CAPÍTULO 19

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El resto de la tarde y su picnic con Leandro, fueron entretenidos. Después de que habían decidido dejar el tema de Lautaro por un rato, todo se había vuelto mucho más relajado y Alma se permitió volver a disfrutar de la compañía del número cinco, tal y como lo hacía antes de su malentendido. Él siempre tenía muchas anécdotas interesantes y divertidas para contar y era imposible no sentirse intrigada por las cosas que le pasaban.

Sentía que el jugador también estaba poniendo de su parte y haciendo el esfuerzo para que tuvieran la misma relación que al principio. Lo notaba genuinamente apenado por la actitud que había tenido con ella y estaba intentando revertirlo no solo con palabras sino también con acciones, algo que ella apreciaba.

Había empezado a oscurecer cuando optaron por volver a entrar a la Universidad. Sabían que no faltaba mucho para que tuvieran que ir a comer y ella le había prometido al número veintidós que hablarían. Se sorprendió en el momento en el que Leandro la acompañó hasta su piso y se frenó delante de la puerta de Lautaro.

—Tenés razón —le dijo con una sonrisa un poco triste—. Creo que lo mejor sería que hablemos.

—No hace falta que lo hagan ahora igual —aclaró Alma—. Capaz no tenés ganas de intentar hablarlo ya y está perfecto. Yo solo lo sugerí...

—Lo sé pero si no lo hago ahora, siento que van a pasar los días y no quiero que terminemos nuestro mundial peleados —confesó—. Solo espero que acepte hablar conmigo.

—Yo creo que sí...él también lo necesita.

Leandro tocó la puerta de su amigo y la miró.

—La pasé muy bien hoy —saludó—. Nos vemos en la cena, si es que Lautaro no decide matarme y esconder mi cuerpo —jodió y ella se acercó en un impulso hasta que quedaron cerca el uno del otro.

La miró confundido cuando arrimó sus labios a una de sus mejillas y depositó un beso con cariño. Alma no sabía exactamente por qué lo había hecho pero no se arrepentía en lo más mínimo.

—Hasta la cena entonces.

Saber que estaban hablando literalmente en la habitación de al lado pero no poder escuchar nada de lo que decían, la estaba poniendo igual de nerviosa que ir a ver los partidos a la cancha y Alejo lo notó, por lo que intentó distraerla contándole cómo había sido su tarde con los chicos. Lo único que la tranquilizaba un poco era el hecho de que no se escuchaban gritos así que, suponía que no estaban peleándose (al menos no todavía). Con suerte, estaban pudiendo tener una conversación medianamente normal y escuchándose el uno al otro.

Miraba la hora en su teléfono y cómo se acercaba el momento de bajar a cenar y no podía concentrarse en lo que su mejor amigo le estaba contando. Quizás hubiera sido mejor que primero hablara ella con el jugador porque, después de todo, él quería que hablaran pero si Leandro pensaba que ese era el momento correcto para hacerlo, tampoco podía impedírselo.

Vio que Alejo escribía algo en su celular y a los diez minutos, Paulo apareció por la puerta de la habitación con una sonrisa y dos latas de cerveza escondidas, de una manera horrorosa, debajo de su remera.

—¿Qué hacés acá y con eso? —sonrió Alma, señalando las bebidas.

—Ale me pidió que viniera porque te estás haciendo la cabeza por el problema que tienen Lean y el Toro —respondió tranquilo y se sentó al lado suyo en la cama.

Sabía que existían muchas posibilidades de que Dybala ya supiera por qué estaban peleados pero a la vez, había un mismo porcentaje de probabilidades de que Paredes, aunque fuese muy amigo suyo, hubiera decidido guardarse los motivos para sí mismo. Después de todo, ella tampoco tenía el panorama completo. Lo único que tenía claro todo el mundo, porque era bastante evidente, era que estaban enojados entre sí.

Un mundial diferente | Lautaro MartínezWhere stories live. Discover now