Capítulo 10

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No le miente cuando le dice que lo espera esa noche y que dejaría la puerta abierta para él. Tampoco es que Taylor pensara desaprovechar aquella invitación.

Hubiera aparecido en su casa, tocando a la puerta sin una invitación.

Ni siquiera se ve en la necesidad de tocar más de dos veces cuando la ve entre abrirse y siente un nudo en el estómago.

—¿Nick? —se adentra, cerrando la puerta tras él. —¿Por qué dejaste la puerta abierta? ¿No crees que es muy peligroso?

No obtiene respuesta y tiene que morderse los labios cuando camina hacia la cocina.

Siente el cuerpo cansado y se encuentra algo mareado, el sudor ha comenzado a brotar de sus poros y quiere maldecir, porque ¿Y si no es buena idea que esté ahí?

—¿Nick? —vuelve a llamarlo y mentalmente se promete que si la siguente vez que lo llame no contesta, se marcha.

Tiene claro que aquella invitación es de todo menos casual, pero suponer que el omega querrá ayudarlo con su celo va más allá, rebasa los límites.

Ha salido de la cocina, Nick no está por ningún lado, al menos no en la planta baja. Le dio un vistazo a casa habitación por simple curiosidad, pero nada. Se detiene unos segundos, aferrándose al barandal pequeño que tienen las escaleras, el cual supone es para el niño y se decide a subir.

El aviso de su celo siempre lo vuelve alguien más torpe; se le dificulta pensar con claridad, eso es evidente, pero su cuerpo y movimientos son más lentos, pausados, como si tuviera que calcular con exactitud hacia dónde quiere ir.

El corazón le golpea el pecho, hay una electricidad sobre su cuerpo, un disfrute que no ha sentido en bastante tiempo.

La casa huele a Nick, cada maldito rincón sin excepción alguna. Incluso tiene que cerrar los ojos para disfrutar el olor, siente que puede hasta saborearlo.

—¿Nick? —lo llama por última vez, cuando ha subido todas las escaleras. —¿Estás aquí? Creo que me iré a casa, lamento mucho molestarte.

Sus pies no retroceden y su cuerpo tampoco se gira para irse, sigue avanzando por el pasillo. Lo poco que su mirada se centra en la casa es suficiente para sentirla como un hogar, porque es muy acogedora, con colores pastel y decoraciones sutiles.

Como una señal, sus ojos se centran en una habitación con la puerta abierta, luego mira hacia los lados para percatarse que nadie lo ve y cuando corrobora que está totalmente solo, entra a la habitación.

A tropezones avanza hacia la cuna que está a un costado de la cama, tiene mantas y algunos peluches dentro, pero está fría. Su corazón se achica, incluso siente que ha dejado de latir.

No es la cuna de su hijo.

Se sienta al borde de la cama, con las manos aun sobre la cuna y frente a él ve un chifonier algo viejo y raspado. Se pone de pie, avanza hasta el lento, con el corazón a mil de nuevo, sus manos caen sobre un portaretratos y tiene que contener la respiración cuando pasa su dedo índice sobre el vidrio que cubre la carta que le ha escrito. La tina sobre el "Querido Nick" está desgastada, es apenas perceptible al igual la hoja, la cual se encuentra arrugada y un poco rota.

Siente las lágrimas a punto de salir cuando ve la puerta abrirse y Nick le pregunta:

—¿Qué haces aquí?

Se sobresalta un poco y el cuadro se tambalea de sus manos, tiene que esforzarse de sobremanera para sujetarlo antes de que caiga al suelo.

—Lo siento. —lo deja sobre el mueble. —Yo solo quería... —Su mirada viaja hasta Nick y es hasta entonces que se percata que está semidesnudo, envuelto en una toalla, con el cabello húmedo y las gotas de agua resbalándose sobre su cuerpo.

—¿Taylor?

—Dejaste la puerta abierta.

—Sí. —lo mira de arriba a abajo. —Aunque no creí que en verdad fueras a venir.

—No deberías volver a hacer eso.

—¿Espérate? —suelta una risa seca. —Lo he pensado muchas veces.

—Me refiero a la puerta, es muy peligroso, ¿Qué si alguien entra?

—Fui casi un soldado, entrenado por el mejor sargento, ¿Recuerdas? Puedo defenderme solo.

Se queda en silencio. Casi se olvida de eso. Nick en Castrum aprendió a defenderse y es bueno pelando. Entonces viene a su mente el día que se fue a golpes con Lefy y el día de su cumpleaños, cuando ha golpeado a Patrick.

—¿Te sientes bien? —avanza hacia él y pone la palma de su mano sobre su frente. —Estás ardiendo.

—Estoy bien. —está frío. Cierra sus ojos ante el tacto y maldice por lo bajo cuando Nick se aparta.

—Ya. —se gira dándole la espalda. —Y yo nací ayer.

Lo ve abrir las puertas del armario, donde un espectáculo al alfa cuando sus ojos caen sobre la bolsa negra y una manera blanca y vieja se asoma, Nick finge ignorar ese detalle, lo sabe porque lo ve pasar saliva y rebuscar entre la ropa hasta que saca una playera holgada y se la pone. Tiene las mangas cortas y el cuello en círculo demasiado grande, lo suficiente para que un hombro le sobresalga y sus clavículas queden a la vista.

La toalla cae al suelo y tiene que cerciorarse de tener la boca cerrada, siente que ha comenzado a salivar, porque aunque la playera le cubra más de lo que espera ver, sus piernas largas y regordetas lo hacen casi salivar.

—Vamos a la cocina, tengo medicamento, quizá algo te pueda servir.

—No. —lo sujeta del brazo. —No necesito medicamento.

—¿Qué es lo que necesitas entonces? —las cejas de Nick se elevan y su frente se arruga un poco, pero sus ojos brillan, tienen ese destello que siempre le ha gustado.

Cuando le dijo que no había cambiado en nada no se refería a sus visibles cambios físicos, sino a la manera en la que él lo mira.

Con amor.

Siente el cje vibrar cuando sus labios se separan y tiene que cerrar los ojos por breves instantes, incapaz de contentarse.

—¿Taylor? —las manos de Nick lo sujetan por las mejillas. Su tacto es cálido, suave, y no quiere que se separé porque ha extrañado esas caricias, ha soñado con ellas... —Me estás preocupando.

—Solo necesito que me des una oportunidad, la merecemos...

—Creo que estás delirando. —le resta importancia a sus palabras.

—Jamás he hablado tan enserio en mi vida.

—Taylor... —aparta la mirada y lo sujeta por la barbilla.

Es la primera vez que lo ve apenado, con vergüenza, pero de esa que nace del estómago y siente que te pica toda la piel. Como si fuera la primera vez que alguien le declara su amor.

—Una oportunidad, Nick. Te demostraré que todo el tiempo que crees perdido en realidad valió la pena.

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