CAPÍTULO 1

23 7 16
                                    

El entrenamiento cada día era más difícil. Nos levantábamos muy temprano y acabábamos a las ocho de la noche. Esa era la hora del día que tenia para compartir con mi familia. Nos separaron por género y no volví a ver a Ofir ni a los muchachos, solo a Jordán; quien por ser mi hermano lo podía ver todos los sábados.

El sistema implantado por mi padre habia logrado hasta ahora una estabilidad duradera. Éramos más de 700 mujeres, entre los 18 y los 40 años. Había encontrado verdaderas amigas allí adentro. Sin embargo, no dejaba de extrañar a Ofir y a Lena. A ella le dieron una pequeña casita junto a Jerjes, quien trabajaba en el área de inteligencia del ejército.

A Lena la veía cada tres o cuatro días. Tenia ya seis meses de embarazo y estaba esperando un niño. Su embarazo era de alto riesgo, esperaba que todo saliera bien.

En cuanto a los Shiyloper habíamos perdido las esperanzas de vencerlos. Mi padre tenia la certeza de que no quedaba un solo humano con vida fuera de Rick Vaill. No habíamos podido saber cual fue su objetivo al atacarnos, era algo que todavía no teníamos claro.

La comida estaba racionada. Teníamos pocos cultivos y poca comida. Para ser los únicos sobrevivientes éramos pocos, pero para vivir en un territorio tan reducido éramos muchos.

Habían habido trifulcas, robos y vandalismo. Ya teníamos cárcel, manicomio, orfanato, hospital, iglesia, cementerio y hasta tascas de mala muerte.

Mi padre estaba agotado, la situación se le intentaba salir de las manos. Cebrián hacia todo para ayudarlo, pero la verdad era que muchos perdieron el rumbo; no tenían propósito.

La cifra de suicidios el mes pasado aumento considerablemente. Nadie lo decía en voz alta pero sabíamos que estábamos viviendo nuestros últimos días. Como los habitantes de la isla de Pascua, consumiremos nuestros últimos recursos; y cuando no quede nada mas, nos mataremos los unos a los otros.

Intente ser fuerte y no desmoronarme sin embargo a veces la situación me aplastaba. Mi distracción era el entrenamiento y por las noches mi madre; quien junto con Indira vivía en una bola de cristal. Como si afuera no pasará nada.

Indira seguía sin aceptarme, además ella se la pasaba en el campamento de Ofir. Varias veces había escuchado como le contaba a nuestra madre lo bien que se la pasaba con él y de verdad no lo soporto. Se aprovechaba de su posición para estar todo el tiempo cerca de el.

Aunque yo podría tener los mismos beneficios, si quisiera. Aún así nadie sabía que yo era hija del Presidente, y el por su parte me pidió que no se lo dijera a nadie. Ya que las cosas habían cambiado y la familia presidencial debía ser perfecta. Uno de los ministros estaba detrás de su cabeza, y con cualquier pequeño error podía lograr derrocarlo.

Así que para todos yo era una soldado más y como las demás no tenía ningún tipo de beneficio. Por lo tanto tenía terminantemente prohibido mezclarme con algún hombre que no fuera de mi familia. Ya que el gobierno prohibió el nacimiento de más niños.

—Otra vez de mal humor, Osiris —canturreo Priscila sentándose a mi lado—. No me digas que sigue sin responderte.

—Si, llevo más de tres meses mandándole cartas y simplemente no me responde —conteste recostándome en la cama que me correspondía—. No entiendo, el día antes de que nos separaran todo estaba bien, hasta dormimos juntos. No se que pudo pasar para que me olvidará.

—Ay amiga, los hombres son muy extraños. Perdona que te diga esto pero eres muy simple y los hombres no tienen paciencia. Por otro lado a lo mejor esta muy ocupado, y...

—Priscila, le he mandado más de 35 cartas, y no me ha contestado ni una sola. El ya no me quiere y estoy segura que esta con la hija del presidente. ¡Ella va casi todos los días a verlo!, ¡Ella a diferencia mía es demasiado expresiva! —exclame cerrando mis ojos.

Trilogía mañana 2 (REBELIÓN)Where stories live. Discover now