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Terry marcó por segunda vez el número de teléfono de Candy, cerró los ojos y frunció los labios. Ella no contestaba, volvió mirar su celular, la pantalla marcaba que aún no tenía roaming, lo lanzó sobre la cama, y seguía esperando a que ella atendiera, y nada. Colgó el auricular y respiró. Tras unos segundos de sosiego se dio cuenta de que estaba tan abrumado y ansioso que olvidó que la habitación podía disponer de wifi, y empezó a revisar todo con la mirada, caminó hasta el pequeño escritorio del cuarto, allí sobre hojas de papel membretadas con el logo del hotel, estaba una pequeña tarjeta con la clave del wifi. Regresó a la cama, tomó su celular y tratando de respirar hondo hizo el sencillo proceso, en breve alzó el aparato frente a su rostro, y sí, estaba nuevamente conectado con el mundo. De inmediato comenzaron a llegar notificaciones de correo, de mensajes y llamadas perdidas, todas sin importancia, sólo una relevante para él, una de su madre. Todo aquello lo dejó a un lado, su prioridad era comunicarse con ella, y volvió a intentarlo ahora por video llamada. Finalmente, su rostro apareció frente a él y su voz edulcoró sus oídos.

—¡Candy! Qué sucede contigo, te he llamado unas tres veces y no contestabas —dijo abrumado sin ni siquiera saludar.

—Hola Terry, yo estoy bien ¿y tú, ya estás en París?

Terry hizo una mueca con los labios.

—Disculpa, es que... digamos que mi llegada ha sido algo atropellada. —Luego suavizando el tono de su voz le preguntó —¿Cómo estás?

—Estamos bien —dijo ella.

Notando un instante después el rostro desencajado de Terry, justo como lucía cuando se sentía incómodo o molesto, y comenzó a explicarle que la razón por la que no le contestó antes, es que había dejado olvidado su celular en la habitación de Karen, y continuó relatándole que se preparaba para ir a la fiesta de su hermano. Él se recostó en la cama más tranquilo, escuchándola atento mientras la observaba. A diferencia de él, su rostro se mostraba más fresco, deslumbrante, con un brillo especial, se veía hermosa y él lo apreciaba. De pronto una inquietante duda lo invadió, su mente le advirtió algo en lo que él no se había detenido antes. El estúpido (ex) novio, él estaría en la fiesta, se preguntó. Claro, cómo no lo pensó antes, él idiota era un pariente lejano de los Ardlay, y contaba con la simpatía del cumpleañero.

—Candy...

—Sí —contestó ella deteniendo su parloteo.

—¿El imbécil de Cornwell está invitado a la fiesta de tu hermano? ¿lo veras hoy?

Ella se calló por unos segundos, pensando qué contestar, y ágilmente decidió decirle la verdad.

—Sí, él y Stear, también sus padres. Karen me confirmó que los había invitado.

Terry apretó los puños apenas escuchó aquello, sintiendo como una ola de furia invadía su cuerpo desde sus entrañas hasta nublar su mente. Maldijo internamente al hombre y todas sus generaciones pasadas y futuras. Frunció los labios de nuevo, se quedó callado por segundos. Candy entendiendo el efecto que su confirmación ejercía en él, suspiró profundo y trató de tranquilizarlo.

—Terry es inevitable que lo vea, su familia y la mía están muy ligadas. Él estará allí probablemente, y me limitaré a socializar con él sólo lo necesario. No tienes porque ponerte así.

—¿Qué es ponerse así Candy? únicamente te hice una pregunta, y tú has respondido a ella. Eres una adulta, puedes socializar con él tanto como quieras.

Ella suavizó aún más el tono de su voz y cambió diametralmente la conversación.

—¡¿Sabes algo?! —ella se levantó con entusiasmo y se alejó del lugar a donde reposaba el celular de modo que él pudiera verla de cuerpo entero.

QuédateWhere stories live. Discover now