chapter VI

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Maegor odiaba muchas cosas y a demasiadas personas; quizá Alicent se estaba convirtiendo en una de esas personas, y el feto en una de esas cosas. Su padre había querido que se casara con Alicent antes de que se notara más el embarazo de la Hightower; Maegor rechazó esa oferta. Rhaenyra debería gozar de planificar su onomástico a total libertad, extender la fiesta como quisiera o incluso gastar tanto como pudiera.

Maegor camina lentamente hacia su madre; odia admitirlo, pero Aemma era la mujer más importante en su vida. Ella era su estrella y Rhaenyra, junto a Laena, las pequeñas estrellas que brillaban igual de perfectamente alrededor de la mayor.

"¿Qué es lo que sucedió ahora, Maegor?" pregunta Aemma mientras come pequeños pedazos de fruta con total calma. El jardín se había convertido en uno de los lugares favoritos de Aemma.

"Nada, madre" murmura, molesto por la creencia de que solo la visitaba para quejarse con ella.

"Yo tenía razón..." dice juguetona su madre, haciendo que Maegor levante la mirada del vientre de su madre; estaba seguro de que esas ocho lunas habían sido las peores para ella. "Eres el heredero, cariño. Supiste tener paciencia."

Maegor suelta una risita burlona; ni siquiera había recordado esa charla. "Sí, madre, tuviste razón" concede él, robando un pequeño pedazo de fruta a su madre. La escucha soltar un suspiro.

"Crecen demasiado rápido..." murmura la reina, acariciando el rostro de su hijo, quien sonríe y recibe los mimos con gusto. "Ayer eras un niño que montaba guardia en la cuna de su hermana, y ahora, estás próximo a ser padre..."

"Ese niño no es mío" bufa, y ella ríe, dando un par de palmadas suaves en su mejilla.

"Te creo, cariño, pero tienes que fingir que sí lo es" le sugiere su madre, dando un par de palmadas a su hijo en el hombro. "Al menos hasta que puedas deshacer tu matrimonio..."

Maegor la escucha, reconociendo que tiene razón; tenía que actuar siempre y cuando ya tuviera la solución para las consecuencias. Laena y Rhaenyra llegan corriendo, ambas con sonrisas enormes que irradian su diversión.

"¡Mamá, Ser Cole aceptó enseñarme a usar la espada!" Maegor frunce el ceño; maldito Crispín, él podía enseñarle a su hermana a usar una espada.

Aemma parece saber a dónde va el hilo de los pensamientos de su hijo y dice, con una cálida sonrisa y fingida confusión, lo siguiente: "¿Y Maegor? ¿No es mejor que te enseñe él?"

La chispa de emoción de Rhaenyra se apaga lentamente, dándose cuenta de que había estado siendo grosera con su hermano por sus fantasías infantiles con su escudo jurado. Se acerca a Maegor, sentándose a los pies de este.

"¿Me enseñas?"

"No soy una segunda opción, Rhaenyra" murmura él, concentrado en las trenzas de su hermana; su vestido de color lila resaltaba lo blanca que era su piel.

"No estoy diciendo que lo seas" se defiende la chiquilla, igualmente detallando a su hermano; la parte superior de una armadura con el emblema familiar, como siempre.

"Literalmente llegaste gritando que Crispín te enseñará, y ahora me pides que yo te enseñe." Bufa Maegor, divertido.

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Entre risas y regaños de su madre, Maegor finalmente abandonó los jardines. Caminó hacia Mushu mientras un joven muchacho le explicaba que el dragón ya había sido alimentado y ensillado.

El príncipe acaricia las escamas de su dragón, sonriendo; Mushu era de un color rojo fuerte, mucho más que el de Caraxes, sus alas, extendidas, eran majestuosamente grandes. Maegor adoraba a Mushu, y Mushu adoraba a Maegor. El peliplateado camina hacia donde termina el cuerpo del dragón, bastante largo para las condiciones en las que vivía.

Maegor is back Where stories live. Discover now