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Vuelvo poco a poco a la realidad sintiendo en el nacimiento de mi pelo un respiración acompasada.

La luz de primera hora de la mañana se cuela por los cristales y me arrastra a la consciencia mientras tomo nota de que, posiblemente, esta ha sido la noche que mejor he dormido en años.

Siendo un poco egoísta, ¿puedo pedir quedarnos aquí por siempre? ¿Solo Hanbin y yo, sin el mundo exterior, sin nada que lo perturbe?

Esto es lo más parecido a la paz absoluta después del torbellino de la noche anterior, y quizá, de los últimos meses, por lo que siendo consciente de que no va a durar mucho más, me quedo quieto mientras mis extremidades se conectan al cerebro y tomo consciencia de nuestra posición.

Hanbin me mantiene entre su hombro y su cuello en un abrazo ligero, seguramente su brazo ha caído sobre el colchón al lado de mi espalda en algún momento de la noche pero nuestras piernas siguen entrelazadas y mi mano no se ha despegado de la curva de su cadera.

Sí, definitivamente podría quedarme a vivir en este instante el resto de mi vida.

Lanzo un suspiro aferrando más mi agarre sobre él, como si aquel movimiento me fuera a cumplir el deseo de tenerlo así todas las mañanas. Sintiendo su aroma suave, su calidez, y la seguridad de que nada ni nadie va a cambiar esto que cada día crece más entre los dos.

Un deja-vú me invade y recuerdo aquella tarde en la que por unas horas me encontré fuera de todo obstáculo, grieta o piedra que hubiera en nuestro camino mientras velaba su sueño.

— ¿Qué has hecho conmigo, Sung Hanbin? —repito para mí mismo, sonriendo lleno de dicha.

Recuerdo cómo me debatía por lo mismo por lo que lo hago ahora, con la misma frase en mi cabeza, solo que ahora tiene otro significado, uno mucho más extenso...estaba irremediablemente enamorado del chico de la habitación treinta y ocho, y tengo la firme decisión de pasar mi vida junto a él.

Con delicadeza, noto como Hanbin comienza a moverse, mantengo los ojos cerrados pensando que solo ha sido algo involuntario, hasta que minutos más tarde comienza a apartarme sin querer molestarme. Me aferro más a él para que no se mueva ni un centímetro.

— No... —murmuro como una queja.— No te vayas...

— ¿Te he despertado?

— Ya dormiré cuando no esté contigo. —susurro en su oído. Sonríe al reconocer sus palabras de la noche anterior.— Es una de las cosas más bonitas que me han dicho nunca.

— Humm... —murmura mientras dejo un beso en su cuello justo detrás de su oreja.

— Y no sabes cuánto me gusta despertarme a tu lado... —le reconozco, jugando con las reacciones de su piel al tacto de mis labios.— ¿Puedes quedarte así para siempre?

Noto su risa amortiguada.

— ¿Cómo? ¿Vistiendo santos?

Levanto la cabeza y miro su rostro. Su expresión es una mezcla entre la ironía más picaresca y el escozor del rechazo de hace unas horas.

Sé que no va a iniciar una discusión nuevamente, pero, tampoco lo va a olvidar así como así. Algo que me hace caer en la cuenta de que nuestra conversación pendiente es más que necesaria.

— Muy gracioso... —le digo con ironía. Mis pensamientos toman el mismo rumbo que los suyos y la nube de culpabilidad por todo lo ocurrido anoche se cierne sobre el cuarto de nuevo.— No lo decía por eso.

— Lo sé, era una broma.

Lo miro detenidamente.

— Debes pensar que estoy desquiciado.

Habitación 038  - HAOBINWhere stories live. Discover now