi cliente japonés, sabes Arikawa, el artista que visité en Londres...

Candy lo miraba sonriendo, claramente Terry había olvidado que ella no podía recordar nada de lo que estaba hablando, pero siguió escuchándolo en silencio. Finalmente, Terry se dio cuenta de su error y esbozó una sonrisa tierna y abochornada.

—No te preocupes —le dijo ella disculpándolo. —Pero puedes contarme si quieres, hace un lindo día, podemos ir a caminar un rato al lago y me cuentas.

—Candy, amor, debo hacer unas llamadas antes. Luego si quieres podemos dar ese paseo, de hecho, te iba a pedir que me dijeras a dónde puedo —y le señaló el celular.

—Ah, sí ven te llevare a la biblioteca que era de papá, allí tendrás privacidad.

Ella lo llevo hasta allí por el pasillo mientras le explicaba que era el antiguo estudio de su padre, un lugar a donde William Ardlay padre trabajaba por horas cuando iban a esa casa a pasar la temporada de verano después de mudarse a Chicago por los negocios. Al entrar Terry pudo darse cuenta de que no era tan espacioso, pero si muy confortable y cómodo, una mediana habitación llena de estanterías de libros y fotos familiares sobre la repisa de una chimenea y las mesas auxiliares, además de un sillón frente a la ventana panorámica del lugar.

—Es muy agradable —dijo él de inmediato.

—Sí, papá solía pasar mucho tiempo aquí trabajando o leyendo. Todos estos libros eran de él. A pesar de que murió cuando yo todavía era muy pequeña, puedo recordarlo aquí hojeando sus libros y sentado en ese sillón leyendo y mirando en dirección al lago. Mi madre entraba aquí para traerle una taza de café y algo para comer cuando él estaba trabajando, y yo me colaba tras ella para sentarme en sus piernas y que él pellizcara mis mejillas.

—¿Los extrañas? Quiero decir a tus padres.

—Sí, mucho, aunque tengo a William, él es prácticamente mi papá, él me crio a pesar de que era muy joven cuando nuestros padres murieron él asumió la responsabilidad de criarme, él y Rosemary mi hermana también fallecida.

Terry abrió mucho los ojos, nunca antes ella le había hablado de su hermana fallecida, ni siquiera antes había mencionado su nombre. Estaba realmente sorprendido.

—Nunca me hablaste de tu hermana —le comentó en medio de su sorpresa —siempre hablas de William y de Karen, pero nunca habías mencionado a Rosemary.

Candy también se sintió sorprendida pero no tanto como Terry, porque en verdad en el seno de la familia Ardlay poco se hablaba de ella. De acuerdo a lo que recordaba, la figura de Rosemary siempre había estado cubierta por una especie de velo misterioso que se mantenía muy resguardado. Ella apenas escuchó historias sobre su hermana mayor de labios de Dorothy y en algunas ocasiones en boca de Georges quien parecía haberla estimado mucho más de lo que estimaba al propio William y a ella.

QuédateWhere stories live. Discover now