010

151 24 9
                                    


Pongo mi bolso de piel sobre la mesa y reviso que lo tenga todo conmigo.

— Si quieres dormir, puedes ir a mi cama. —le digo mientras mira por los ventanales.— Así estarás más cómodo...

— No hará falta, además, este sofá parece lo suficientemente reconfortante. —dice mientras se sienta en el con un suspiro.— No te preocupes, aquí estaré bien.

A pesar de querer discutir eso, no tengo tiempo para ello. Por lo que agarro del mueble del salón una almohada pequeña, una manta y el teléfono inalámbrico, y lo dejo todo sobre la mesa que hay frente al sofá.

— Supongo que no hace falta que te diga que no abras la puerta a nadie. Sea quien sea. —le digo a modo de advertencia. Después de las noticias de ayer con respecto a Jongwoo, me temo que quiera reencontrarse conmigo antes de lo previsto. No me quiero imaginar la imagen de Hanbin abriéndole la puerta.— ...Y te cuenten lo que te cuenten.

— Tranquilo, no lo haré. —contesta sonriente, casi con un aire de diversión en sus palabras.

— Bien... —digo pensativo. Creo que no me queda nada más por hacer o decirle antes de irme. Algo que no sea que voy a echarlo de menos.— Al cartero tampoco, no espero nada, así que tampoco le abras.

— No te preocupes, no le abriré la puerta a nadie, ni a la anciana más desvalida, ni a la mujer dando a luz en la mismísima puerta de tu casa.

Me echo a reír ante su cara, por lo que me acerco y le acaricio ese hoyuelo que se forma en su mejilla cuando sonríe de medio lado.

— Llámame si necesitas algo...— digo modulando el tono de voz a otro menos autoritario y más dulce.— Tienes mi número apuntado en la libreta que está en la mesa de las flores.

— Lo sé. —me dice sonriente.— Ahora ve, vas a llegar tarde a trabajar...

Y estuve a punto. Por primera vez en mi vida, casi llego tarde a la clínica y no me importaba en lo más mínimo, y menos después de la llamada que recibí de Hanbin mientras iba en el coche. Solo me daba las gracias de nuevo por permitir que se quedara en mi casa, me deseaba un buen día y me decía que me esperaba a la vuelta.

Una risa quedada se me escapa cuando me imagino esa escena tan cotidiana y nueva mientras guardo su número en mis contactos. Saber que cuando vuelva a casa, Hanbin va a estar descansando en el sofá o, con suerte, sentado frente al piano, me llena de una alegría que hace mucho no sentía. Alegría y emoción.

— ¡Vaya...! —exclama Ningning sentándose frente a mí en la cafetería.— ¿Y esa sonrisa?

Suspiro contento.

— Es de la marca Sung. —digo alzando las cejas.

Ningning me mira sorprendida.

— ¿Hay novedades? —pregunta y yo solo asiento entusiasta.— Espera, ¿ya le has pedido...?

— No, aún no.

— Bueno, voy a por algo para las dos y vuelvo. No te muevas. —me advierte señalandome.— Necesito que me cuentes hasta el último detalle.

Casi corre a las vitrinas donde suelen poner los pasteles y las tartas caseras mientras me río un poco más.

Sé que va a tardar unos minutos, por lo que marco el número de Hanbin para saber cómo está. Se me hace eterno hasta que contesta al cuarto toque.

— Hola... —contesta con la voz apagada.

— Hola, ¿cómo estás?

— Muy bien, ¿y tú?

Habitación 038  - HAOBINOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz