Capítulo 30

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No había vuelta atrás. Este era un camino de no retorno tal como la Gran Diosa había dicho. Si tomaba esta decisión no podía retractarme luego y salir huyendo despavorida. Los Dioses pondrían su propia energía en juego para ayudarme a llegar al nido. Si llegara a darles la espalda no solo la posibilidad de encontrar a mi padre o construir un futuro con Urian se desintegrarían, sino millones de vidas caerían en las garras y fauces de criaturas de las tinieblas. Sin embargo, esa verdad no ayudaba a hacer más fácil de sobrellevar el aplastante peso de esa misión. Peor, cuando Urian se enterase del engaño. Intenté no atraer ese tipo de pensamientos, pero lograban colarse de una u otra forma, abriendo un agujero en mi estómago.

Le informé a Dysis que Urian no podía saber la verdad completa de la misión al nido. Él no lo permitiría, no después de cómo lo vi desmoronarse frente a mí en aquella sala de oración en el templo. Estaba segura que él mismo me arrastraría hacia un barco para desaparecer lo más lejos de toda aquella devastación con tal de mantenerme segura. Lo entendí; tener que escoger entre sacrificar la vida de un ser amado por cientos de desconocidos era muy difícil. Poner ese peso en su corazón era injusto. Preferí pasar nuestras últimas horas en paz, juntos, antes de tener que enfrentar el día decisivo. Aferrarme a esos recuerdos luminosos cuando ya no estuviese a mi lado en lugar de conservar tristeza y dolor. Su familia, la de Regis, así como tantas otras que eran inocentes... no podría salvarlos a todos por mucho que él lo intentase. Escapar nunca fue la solución, sino un espejismo con el cual auto engañarse. Además, si todo iba bien, un mundo de infinitas posibilidades se abriría ente nosotros y no solo tener que conformarnos con ser arrastrados hacia un fatídico final que solo conducía a algo peor que la muerte. Había esperanza, quería creerlo.

Vi en la mirada de Dysis que no me juzgaba por mi decisión, sino que la comprendía. Respetó mi voluntad y eso fue suficiente para soltar parte de la tensión acumulada. Urian me perdonaría, eventualmente. Sabía que sería devastador para él una vez conociese la verdad. Sin embargo, todo estaría bien una vez que regresara con él. Porque fracasar no era una opción. No para mí ahora que tenía mucho más por lo que valorar y vivir mi vida.

-Recuerda Ylenia – Dijo Dysis en tono contundente, sus ojos dorados dos llamas incandescentes en medio de la oscuridad –, la verdadera batalla no será contra esos espectros sino contigo misma, con tu propia sombra. En ese lugar aflorarán los rincones más oscuros de tu alma. Deberás ser fuerte para resistir y mantenerte en tu centro, en tu corazón. No importa lo que veas, no importa lo que escuches, que tu ancla sea firme y más profunda para sostenerte en tu luz. Que la tormenta no te sacuda, sino que pase a través de ti.

Absorbí cada consejo como si fuese una esponja de mar. Necesitaba toda la ayuda y luz posible a la que recurrir cuando ingresara a aquel lugar de obscuridad absoluta. Esa sería mi ancla, mi fuerza, mi aliento.

Se hicieron todos los arreglos correspondientes para embarcarnos hacia las montañas de Skalas. Llegar por mar sería mucho más rápido, además que el camino por tierra era demasiado peligroso y desigual. Algunos soldados enviados hace años a esa zona hablaban de grandes derrumbes que bloqueaban el camino en ascenso hacia la cima, como enormes gigantes de piedra que custodiaban la entrada. Por mar, un brazo de tierra nos conectaría hacia una playa de arena dorada que sería el punto donde atracaríamos para luego internarnos hacia las montañas por distintos extremos.

A la mañana siguiente Dysis convocó a toda la ciudadanía a las afueras del templo para dar un comunicado a toda la población. Egan y Adara flanqueaban a su hermana como dos pilares de suave luz dorada que se fusionaban a la de ella. Yo permanecí a una distancia prudente junto a Urian y Regis para no dar más de qué hablar, aunque podía percibir los parloteos que circulaban entre las personas, así como las miradas indiscretas en nuestra dirección, a espaldas de la Gran Diosa.

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