Capitulo 5

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Checo tenía hambre; una concha y una taza de café no podía saciarlo. Abandono a su padre en el garaje y entró a la cocina. Su tía Lizzi tejía en la sala con tanta construcción, que ni si quiera lo vio pasar. En la cocina, Checo localizó la charola de chochas arriba del refrigerador ; esa era obra de su madre, seguramente le pidió a Max que la pudiera ahí, para que el pelinegro no las alcanzara. Pero no contó que Checo Never give up.

Checo se frotó las manos como mosca y comenzó a tararear la canción de misión imposible mientras de deslizaba por la cocina, tomaba una silla y la colocaba frente al refrigerador. Puso un pie sobre la silla, luego el otro y se estiró para alcanzar la caja. Pero ¡Oh sorpresa! La caja estaba un poco hacia tras, lo que le impedía tomarla.

-Puta madre- murmuró dejando atrás su canción. Se paró de puntillas y se estiró un poco más. Hijo de su madre, se había encargado de ponérsela difícil; aunque la de la idea debió a ver sido su mamá, no podía maldecirla a ella. Recuerda que una vez de chiquito, se le salió una maldición enfrente de su mamá y como castigo, le lavó la boca con jabón.

Checo se dió cuenta que la silla se empezaba a resbalar sobre el piso pulido de la cocina.

-¡Checo! ¡¿Qué haces?! -

La voz de su madre lo asustó, giró bruscamente y la pata de la chilla chirrió. Checo ya anticipaba el golpe que se llevaría, pero no llegó, mágicamente se encontraba en los brazos de Max .

-¿Estás bien?

Checo asintió, y ambos suspiraron aliviados. Pero una amenaza más grande se acercaba a espaldas de Checo.- ¡Sergio Michel Pérez! ¡¿Cuántas veces te he dicho que no te subas a las sillas así?!


Checo, como un rayo, puso a Max entre él y su madre.


-Mamá, ya no tengo seis años!

-Pues no te comportes Como si los tuvieras

Max no pudo más que reír y dejarse jalar por Checo, quien se escondía de su madre. La salvación vino de afuera, Unos pasos apresurados se dejaron escuchar junto con unos gritos infantiles. Marilú dejo la cuchara de madera, que había sujetado para darle un manazo disciplinario a su hijo, y se giro con una enorme sonrisa, Un cambio de animo, que hizo que Checo sintiera escalofríos.


-¡Abuela! - Gritaron los niños en Cuanto entraron a la cocina y se pegaron a sus piernas.


Detrás de ellos, venía Toño, quien, sin decir nada, cruzó la cocina por una taza de café. Checo salió de su escondite y sonrió.

-Un mal día, Toño? le dijo

Toño lo miró y luego, reparó en Max. -Quien es el?


Max estiro su mano para presentarse, pero Checo fue quien se la sujeto y quien también, lo presentó.


-Max Verstappen es mi novio.


Toño hizo una mueca, como si hubiera comido algo muy acido; y bebió de un trago su cafe.


-Te compadezco amigo, Checo es insoportable- le dijo Toño a Max

Checo sonrió y añadió con ironía -Por cierto, ¿dónde está tu esposa? En casa de sus padres de nuevo?-

-Checo! Toño! - la señora Perez  les lanzó una mirada de advertencia -Es Navidad, por favor.!

Ambos hermanos chasquearon la lengua, pero no agregaron nada más.

-Tio Checo! -los niños se acercaron para saludarlo - Iremos a tronar cuetes! Vamos a encenderlos!

-Si, si - Checo volteo a ver a Max, quien miraba a los niños con afecto

-Ah, les presento a su tío Max, también pueden molestarlo.

En ese momento Antonio entró a la cocina.

-Terminé!- anunció -Necesito una mano... ah,  Toño, llegaste.

-Abuelo! - los niños corrieron a saludarlo.

-Max, Checo, Toño ayúdenme a subir el trineo.

Max asintió gustoso, a diferencia de los hermanos que hicieron un mohín. Y fue, también, el que fue de más ayuda.

-¿De dónde lo sacaste?-le preguntó Toño a su hermano, al tiempo que escuchaba a Max y a Antonio  hablar de jazz, de ese antiguo jazz de los 40's que a Antonio tanto le gustaba. Papá te lo va quitar-se burló.

Checo rió.

-Te corroe la envidia-sentenció y, con cuidado, caminó sobre el tejado hasta alcanzar el brazo de su novio-Max, bajemos.

-Espera, Checo-dijoAntonio. Tenemos que probar el mecanismo. Toño, enciéndelo.

Con un suspiro, éste cumplió con la orden. Los renos comenzaron a moverse, las luces se prendieron y el Santa exclamó un ho-ho-hó.

-Perfecto. Es hora de ir por el tío Marcos.

-¿El tío Marcos?-preguntó Toño.

-Sí, hace una hora que llegó a la estación.

-¡Y lo dejaste ahí una hora!

-Tenía que terminar con esto-se defendió, Antonio.

Él y Toño bajaron del techo discutiendo. Max y Checo se quedaron junto al trineo viéndolos.

-Te dije que eran raros-dijo Checo.

Max sonrió.

-Ser raro no está mal.

-Max, oye, si quieres irte...

-No quiero y tampoco puedo. Le prometí a tu madre ayudarle con el pavo. ¿Por qué no nos ayudas?

-Yo no sé cocinar.

Max le rodeó los hombros con una brazo y le besó suavemente en la mejilla, antes de susurrarle en la oreja que si les ayudaba, le bajaría la caja de conchas de arriba del refrigerador.

Una hora después, mientras los sobrinos veían televisión; y su padre y hermano habían ido por el tío Marcos; Checo había sucumbido al chantaje. Llevaba puesto un mandil con ositos navideños y cortaba, como Dios le daba a entender, todo lo que Max o su madre le pedían. Le sorprendía la manera en la que Max había logrado encajar en su familia. Lo había hecho con tanta facilidad, que hasta le daba miedo. Lo miró. Estaba a un lado de su mamá, hablando y dándole tips sobre cómo hacer que el pavo no quedara seco. Sonrió sin saber por qué, o tal vez, si lo sabía. La idea de que Max fuera su novio comenzaba a permear en su mente. Sin darse cuenta, comenzaba a aceptar aquello como una realidad. Y, además, parecía que a Max, realmente, le gustaba Checo. Se lo decía con la mirada, con sus gestos, se lo decía con una sonrisa. Santa se había lucido, definitivamente. Aunque no recordaba haberse portado tan bien como para recibir semejante regalo. Sonrió y, al hacerlo, se cortó con el cuchillo un dedo.

-¡Auch!

-Checo, cuidado-su madre corrió a verlo-¿Cuántas veces te he dicho que no te distraigas mientas trabajas?

-Má, no tengo seis años-le recordó Checo, una vez más.

Pero su madre no lo escuchó, salió disparada en busca de un antiséptico. Checo se chupó el dedo para detener la pequeña hemorragia con su saliva.

-Déjame ver-le pidió, Max.

-No es nada-dijo, pero aun así le tendió la mano. Era un corte muy pequeño. -Te dije que no sabía cocinar.

-Lo siento.

-No, no importa. Mientras me des mis Conchas.

Max le sonrió y antes de que Checo pudiera hacer algo Un beso breve y sencillo, pero que electrizó cada célula de su cuerpo.

-Así que es verdad-el tío Marcos había llegado-¡Por fin quedarías a vestir santos, Checo!

-Ja- ja que gracioso, tío.


Thanks Santa Claus ( Chestappen)Where stories live. Discover now