—¿Los traes contigo?

—No. —se rasca la nuca. —Quería invitarte a salir, en un pretexto por verte y entregarlos.

—Los chicos celebrarán mi cumpleaños... —suelta un suspiro. —Pero, quizá dentro de dos días puedas pasar por casa y dejarlos.

—Me refería a salir. —lo mira y Nick también lo hace. —En una cita.

Patrick tiene los ojos más azules que jamás haya visto, pero no era ese tipo de azul normal, sino más bien como gris, como si tuviera un iceberg en ellos.

—No es la primera vez que me propones una. —y tampoco la primera que lo rechaza.

—Y debes saber que no será la última.

—Patrick, yo no estoy listo para intentarlo. —se aparta, intentando establecer su espacio personal de nuevo. —No quiero que sigas con la esperanza de que cambie de opinión.

—Debía intentarlo. —sonríe. —¿Si no lo intentas cómo puedes rendirte?

—Lo siento muchísimo. —sujeta sus manos. —Te mereces a alguien increíble, no deberías estar perdiendo el tiempo con alguien como yo.

—Oye, entiendo que no te guste ni siquiera un poco, pero ¿Alguien como tú? —los dedos del alfa lo sujetan por la barbilla. —Eres lo mejor que le podría pasar a alguien.

Antes creía que sería imposible que alguien lo quisiera, luego, había llegado alguien con la misma intensidad y terquedad que él, pero así como llegó se fue... No quiere volver a experimentar ese sentimiento que deja el desamor.

Se había sentido merecedor de todo dentro de una jaula en la que lo habían encerrado y ahora que era libre no quería una atadura.

El rostro de Patrick ha dejado de estar a metros de distancia, lo tiene a centímetros y puede sentir su respiración, tiene los ojos cerrados y toda la intención de besarlo, quiere empujarlo, pero hay muchas personas y algunas los están mirando, no quiere una escena. Siente que la respiración se ha cortado y cuando los labios del alfa están a nada de los suyos la puerta del restaurante se abre y Celia atraviesa la puerta en compañía de Gilbert.

El tiempo pasó en cámara lenta o, al menos así lo percibió. Primero Celia chocando accidentalmente con el alfa, haciendo que se incorporará e interrumpiendo el momento romántico que se había creado solo, luego Gilbert se sienta frente a él y llama a la mesera para pedir algo, y por último, Patrick disculpándose y saliendo del restaurante.

Sus mejores amigos le piden una explicación que se niega a dar, porque la situación ya es demasiado tensa y su mente ya tiene suficiente caos como para explicarles que el alfa lo iba a besar ¿A la fuerza? Y él no había tenido la mínima intención de impedírselo.

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Su cumpleaños llegó más rápido de lo que hubiera deseado. Dos golpes en la puerta lo despertaron, porque irónicamente ese día pudo permanecer dormido hasta tarde, los ignoró hasta que se volvieron constantes.

Bajó las escaleras con prisa, porque tal vez era una urgencia. Llevaba el cabello alborotado y casi estaba semidesnudo; un short negro, corto, cubría su zona íntima.

Celia lo empujó, atravesado la puerta.

—¡Feliz cumpleaños! —le dio un beso en cada mejilla y luego lo abrazó con fuerza.

—¡Felicidades! —Gilbert la siguió, sonriente, con lágrimas en los ojos. Sujetaba dos globos entre sus manos y llevaba un sombrero de cumpleaños sobre su cabeza. —Dios mío, como te amo. —lo abrazo, apartando a Celia.

—¡Felicidades! —Sasha, su madre e Ivy atravesaron la puerta.

El niño iba dentro de la carreola y sobre el pasamanos estaba un pastel casi completo. Ivy tenía las manos manchadas de betún y su nariz, mejillas y cabello estaban cubiertos del mismo.

—¿No se habían ido? —pregunto cuando las omegas se unieron al abrazo.

—¿Cómo nos vamos a ir un día antes de tu cumpleaños?

—Jamás nos perderíamos uno. —su madre lo mira con tristeza y le sonríe.

Sí que se habían perdido uno.

—El pastel venía completo. —Gilbert se encoge de hombros. —Pero Ivy tenía hambre.

—Hay otro pastel en la camioneta. —Celia aclara.

Mira al niño aun en la puerta y cierra los ojos. Hay pastel en la entrada, sobre su ropa y en la carretera. Una imagen adorable, si se lo preguntan, pero desastrosa.

—Es mi cumpleaños. No voy a limpiar eso yo.

—También es tu hijo. —Gilbert recalca.

—Lo es, pero tiene dos padres más y dos abuelas lindas que están a cargo.

Se quedan en casa hasta el almuerzo, luego se despiden. No hay lágrimas de tristeza en los ojos de nadie, bueno de Ivy sí porque tiene sueño, pero nadie más. Saben que no es una despedida y están tan acostumbrados a esa rutina que simplemente cruzan por la puerta y lo dejan solo.

Hay regalos en el suelo y basura la cual Celia se ha comprometido a limpiar en cuanto se terminé la fiesta, por lo que la deja irse a arreglar.

Su madre, la madre de Gilbert y el niño se van rumbo a Los Ángeles. Y él se recuesta un poco antes de comenzar a arreglarse.

El plan de Gilbert era simple, cansado y en menos de una hora.

Debían verse en la playa donde al parecer tendría lugar una competencia de surf. Luego buscarían que comer y nadarian un rato, esas dos no tenían un orden. Y al final, irían a un pequeño bar al centro de la ciudad, su lugar favorito en karaoke y bebidas alcohólicas, donde no tenían límite de tiempo, así que seguro la fiesta no terminaría ese 29 de septiembre.

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Maktub •Taynic Galikhar•Where stories live. Discover now