5. Sigma Alpha

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Sara

Entro sin llamar a la puerta, con ganas de golpear algo, cualquier cosa. O quizás tan solo sean ganas de golpear al estúpido de Alex y a su sonrisa bonita.

Me había hecho daño en la mano al darle la bofetada, pero había merecido la pena con tal de ver su cara de sorpresa, enfado e ira. En ese orden.

Cierro la puerta haciendo ruido a mis espaldas y Max levanta la cabeza desde donde se encuentra sentado, un sofá mugriento que en algún momento debió de ser de color rosa palo.

—¿Sara? —Me pregunta sorprendido.

Levanto una mano para que no siga haciendo preguntas.

—¿Me puedes explicar qué diablos estabas pensando para hacer esto? —Intento calmarme a la hora de pronunciar las palabras, pero a Max no se le escapa una.

Me cruzo de brazos y respiro hondo.

—Me seguiste. —Deduce mirándome a los ojos. —Joder, Sara. Se suponía que tú nunca ibas a...

—¿A qué, Max? ¿A seguirte? ¿A enterarme? —Me paso una mano por el pelo y doy un paso hasta él, con decisión. —Lo sospeché desde tu mentira de la semana pasada, cuando me dijiste que los moratones eran por un adolescente descontrolado durante tus cursos de boxeo.

Él baja su vista al suelo, avergonzado, indicándome que he dado justo en el clavo. Lleva mintiéndome más tiempo del que soy capaz de adivinar, y eso solo hace que me hierva la sangre.

—Hicimos una promesa, Max. —Me pellizco el puente de la nariz. —Prometimos dejar de lado las peleas ilegales, las carreras y todo que pudiese ponernos en peligro. Lo prometimos.

Tres años atrás, Max y yo sellamos una promesa. Nada de boxeo, nada de hacer dinero en el Subterráneo. Nada de llamar la atención.

Max acababa de romper esa promesa, y aquello me estaba quemando por dentro. Todo lo que habíamos construido intentando ser invisibles y escapar, podría estar echándose a perder. Alguien podría haber reconocido a Mad Max, y entonces todos los kilómetros recorridos destinados a huir, habrían sido en vano.

—Sara, por favor...

—¿Cuánto tiempo? —Inspiro profundamente obligándome a dejar de temblar. —¿Cuánto tiempo hace que estás metido de nuevo en toda esta mierda?

—Solo un par de meses. —Masculla sin pensarse la respuesta. —Nos estábamos quedando sin dinero, y esta era la forma más rápido de conseguirlo.

Se de sobra que el pequeño trabajo de monitor de gimnasio que consiguió Max no nos iba a mantener a los dos, pero contaba con comenzar a buscar un pequeño trabajo una vez empezado el nuevo semestre. Pensaba echar mi currículo en la cafetería de la universidad, como ayudante de laboratorio o pedirle a Max que me consiguiese cualquier cosa como recepcionista en el gimnasio en el que trabaja.

Tendría que haberme preocupado más de encontrar trabajo, no haberle cedido a Max el pleno control de nuestras finanzas. Tendría que haberme preocupado más.

Tendría que haber estado más pendiente de Max.

Me acerco al tocador, observando borrosa la imagen que me devuelve el espejo más sucio que he visto en toda mi vida. Tomo el paquete de cigarrillos de marca barata que hay encima de la desastrosa mesa y me llevo uno a la boca. Lo enciendo y le doy tres caladas hasta que a mi hermano le sale la voz.

—Pensaba que tú ya no fumabas. —Musita mirándome con la mandíbula torcida.

—Pensaba que tú ya no golpeabas a gente por dinero. —Le devuelvo el ataque, sintiendo mal sabor de boca al ver como cierra los ojos.

Golden BoyWhere stories live. Discover now