Capítulo 20

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Las semanas que pasamos viajando de una región a otra fueron extenuantes. A pesar de que nos alojamos algunas noches en mansiones de grandes nobles, nunca me pude sentir cómoda con tantos ojos observándome. De hecho, aprecié mucho más los momentos fugaces de soledad que encontraba al acampar al aire libre. Las noches de primavera eran frescas y agradables, con alguna que otra lluvia repentina. El clima mediterráneo brindaba más días de sol que fuertes inviernos encapotados como había escuchado que ocurría en otros países del continente. Me gustaba ver la forma en que se transformaba la naturaleza para abrirse a la vida. La lluvia regaba los campos y el sol daba la fuerza para que crecieran esas semillas.

Un par de veces nos pillamos con un chaparrón que duró un día completo para amanecer al siguiente un cielo limpio y brillante. Lo que ensombreció mi ánimo fueron dos avistamientos de Marionettes que perdimos, precisamente a uno de ellos en aquella torrencial lluvia; el otro, no alcanzó a ser sometido cuando se lanzó encima de uno de los caballeros y este mismo, lleno de pánico, clavó su espada en el pecho de la criatura. Además de eso, las cuatro ocasiones que intenté infiltrarme en la tienda de Lucario para robar el dispositivo fueron infructuosas. En dos de ellas cuando quedó a solas su tienda durante unos minutos no pude encontrar el pequeño objeto por ninguna parte. Después me reprendí internamente por no tomar alguno de los cuchillos que vi encima de una mesa pequeña. En mi tercer intento un caballero entró justo a la tienda de Lucario a los pocos segundos de yo haber ingresado. Me apuntó con su arma y me exigió le dijese qué estaba haciendo allí. Me inventé la excusa de que necesitaba hablar de algo muy importante con su capitán, que me di cuenta que no estaba y volvería en otro momento. Afortunadamente no me obligó a esperar allí con él. Sin embargo, al día siguiente, juré ver a Lucario dejar su tienda y alejarse hacia el lado este del campamento. Cuando entré a la tienda, lo encontré sentado cómodamente en una silla con una pierna cruzada encima de la otra y una sonrisa depredadora en su cara. Solo entonces caí en cuenta que fue una trampa y mandó a alguien diferente, vistiendo su uniforme fuera para engañarme.

-Supe que me hiciste una visita sorpresa – Sus ojos examinaron mis manos atadas porque, por supuesto, siempre me mantenían lo más controlada posible – Reconozco que me sorprendió un poco el que vinieses de buena gana a la cueva del lobo – Se quitó su chaqueta azul marino, quedándose en camisa. Sus dedos fueron hasta el gemelo derecho – Luego me pregunté qué podría atraer a una frágil oveja hasta aquí - Sus ojos me sonrieron con malicia mientras sujetaba entre sus dedos el dispositivo a la luz de una vela – La promesa de la libertad.

Retrocedí hacia la salida cuando se puso de pie, queriendo intimidarme con su presencia, pero lo único que me preocupaba era lo descuidadamente que sostenía algo tan peligroso. Claro, no era su cuerpo el que sería chamuscado si accidentalmente lo presionaba o se caía al suelo.

-Esto, torpe e ilusa criatura, es tu salvación y tu perdición. La llave que te puede liberar de ese collar, o la llave que te enviará al infierno de donde saliste.

No había palabras que sirvieran con un aborrecible ser como él. Di media vuelta, pero su mano se cerró alrededor de mi bíceps.

-No quiero volverte a ver husmeando por aquí. Odio a las ratas casi tanto como a la plaga de tu propia especie. Atrévete a jugar con el lobo y prepárate para recibir la mordida de un buen golpe eléctrico.

No volví a intentar infiltrarme, Sin embargo, esperaría el momento. No me rendiría en mi deseo de alcanzar mi libertad.

Seguimos avanzando por el país en dirección noreste. El verano estaba cerca, así como el fin de nuestro viaje.

Cuando llegamos a Palis un contingente nos estaba esperando a las puertas de la ciudad sagrada. Estos caballeros tenían una vestimenta diferente a los de la guardia del emperador, aunque iban igual de bien armados. Túnicas de color blanco ceñidas con un cinturón dorado al que iban sujetas sus relucientes espadas.

Almas de Sombra e IlusiónWhere stories live. Discover now