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Una vez más, silencio la llamada que entra en mi teléfono. Es Jongwoo otra vez. Cada vez son más recurrentes sus llamadas y me cansa su insistencia. ¿Es que no se va a dar por vencido?

Miro a Hanbin y parece ser ajeno a la situación cuando lo descubro mirando el Steinway con sus hermosos ojos abiertos y la boca contraída en una mueca. Sé que se muere por tocarlo, pero, la mezcla entre la humildad y la timidez le impiden sentarse en el banco junto al piano.

— Puedes tocarlo. —le recuerdo con dulzura desde el sofá. Él solo me mira como respuesta, hermético, esperando mi siguiente movimiento.

No debe ser fácil, además, me temo que su personalidad obtusa es producto de las envidias y malas intenciones que habrá aguantado por tener habilidades por encima de la media y por desentonar dentro de una sociedad en la que, o eres un cordero más igual al rebaño, o estás perdido.

Así veo a Hanbin, como alguien que se ha camuflado para poder adaptarse.

Pero conmigo no tiene que ser así, yo adoro cada pequeño gesto o acción que le hace desentonar del resto, que le hace ser tal y como es, único... y haré hasta lo imposible porque lo vea así y me lo muestre sin reservas. Quiero ser alguien con el que Hanbin pueda ser él mismo, sin más.

— De hecho, me gustaría que lo tocaras. Me encantaría oírte.

Sonrío para darle ánimos cuando veo la duda en sus ojos.

— No sé tocar el piano. —murmura.

— Hamzzi... —le digo riendo quedadamente.— Si con diecisiete años reconoces un Steinway & Sons es porque sabes tocarlo.

Me devuelve la sonrisa avergonzado mientras aprieta con más fuerza el brazo sobre su muleta. Parece perdido en mitad de mi salón.

— Es demasiado bueno para que lo toque cualquiera... —me dice con un suspiro.

Y aunque sé que se refiere al instrumento, mi cabeza no puede estar más de acuerdo con esa observación, y no precisamente en referencia al piano.

— Tienes razón... —digo sonriendo ante mi pequeño chiste privado.—  Precisamente por eso te pido a ti que lo hagas.

Se sonroja notoriamente.

— Gracias....

Disfruto enternecido de sus acciones desde el sofá y espero su próximo movimiento, pero él solo se mantiene ahí de pie, y no sé si necesita un empujón para lanzarse o una excusa para volver a negarse.

Decido intentarlo una vez más.

— Eres la primera persona a la que le dejo tocarlo. Ni siquiera lo he tocado yo. —digo cayendo en la cuenta de que no se ha vuelto a pulsar una tecla desde que mamá murió.— ¿No quieres?

Se acerca lentamente a mí, casi atravesándome con la mirada.

— Tú primero... —me reta.

— ¿Yo? Yo no sé tocar el piano, Hanbin...

— Me dijiste que tu madre te enseñó algunas cosas.

— Pero eso fue hace mil años, era un crío... —le reconozco.— Ya ni me acuerdo.

— Sigues siendo un crío...

— Sí, claro... —digo riéndome con ironía.

— En ocasiones te comportas como tal. —apunta.

— ¿Ah, sí? —pregunto alzando una ceja en su dirección. Esto se pone interesante.

— Sí. —afirma seguro, recargando su peso sobre la muleta— Inventarte lo de...¿cómo era? ¡Ah, sí! Euijoo. Invertarte lo de Euijoo para averiguar hasta dónde había llegado en mis supuestas relaciones sexuales a mí me parece bastante infantil, ¿no crees?

Habitación 038  - HAOBINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora