Granate

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Los cambios en la casa, las compras de último minuto para el término del receso de verano y aquel pedido de mercaderías que tuvo que ayudar a descargar dada la falta de personal; todo se había acumulado en un desagradable dolor de espalda y cuerpo que había decidido ignorar para poder aprovechar los últimos días de vacaciones de los niños. Sin embargo, el tener que cubrir el turno de noche sábado y domingo no la ayudaba en absoluto. Ni tampoco el que se quedase estudiando hasta tarde para el examen teórico de conducción.

Tal vez, si le hubiera hecho caso a su cuerpo, aquella mañana habría podido salir de la cama sin problemas y no sentir que apenas podía moverse. La presión en sus hombros y cuello era insufrible junto a aquel dolor en su espalda baja. Sus brazos se sentían como si hubiera levantado toneladas, y sus piernas como si hubiese corrido una maratón.

—No puedo más —murmuró para sí misma, aceptando su derrota mientras cubría su rostro con sus manos.

Las retiró al escuchar la puerta abrirse y ver a Gojo entrando a la habitación con la toalla amarrada a su cintura y otra cayendo en sus hombros, usando una punta para secar su cabello.

—¿Sigues en la cama? —preguntó, acercándose con una sonrisa que poco a poco se ladeó—. ¿Quieres que te quite el sueño?

Se sentó en el borde, llevando sus manos a las sábanas para deslizarlas, pero al ver el rostro de Saori su actitud se tornó de preocupación.

—¿Ocurre algo, preciosa? —Tocó su rostro, acercándose un poco—. ¿Te sientes mal?

—Me duele todo —suspiró, volteando la mirada.

Satoru le había dicho más de una vez que no se exigiera demasiado con el trabajo, que se pidiera días libres; pero era imposible hacerla entrar en razón, en parte por su sentido de la responsabilidad y, en su mayoría, porque no le gustaba que Satoru cargase con los gastos extra.

Esperó el regaño y que le echara en cara que la había advertido, pero solo obtuvo una mirada compasiva mientras le acariciaba la mejilla. Miró la hora en su teléfono antes de acercarse para dejar un beso en su frente.

—Descansa. Yo me ocupo de todo. Llevaré a los niños al colegio y al regresar te llevaré al médico.

—No tienes que llevarme.

—Definitivamente lo haré. No puedes caminar, así que deberé cargarte —replicó, tocando su hombro y haciéndola reír un poco.

—Eres un tonto —suspiró y estiró sus labios, esperando un beso que no demoró en recibir—. Gracias, cariño. Te amo.

Le dio las instrucciones sobre los almuerzos de los niños y que revisara bien las mochilas antes de salir para asegurarse de que no se les quedaba nada. Pero Gojo ni si quiera sabía qué era lo que debían llevar, ¿cómo iba a saber si algo faltaba?

Que Saori no estuviese en el desayuno era inusual así que no fue de extrañar que ambos niños se preocupasen.

—Pero, ¿está bien? —preguntó Megumi, sin ánimos de esconder el tono de preocupación.

—Estará bien, sólo necesita descansar. Iremos con el médico y s-

—¿Podemos ir?

—¿Por qué? ¿Se sienten mal también? —preguntó confundido ante la interrupción de Tsumiki.

—No. Pero estaremos todo el día esperando para saber si Saori está bien.

Satoru sonrió, revolviéndole el cabello.

—No hay de qué preocuparse. Cuando lleguen del colegio verán que no es nada grave.

Asintieron resignados, terminando su desayuno. Cuando Gojo entró a la habitación para que Saori le diese el visto bueno sobre las mochilas, los niños no pudieron evitar colarse.

Co-parenting || Satoru GojoWhere stories live. Discover now