CAPÍTULO 9

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Alma y Alejo estaban viendo a los chicos entrenar porque al otro día, tenían que enfrentarse contra México. Todos parecían estar demasiado relajados según su opinión teniendo en cuenta que, de ese partido, dependía el mundial de Argentina. A ella ni siquiera le tocaba jugar y no podía evitar sentirse ansiosa por todas las cosas que podían pasar al día siguiente.

Scaloni les daba indicaciones y anotaba cosas mientras el quipo hacía un partido a modo de práctica. Cada tanto podía ver como Lautaro desviaba su vista hasta donde estaba sentada y le dedicaba una sonrisa camuflada o le guiñaba rápido un ojo.

Desde la conversación que habían tenido hacía dos días, en donde se habían confesado lo que les pasaba, todo había fluido muchísimo mejor entre ellos: el número veintidós solía tocar la puerta de su habitación, siempre encontrando una excusa para hablar con ella y besarla. Cada vez que Alejo abría la puerta y lo veía parado en el pasillo, sonreía con complicidad y los dejaba solos.

En teoría, nadie además de ellos, Paulo y Ale, sabía sobre lo que estaba pasando entre los dos pero Alma estaba segura de que la mayoría lo sospechaba y no decía nada. Solo los miraban de reojo, intentando ser disimulados y a veces susurraban cosas para que no los escucharan. No creían que pasaría mucho tiempo antes de que alguno se animara a preguntarles qué pasaba entre ellos y tanto Lautaro como Alma, habían estado apostando cuál de todos los jugadores sería.

El número veintidós ya no buscaba ignorarla o no hablarle, aunque cuando estaban en público mantenían un poco las distancias por las dudas. Ella todavía estaba intentando entender bien, qué era lo que pasaba exactamente entre los dos y si funcionaba que empezaran a compartirse sus cosas y su tiempo por lo que, no querían hacer público algo que ni siquiera existía con solidez.

—Ah, me olvidé de avisarles —habló Scaloni cuando terminó el entrenamiento—. Hoy es día de visitas así que, de tres a ocho van a poder ver a sus familias pero a las nueve ya tienen que estar libres para comer, sin excepción.

Todos sonrieron, saliendo de la cancha para ir a bañarse antes de almorzar. Alejo se fue caminando mientras hablaba con Otamendi y Alma decidió quedarse parada en su lugar, esperándolo a Lautaro que empezó caminar más lento que el resto a propósito, hasta llegar a ella.

—¿Cómo va? —preguntó el jugador cuando llegó a su lado.

Recorrió rápidamente con su mirada, los alrededores y una vez que no había nadie mirándolos, le dio un beso fugaz en el cachete.

—Bien, creo que más nerviosa que todos ustedes juntos...¿ya te dijo si vas a jugar?

—¿Lo decís por el partido de mierda que hice el otro día? —La miró con una sonrisa pero parecía triste.

—No me gusta que digas esas cosas...no jugaste horrible. —Alma buscó la mano del jugador y aunque al principio dudó sobre si hacerlo o no, decidió entrelazar sus dedos para reconfortarlo—. Preguntaba para saber cómo iban a ser las alineaciones y si voy a poder alentarte.

La mano del jugador apretó la de ella con cariño y la miró.

—Sí, voy a jugar —suspiró—. Juli está como suplente.

—¿Queda muy obvio si uso una remera con tu número?

—Probablemente sí, los chicos no te la van a dejar pasar esa —se rió y acercó su boca al oído de Alma—. Pero te quedaría tan linda que ahora quiero que todos vean que decidiste usar la camiseta que tiene mi nombre.

—Lo voy a pensar pero por ahora, creo que necesitás una ducha porque después va a venir tu familia y no los podes recibir todo chivado.

—Callate que seguro te resulto mucho más atractivo cuando estoy jugando todo transpirado. —Le guiñó el ojo y las mejillas de ella empezaron a tomar un color rosado.

Un mundial diferente | Lautaro MartínezWhere stories live. Discover now