CAPÍTULO 13

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Se sentía muy mal y aunque había estado toda la tarde esperando que se le pasaran el dolor de cabeza y las náuseas, no lo había logrado. Así que, ahora estaba sola en su habitación, viendo el partido contra Polonia desde su cama. Alejo había insistido para quedarse y no dejarla sola pero no quería privarlo de disfrutar del mundial en el estadio.

Era la segunda vez en la competencia en la que Mac Allister era titular y la primera vez que Enzo y Julián empezaban jugando y Alma estaba muy feliz de ver al nueve y al veinticuatro, brillar de la manera en la que lo estaban haciendo. Al principio del partido, no había habido goles pero ya en la mitad, Alexis había abierto el marcador para alivio de todos. Cada vez que tenían que disputar un partido, tanto ella como su mejor amigo y los jugadores, se ponían nerviosos porque temían que la suerte no los acompañara y que, aunque hiciesen su mayor esfuerzo, no lograran ganar. El único que no parecía tener ese problema, era Emiliano que dormía tranquilo y jodía hasta el momento en el que tenían que irse al estadio. En parte, agradecía que fuera así porque se notaba que le transmitía un poco de confianza al resto.

El partido estaba cerca de los setenta minutos cuando le empezaron a llegar mensajes del grupo de la facultad. Para su sorpresa, habían empezado a subir las notas y tenía miedo de fijarse la suya porque varios habían desaprobado. Prendió su computadora, sin dejar de prestarle atención a la televisión por si pasaba algo más y entró al campus.

No quería desaprobar pero sentía que ya ni siquiera era por la nota en sí, sino porque no iba a poder aceptar el hecho de que si eso pasaba, tendría que volver a Buenos Aires. No quería irse, no poder ver a los chicos jugar, no poder terminar de disfrutar del mundial en vivo, levantarse y no desayunar con ellos, no salir a recorrer con su mejor amigo pero sobre todo, alejarse de él. Tenía miedo de lo que podía pasar si ella tenía que irse. Lautaro le había dicho que quería disfrutar de pasar tiempo con ella al menos hasta que su mundial se terminara y cada uno tuviera que volver a su vida y dejar de verse. El problema era que, si por culpa de que había desaprobado el trabajo tenía que tomarse un vuelo a Argentina, ya no se verían más. ¿Y si el número veintidós, en la euforia de toda la competencia y sin ella al lado, se olvidaba de que existía prácticamente? ¿Y si estando solo devuelta se daba cuenta de que lo que había hecho era un pelotudez y no se volvían a hablar?

Contó hasta tres y apretó a donde estaba escrito su nombre. Enzo le acababa de hacer un pase a Julián que había terminado en un gol por parte del número nueve pero en su mente, eso había pasado a un segundo plano. No podía dejar de ver la pantalla en donde al lado de su apellido había escrito un tres. Todo el esfuerzo que había hecho y todo el tiempo que le había llevado, habían dado como resultado un tres. No terminaba de procesar lo que estaba leyendo porque, si bien siempre tenía miedo de desaprobar, en el fondo estaba segura de que su trabajo estaba bien. Quizás el profesor no consideraba que se merecía un diez pero un tres sobrepasaba el rango de posibles notas que había creado en su mente.

Tenía que irse a Buenos Aires, probablemente sola porque no iba a cagarle el mundial a su mejor amigo. Esperaba que Alejo se quedara y disfrutara por los dos, de esa experiencia única.

Sintió un vacío en el pecho y un nudo en la garganta que le dificultaba respirar bien. En la televisión, todos los jugadores estaban festejando el gol de Julián, ajenos a lo que le acababa de pasar. Quería celebrar y alegrarse por la victoria que estaba logrando su país pero no tenía fuerzas. Su malestar previo se había mezclado con el actual y solo pudo mandarle un mensaje a Alejo.



Alma:

Ale, desaprobé el trabajo

Un mundial diferente | Lautaro MartínezWhere stories live. Discover now