Capítulo 24

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Blanco.

Deslumbrante.

Pacífico.

Era una sensación difícil de describir pues me sentía desconectada de todo aquello que alguna vez me causó tanto dolor. Era simplemente como un viejo y difuso recuerdo que se iba diluyendo cada vez más. Solo existía el ahora, ese instante de plenitud, de estar suspendida en la nada, ingrávida. Me sentía liberada de toda atadura, mi espíritu somnoliento después del sueño más largo que había tenido nunca. Era como despertar a una realidad completamente maravillosa donde todo era perfecto.

Sentí que olvidaba algo importante, pero no podía recordar de qué se trataba.

De todas formas, quizás no importaba; allí me sentía en una calma tan exquisita que no quise que nada quebrara aquel momento de quietud.

-Abre los ojos, pequeña - Susurró una voz cálida y suave – Tu viaje aún no concluye, el verdadero despertar aún está lejos.

No. No quería irme de allí. No quería que me arrancaran de esa placidez para lanzarme a lo desconocido.

Aquella voz encontró divertida mi negativa.

-Hay quienes esperan angustiados por ti.

No, no tenía idea de qué estaba hablando.

-Me parece que nuestra elegida no cederá tan fácilmente. ¿No podríamos esperar un poco?

Otra voz.

-Debe regresar, lo sabes. Quisiera que siguiera disfrutando de esta calma, pero se le necesita.

-Ya basta - Interrumpió una tercera voz, más firme. Algo tocó mi frente, como si fuese una gota tibia de luz – Abre los ojos.

Desperté abruptamente y me hallé dentro de un tubo de luz dorada, flotando a centímetros del suelo. Sin embargo, lo más impactante de todo fue la silueta que estaba allí dentro conmigo en esa cascada de luz que descendía desde el cielo. El brillo era cegador por lo que me vi obligada a entrecerrar los ojos, siendo aun así muy difícil mirarla directamente. Todo su cuerpo brillaba en luz.

La luz comenzó a atenuarse y mi cuerpo tocó el suelo, ligero como una pluma, sorprendiéndome al sentirme restaurada en mis fuerzas. La figura que estaba parada frente a mí fue cobrando detalles a medida que la luz se extinguía. Fue entonces que contuve la respiración, incapaz de creer lo que estaba viendo; de a quién estaba viendo. La innegable certeza que me golpeó con fuerza en el pecho.

-Dysis - Susurré, con voz estrangulada.

La Gran Diosa Dysis se encontraba frente a mí en carne y hueso.

Incrédula, miré boquiabierta a la poderosa mujer cuya estatua detrás suyo palidecía en comparación. De hecho, parecía un insulto a su versión real. Era demasiado deslumbrante, y el aire a su alrededor parecía latir con el pulso del aura sagrada que emanaba, con la ferocidad que vi en el oro líquido de sus ojos, su fuerza misma; y ella, sabedora de lo poderosa que era, no iba a pretender ser nada menos. Tenía un porte majestuoso que me hizo sentir diminuta. Un brillo dorado suave seguía adherido a su piel aceitunada como un recordatorio constante de que te encontrabas ante un ser divino. Su largo cabello de ébano caía en rizos definidos y lustrosos, manteniendo ese mismo brillo tenue de color dorado. Un vestido de gasa blanca se amoldaba a su figura curvilínea, decorado con topacios que hacían juego con el color de sus ojos.

Su atención estaba puesta en mí, atravesándome, evaluándome de una forma distinta a cualquier otra persona; como si en lugar de intentar descifrarme, ya tuviese todas las respuestas y solo estuviese encajando las piezas de lo que ella sabía con lo que estaba viendo en mí en ese momento. Las llamas de sus ojos se suavizaron ligeramente, pero cuando hizo un barrido a nuestro alrededor, recordándome de golpe dónde estábamos, se oscurecieron a un tono tostado.

Almas de Sombra e IlusiónWhere stories live. Discover now