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Me paro frente a la puerta de la habitación treinta y ocho, al lado de una Seulgi que parece más tranquila y en sus cabales, y NingNing que le acompaña en el más estricto de los silencios.

Supongo, que ambas han querido dar intimidad a madre e hijo y que esperan pacientes a que salga. Aunque viendo la que le puede caer encima, dudo que la paciencia ahora tenga cabida en Seulgi.

— No lo vi, te lo prometo. —me confiesa después de unos minutos. Apenas me mira, a sabiendas que más de una vez le advertí de que algo así podría suceder. Y como quien calla otorga, guardo silencio. No hay necesidad de hacer leña del árbol caído, y más cuando veo que solo atina a agarrarse el puente de la nariz.—  Sé que iba rápido, tenía prisa y no me paré a mirar en el maldito cruce.

— No te reprendas más...—dice NingNing a su lado.— El chico parece estar bien.

Miro con mala cara a mi amiga. Los tres sabemos que esto podría haber sido mucho peor, y que aún no se puede descartar que aquel pelinegro empeore con el paso de las horas.

— Seulgi, debes tener más cuidado. Las prisas al volante no son buenas consejeras. —le aconsejo evitando recriminarle una vez más su tosca manera de conducir.— ¿Quieres que te hagamos un chequeo? ¿Te duele algo?

— No, no creo que haga falta. Solo me dolerá el cuello por unos días, pero dudo que sea esguince cervical. —dice masajeando la parte donde tiene la molestia.— De todos modos estaré atenta. Ahora tengo que buscar dónde está mi coche y declarar ante la policía, llamar a mi abogado y...

La puerta de la habitación abriéndose interrumpe a Seulgi, que se queda expectante en el pasillo hasta que la cara desencajada de aquella madre asoma desde detrás.

— ¿Pasa algo, señora Sung? —pregunto al ver que aquella mujer bien podría colapsar de un momento a otro.

— Nada nuevo. —dice con los ojos rojos e hinchados.— Pero no se despierta, ¿es algo malo?

Miro a aquella madre desesperada con un suspiro y la rabia por el descuido de Seulgi incrementa.

— No se preocupe, señora Sung...—dice Seulgi, antes de ser interrumpida.

— ¡Tiffany! —exclama un hombre aproximándose por el pasillo. La madre de Hanbin no tarda en lanzarse a sus brazos llorando mientras él la recibe con preocupación.— ¿Está bien? ¿Cómo sigue?

— Sí, parece que ha quedado en un gran susto. —explica separándose de él y dándole un pequeño beso en los labios.

Este debe ser su padre, aunque no le encuentre parecido con Hanbin a decir verdad.

— Pero Junho, Bin está muy golpeado, tiene varios huesos rotos y está sedado para que no se mueva. ¡Maldita sea la hora en que permití que condujera esa moto!

— No, Tiff, no puedes culparte de esto... —le reprende el tal Junho, intentando que entre en razón.— Esto podría haber pasado mientras iba cruzando un paso de peatones. Los accidentes pasan. ¿Dónde está?

Seulgi en ese momento entra en escena haciéndonos notar.

— Buenas tardes. —dice tendiendo su mano a aquel hombre.— Soy la doctora Kang Seulgi. Y ellos son el doctor Zhang y la enfermera Ning. Las tres nos vamos a encargar de que Hanbin mejore lo más pronto posible.

Ningning y yo intercambiamos miradas.

¿Cuándo vamos a poder salir de este turno y descansar?

— Lee Junho. —acepta la mano de Seulgi disgustado pero con educación. Su actitud me dice que ya está informado de todo lo que ha pasado al detalle, y más cuando cambia el gesto al mirarnos para estrechar manos con nosotros también.— Soy el esposo de Tiffany.

Habitación 038  - HAOBINKde žijí příběhy. Začni objevovat