¿Cuánto más vas a esperar?

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Había aceptado el turno de último momento para compensar que el fin de semana no estaría en Saitama.

Y no le importaba. Solo podía pensar en regresar a Hitachi.

El Fūryūmono era una de sus cosas favoritas así que estaba demasiado entusiasmada por poder compartir aquel espectáculo y experiencia con Megumi, Tsumiki y Satoru.

Terminó de empaquetar el pedido para llevar y se dirigió al mesón.

—Señor Yamashita —sonrió amablemente—. Supe en seguida que era su pedido.

El anciano sonrió mientras le entregaba el comprobante.

—Me delató el curry, ¿verdad?

Saori rió un poco y asintió.

—Aunque esta vez lo pidió con menos picante.

Él hizo un leve gesto con su cabeza, haciendo referencia a la niña que le acompañaba. La pequeña sonrió tímidamente.

—Aún no desarrolla el paladar de su viejo abuelo.

—Se necesitarían más de dos vidas para poder desarrollar tal resistencia —bromeó.

Ambos rieron y el abuelo asintió tomando el paquete.

—¿Estás trabajando horas extras nuevamente? —le preguntó con una pizca de preocupación—. Si te sigues esforzando tanto, te vas a enfermar.

—Bueno, casi siempre me llaman para cubrir el turno porque vivo más cerca —explicó Saori—. Además, iré a Hitachi este fin de semana, así que, el cansancio valdrá la pena.

Una enorme sonrisa se había dibujado en el rostro de Saori. El anciano asintió de igual modo.

—Ah, me alegro mucho, Saori. Espero que disfrutes. Te lo mereces.

—Muchas gracias, señor Yamashita. Tengan un buen día.

Él asintió con una sonrisa, devolviéndole las palabras, mientras se retiraba junto a su nieta.

Cuando terminó su turno, regresó a casa, pensando en las cosas que debían alistar antes del viaje. Sentía que había demasiado que hacer y muy poco tiempo para ello.

Se retiró los zapatos y desató su cabello tras colgar su chaqueta. Se estiró un poco. La espalda la estaba matando después de todas esas horas sirviendo mesas, y estando de pie. No tuvo que adentrarse demasiado en la casa para escuchar la música proveniente del salón, pero la escena que encontró al estar parada frente a ellos, era algo que no habría imaginado.

Tsumiki estaba subida en una de las sillas del comedor, sosteniendo un escobillón a modo de micrófono, mientras que Satoru sostenía otro, simulando tocar una guitarra. Estaba con las rodillas en el suelo, levemente inclinado hacia atrás, sus dedos pulsando cuerdas inexistentes mientras hacía un exagerado rasgueo al aire. Ambos enfocados en un show de karaoke, dándolo todo, al ritmo de la música.

—Es mi solo. ¡Megumi! —escuchó a Satoru.

El pequeño, quien, a juzgar por su rostro, había sido obligado a sostener dos linternas, enfocó la luz en Satoru.

Saori rió despacio y se recargó en la pared a observar el espectáculo, y cuando la música cesó, aplaudió con una sonrisa.

—¡Saori! —La saludó rápidamente Tsumiki—. Estamos haciendo karaoke, ¿quieres cantar?

La niña ofreció su escobillón, como si le estuviese cediendo el micrófono.

La mayor hizo una mueca mientras negaba con la cabeza, levantando la bolsa que traía en sus manos como excusa.

Co-parenting || Satoru GojoWhere stories live. Discover now