Promesa

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No era un secreto que Tsumiki era la niña de sus ojos, a pesar de cuánto lo negara. Todo lo que le pidiera lo iba a conseguir, y aunque la pequeña no lo expresara mayormente con palabras, Satoru sabía identificar cuándo deseaba algo. Los ojos le brillaban y no podía despegar la mirada de ello, así que Gojo terminaba comprándolo. Tsumiki se avergonzaba demasiado cada vez que recibía algo, ni ella ni su hermano estaban acostumbrados a tanto, e incluso se sentía algo culpable de que Gojo derrochara su dinero en ella, como si no fuera poco todo lo que ya hacía por ellos.

Pero para Satoru no era un problema, mucho menos cuando la niña se veía tan feliz, y atesoraba cada una de las cosas con tanto cariño.

Por eso aquella tarde que pasaron frente a la nueva academia de danza con el gran cartel de “inscripciones abiertas” y la emoción de Tsumiki fue evidente, no demoró en entrar a consultar.

—Tenemos que contarle a Saori. ¿Crees que sea como las clases que tomaba ella? ¡Oh, seguro que usan atuendos muy lindos en las presentaciones!

El peliblanco asentía ante su entusiasmo mientras leía los folletos que le habían dado en el mesón, revisando los horarios y diferentes cursos.

—Definitivamente le contaremos a Saori.

Porque a pesar de que ya tenía claro que le pagaría las clases a Tsumiki, de todos modos no podía tomar la decisión sin el consentimiento de Saori. Pero, así tuviera que negociar los términos, Tsumiki iba a tener sus clases de danza.

—Gojo, ¿podemos quedarnos un poquito a ver los ensayos, por favor?—preguntó, inevitablemente con aquellos ojos a los que Satoru no le podía decir “no”.

La pequeña ya se podía imaginar siguiendo la coreografía, usando un lindo atuendo en una presentación a la cual su familia iría a verla danzar. Y lo que más le emocionaba era pensar que tal vez algún día podría bailar tan lindo como Saori, y seguro eso las uniría más. No quería abusar de la buena voluntad de Gojo, pero era difícil no tentarse cuando él la incitaba más, dando por hecho que se inscribiría.

El poder de convicción de Satoru era bastante efectivo. Se comprometió a él ocuparse de ir a dejar y recoger a Tsumiki de las clases, y en ese tiempo libre aprovechaba de entrenar con Megumi.

Sin embargo, aquella semana estaba fuera de la ciudad, ocupado con misiones. A Saori, a cambio de trabajar una hora extra, le daban un tiempo para ir a retirar a los niños, dejar a Tsumiki en la academia y regresar con Megumi al trabajo.

El pequeño prefería quedarse ahí antes que tener que pasar ese rato en casa de la señora Tanaka, arriesgando sus mejillas a los apretones de cariño que le daba. De todos modos, Saori le dejaba quedarse en el cuarto de descanso y podía avanzar con sus tareas, y tras terminar la jornada, se iban a casa.

Pasar tiempo a solas con Saori era muy relajante. Ambos se sentaban con sus libros en silencio. Él avanzaba en lo suyo mientras Saori hacía sus trabajos de la universidad, pero siempre estaba preguntándole si necesitaba ayuda. Era mucho mejor que hacer las tareas junto a Gojo, quien estaba distrayéndole cada que tenía oportunidad.

Cuando les sobraba tiempo libre mientras esperaban que las clases de Tsumiki terminaran, se sentaban en el sofá a leer un libro. Saori lo leía para él mientras lo acurrucaba en sus brazos, y cada ciertos párrafos lo incitaba a leer para mejorar en ello.

—¡Cada vez lees más rápido, Megumi-chan! —se emocionaba ella, aunque el progreso fuese el mismo que el día anterior.

Le gustaban aquellos momentos donde Saori lo mimaba, y sus palabras de aliento le llenaban el corazón. Incluso si él no podía notar la diferencia, y creía que Saori solo decía eso para hacerle sentir mejor, otra parte de él se convencía de su progreso y quería continuar con el solo fin de que ella estuviera orgullosa.

Co-parenting || Satoru GojoOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz