D-BAGS

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Al cabo de un rato, Denny y yo bajamos la escalera cogidos de la mano. Parecíamos casi unos adolescentes enamorados por primera vez. Ambos disfrutábamos del hecho de vivir por fin juntos. Le comenté el aspecto que debíamos de ofrecer, y ambos rompimos a reír cuando doblamos la esquina y entramos en la cocina. Lo segundo que me llamó la atención sobre la casa, después de tomar nota de su reducido tamaño, fue el escaso mobiliario que contenía. Estaba claro que se trataba simplemente de un lugar donde dormir por las noches. El típico apartamento de persona soltera. Decidí ir un día de compras. Era una casa demasiado inhóspita para que una chica, incluso una chica como yo, se sintiera a gusto en ella. La cocina era de un tamaño aceptable, teniendo en cuenta el resto del apartamento. Adosada a la pared opuesta había una larga encimera junto a la cual estaba el frigorífico. Junto a la otra pared, que medía la mitad de la primera, estaban los fogones, y sobre ellos un horno microondas. A la izquierda de los fogones, había otra encimera, más estrecha, sobre la que había una cafetera que contenía café recién hecho. El aroma que emanaba hizo que se me hiciera la boca agua. En la parte posterior de la habitación, había una mesa de moderadas proporciones con cuatro sillas y una amplia ventana que daba a un patio del tamaño de un sello de correos. El espacio entre la pared más estrecha y la pared en la que estaba la ventana daba al cuarto de estar, y Lauren estaba paseándose por él. Sostenía el periódico matutino y leía la primera página, que estaba doblada. Llevaba unos shorts y una camiseta de manga corta. Su ondulado cabello estaba aún revuelto, pero más ordenado que antes: perfecto. Aunque iba vestida con sencillez, de pronto me sentí como una cateta con mi camiseta y mis vaqueros básicos. Pero apreté la mano de Denny y le eché valor.

—Hola, colega. —Denny sonrió y se acercó a Lauren, que al oír su voz levantó la vista.

—¡Hola, me alegro de que hayáis venido! —Lauren sonrió y le dio un rápido abrazo. Yo también sonreí. Verlos me enternecia.

—Creo que ya conoces a Camila —dijo Denny mirándome con cariño.

Al recordar nuestro encuentro, la sonrisa se borró de mi cara.

—Sí. —Los ojos de Lauren mostraban una expresión un tanto maliciosa—. Pero me alegro de volver a verte. —Al menos, se comportaba con educación. Sin dejar de sonreír, se acercó a la cafetera y sacó unas tazas del armario que había sobre ella—. ¿Os apetece un café?

—A mí no. No sé cómo sois capaces de beberos eso — respondió Denny, torciendo el gesto—. A Camila le encanta.

Yo asentí y miré a Denny sonriendo. Ni siquiera soportaba el olor del café. Le gustaba el té, lo cual me parecía a la vez divertido y adorable. Denny me miró.

—¿Tienes hambre? Creo que queda algo de comida en el coche.

—Estoy famélica. —Me mordí el labio y contemplé durante unos segundos su hermoso rostro, luego lo besé un momento y le di una afectuosa palmada en el estómago. Sí, no cabía duda de que nos comportábamos como unos adolescentes enamorados.

Denny me besó también brevemente y se volvió para marcharse. Al alejarse unos pasos, vi que Lauren estaba detrás de él, observándonos con expresión divertida.

—Vale, enseguida vuelvo. —Denny salió de la cocina y lo oí tomar sus llaves de la mesa en la entrada, donde las había arrojado la noche anterior.

Al cabo de unos segundos, se cerró la puerta y me sorprendió que no le importara salir vestido sólo con la camiseta y los calzoncillos con que había dormido. Sonriendo, me acerqué a la mesa y me senté a esperarlo. Al cabo de un momento, Lauren se acercó con dos tazas de café. Yo hice ademán de levantarme para echarle leche y azúcar, pero, al observar la taza más de cerca, vi que ella ya le había echado ambas cosas.

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