Capitulo 1

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De lejos la vi recostarse en la hierba cerca del rio. Era una suerte qué Euge la trajera para nuestras vacaciones en el campo.

Aunque se notaba qué no le gustaba nada de nada estar rodeada de tanta fauna salvaje. En las excursiones qué a mi padre le encantaba hacer, ella siempre se caía o tropezaba con la nada. Se veía realmente tierna y linda, incluso más qué yo con esas prendas qué me tejía mama cuando le daba por tejer a palillo.

Comprendan, un chico de 12 años no puede negarse a las órdenes de una madre orgullosa de sus creaciones... lamentablemente.

Sin embrago Euge con sus 17 años era la mayor, por lo tanto podía elegir qué ponerse
¡Genial! ¡Abuso de poder!

Me acerqué con cautela rogando por qué no me escuchara llegar hasta ella y sentarme a su lado. Me descubrió a los minutos después cuando un mosquito se le paro en su nariz. Ella hizo unos gestos encantadores para sacárselo de encima, me reí bajito y ella me miro extrañada y un tanto ofuscada.

- Odio los mosquitos – me dijo aun luchando con el insecto.

Como pude acerqué mi mano y en un movimiento rápido y certero tome las alas del mosco y se lo saqué sin dificultad ganándome unas gracias muy entusiasmadas. Lo cual hizo qué mi estomago luchara por no saltar de alegría y llenarse de mariposas.

- No es muy conveniente dormirse a campo abierto ¿verdad? – me pregunto cuándo se levanto quedando justo a mi derecha.


- La verdad es qué no. Te ganas la mordida de varios de ellos – le apunte la nube negra de insectos a un costado de la maleza del rio. Hizo un gesto de asco pero no se levanto como supuse qué lo haría.

- De todas formas se siente genial. Deberías probarlo.-

- Gracias por el consejo –

- Mmm – se volvió a recostar cuando se percato qué no tendría molestias de parte de los mosquitos. Cerró sus ojos y suspiro.

Al verla así, mi corazón se apretó y mi estomago volvió a sentirse extraño. Era la mejor amiga de mi hermana, cinco años mayor que yo, madura, hermosa.

Yo por mi parte solo era un niño de doce años, flaco, sin forma, sin metas concretas.

Éramos totalmente diferentes y yo lo sabía. Ella no se fijaría en mi... sin embargo yo creo...yo creo que la amo.

Amo su sonrisa al despertar, sus suspiros al mirar la naturaleza, sus ojos chocolate, su frustración al no poder saltar una simple piedra en el sendero, su cara de enojada y su risa de reconciliación. Amo su respiración acompasada cuando descansa en la hierba –como ahora-, su expresión de tranquilidad, el vaivén de su pecho al expandirse, sus manos en su abdomen y sus piernas cruzadas.

Amo sus mejillas sonrojadas con el leve sol de la mañana, su nariz recta y delicada, sus labios rosados y carnosos...

Sus hermosos labios cálidos, suaves, dulces y perfectos para amoldar a los míos. No sé cómo, no sé porqué, no sé cuándo pero llegue a ellos...
Fui consciente de mi cuerpo agachado sobre el suyo y mis labios suavemente presionados en los de ella sintiendo la mayor experiencia de mi vida. La electricidad recorrer mis músculos, mi corazón latir desaforado en mi pecho, mi respiración lenta pero superficial, mis ojos cerrados y su calidez. En primera instancia solo fue un toqué de piel, pero luego no estuve conforme con eso. Moví mis labios sobre los suyos esperando la aprobación del acto qué nunca llego.

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