4. Mad Max

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Alex

Estaciono mi moto frente al Subterráneo cuando Davis se lanza sobre mi espalda para darme una fuerte palmada, tanto que me deja dos segundos sin respiración.

—Te hemos echado de menos por aquí, capullo. —Sonrío de lado y le devuelvo el apretón en el hombro.

Después de una buena temporada alejado de Jacksonville, he vuelto para terminar la universidad. No quiero que toda mi vida se resuma en pegar puñetazos y en recibirlos.

Sin embargo, cuando Davis me llamó informándome de la posibilidad de participar en aquella pelea, no dudé en aceptar. Comencé peleando en el Subterráneo y me alegraba de volver a hacerlo nada más llegar a casa. Fueron las peleas aquí las que me llevaron a la cima bajo el pseudónimo con el que mis amigos decidieron bautizarme tras mi primera victoria.

—¿Algún boxeador que merezca la pena? —Le pregunto a Davis encendiendo un cigarrillo y señalando la entrada al subterráneo con la barbilla.

—No gran cosa. Hay muchos novatos que son penosos, a algunos no les hemos vuelto a ver el pelo tras su primera pelea. —Se encoge de hombros y yo suelto una bocanada de humo. —Aunque ese tal Max Mad es bastante bueno. Sabe moverse y elije bien cuándo golpear.

—¿Ese es mi rival esta noche?

Davis asiente.

—Vas a tener que concentrarte y tener cuidado. Max Mad encabeza la clasificación.

Pienso en decirle que no tiene nada de qué preocuparse, que apueste todo su dinero por mí y que disfrute del combate. Después de pelear contra los grandes boxeadores de Europa y de haber aprendido un par de trucos nuevos, ese tal Max Mad será pan comido. Con un poco de suerte quizás salga sin un solo rasguño.

Pienso en soltar cualquier comentario egocéntrico fuera de lugar, pero solo abro la boca para coger aire, sin emitir ningún tipo de sonido, cuando la veo a ella. Lleva el pelo suelto cayéndole por la espalda en mechones morenos, sus ojos oscuros parecen estar atentos a todo tipo de movimiento de su alrededor, preocupados, y esos pantalones vaqueros le quedan de escándalo.

Preparo mi mejor sonrisa y guiño de ojos para cuando pase por mi lado y me mire, para cuando me sonría, aparte la mirada llevándose un mechón de pelo detrás de la oreja, y después, me vuelva a mirar. Pero ese momento nunca llega.

Pasa de mi lado como si nada, como si fuese invisible y no existiese. Parece ser que tiene algo más importante entre manos y yo no puedo desviar la mirada de ella, observando como baja las escaleras que conducen a la entrada del Subterráneo. Parezco un completo idiota, y Davis se da cuenta de ello.

—No me jodas, Alex. —Musita a mi lado, dándome un empujón. —¿Estabas mirándola a ella?

Me niego a admitírselo, asique fumo otra calada antes de responder.

—¿Quién es? —La expectación me puede cuando Davis niega varias veces con la cabeza.

—Tiene que haber venido a ver a Max.

—¿A Max Mad? —Alzo las cejas. —¿Al chico al que tengo que partirle la cara?

—Suele recogerla a menudo a la salida de clases, casi siempre están juntos. —Davis ladea la cabeza y yo miro el lugar por el que ella ha desaparecido escaleras abajo. —Supongo que estarán liados o algo de eso. Pregúntale a Cam, Sara y él son muy amigos.

Eso sí que no me lo esperaba.

—¿Cam? ¿Estamos hablando del mismo Cameron? —Detengo el cigarro a medio camino de la boca y decido tirarlo al suelo.

Golden BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora