LAS REGLAS

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Esa noche dormí como un lirón, cuando por fin concilié el sueño después de un día en el que había estado dando múltiples cabezaditas. Al parecer, el estrés de no saber lo que Lauren iba a hacerme y el sentimiento de culpa que me producía habían sido la causa de mi insomnio. Ahora que sabía cómo iba a tocarme y cómo no iba a tocarme, me sentía de nuevo animada. Quizá pudiéramos recuperar nuestra amistad. Quizá pudiera dejar de traicionar a Denny.
Jamás podría deshacer lo que le había hecho, y siempre me arrepentiría de ello, pero el saber que no incrementaría mi sentimiento de culpa hizo que me sintiera animada cuando esa mañana temprano bajé la escalera.
Y, por supuesto, el volver a comportarme de forma natural con Lauren me hizo sonreír de gozo al contemplar su increíble perfección
cuando se volvió para darme los buenos días en la cocina. Su pelo, natural y espontáneamente alborotado, concordaba con su sonrisa.

—Buenos días. ¿Café? —preguntó señalando la cafetera.

Sonriendo con alegría, me acerqué a ella y le rodeé la cintura con los brazos. Ella me miró sorprendida durante un segundo y luego me
abrazó también por la cintura. Tenía la piel tibia y olía maravillosamente. Sentí una enorme sensación de alivio. Era fácil abrazarla así, sobre todo sabiendo que la cosa no iría más lejos.

—Buenos días. Sí, por favor —respondí señalando la cafetera con la cabeza.

Ésa era la primera taza de café que me tomaba desde nuestra aventura en el quiosco de café exprés. Por fin, me sentía lo bastante animada para volver a beberlo; lo había echado mucho de menos.
Ella me miró sonriendo. Sus perfectos ojos verdes transmitían serenidad y sosiego.

—¿No vas a resistirte a este tipo de caricias? —preguntó, abrazándome más fuerte.

Le devolví su cálida sonrisa.

—No... Las echaba de menos. —Se inclinó hacia delante como si fuera a besarme en el cuello y la aparté arrugando el ceño—. Pero tenemos que imponer unas reglas básicas.

Se rió divertida.

—De acuerdo... Dispara.

—Bueno, aparte de la más obvia, me refiero a que tú y yo jamás volveremos a... —Me sonrojé al pensarlo y no pude siquiera terminar
la frase. Ella se rió.

—¿Te refieres a... practicar un sexo... ardiente y salvaje? — preguntó, rematando mi reflexión y arqueando una ceja perfecta mientras articulaba cada palabra lentamente—. ¿Seguro que no quieres replanteártelo? Somos increíbles...

La miré enojada y la interrumpí, dándole un golpecito cariñoso en el pecho por haberme hecho esa pregunta.

—Aparte de lo más obvio, no volveremos a besarnos... jamás.

Arrugó el ceño.

—¿Y si me limito a no besarte en los labios? Las amigas se besan.

Arrugué también el ceño, recordando de pronto su lengua deslizándose sobre mi cuello y haciendo que me estremeciera.

—No como tú lo haces.

Suspiró.

—De acuerdo... ¿Qué más?

Sonreí y me aparté de ella, indicando con las manos la parte superior e inferior de un bikini.

—Eso también está prohibido. No puedes tocarlo.

Volvió a fruncir el ceño.

—Caramba, te estás cargando los aspectos más divertidos de nuestra amistad. —Tras ese comentario, se apresuró a sonreír—. De acuerdo... ¿Alguna otra regla?

INCONSCIENTE Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon