11. Un beso

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Alex

Sara no es buena durante la carrera porque sabe realizar los adelantamientos en los momentos oportunos. Tampoco porque acelere en los tramos más lisos o porque ponga un pie en el suelo para derrapar con una agilidad desconcertante durante las curvas. Ni siquiera estoy seguro de que sepa como se hace un adelantamiento en condiciones, pasando por el interior de la curva, doblando rodilla y cogiendo aire. No, ella es buena porque no tiene miedo. Compite como si todo le importase una mierda, sin usar el freno. Solo acelera fuerte, y mira hacia adelante. No espera al momento oportuno para hacer las cosas, no; Sara prefiere jugársela a pesar de que las consecuencias de un mal movimiento puedan ser una gran putada.

Si tan solo hubiese empezado a acelerar a fondo dos segundos antes de llegar a la recta final, habría ganado. La habría adelantado por el carril de la derecha, sin mayor miramiento. Pero no lo había hecho.

Cuando aparqué al otro lado de la línea de meta, no puse mala cara por haber perdido aquella estúpida carrera, sino por haber perdido una apuesta con ella.

Por haber perdido la oportunidad de darle un beso.

Menudo gilipollas soy.

Sara se baja victoriosa de su moto, tirando de sus pantalones cortos hasta abajo, aunque con eso no consigue tapar el cachete de culo por el que todo el mundo babea. Se tira a los brazos de su amiga, la chica del otro día. ¿Ivanna? Ni idea. Ella le tiende un fajo de billetes y Sara se los guarda en el bolsillo de la chaqueta después de contarlos por encima.

Me paso una mano por el pelo, colocando varios mechones alborotados de nuevo en su sitio, y las risas de Chad y Davis retumban en mis tímpanos.

—¿Te has dejado ganar? —Chad me golpea la espalda —. Tal vez estés perdiendo facultades.

No le hago caso porque sigo mirándola a ella. Va a dolerme el puñetazo, pero solo por su sonrisa creo que merece la pena. Espero que al menos no me golpeé en la misma ceja que tengo recién cosida.

—Vaya, al parecer la chica sabe cómo celebrarlo. —Davis silba por lo bajo y entorno la vista.

El capullo de Carter le está comiendo los morros. La está besando. Con lengua. Con mucha lengua.

Aprieto los puños e intento mantener la mente fría. Sara tiene derecho a comerle los morros a quien quiera, ¿no? Bien. Sara puede comerle los morros a quién quiera, menos a Carter Smith. A él no.

Con esa sencilla escusa en mi cabeza, me abro paso entre la gente, ignorando a Cameron a mi lado, cada vez más enfadado y diciéndole a Davis que deje de silbar el beso. Cuando estoy junto a ellos, separo a ese imbécil dándole un empujón.

—¿Qué cojones...? —Pregunta Carter sorprendido. Hasta que me ve y le cambia la cara.

Carter Smith es, casi con total seguridad, uno de los tíos más capullos que conozco. Apuestas, fiestas, venta de drogas y consumo propio. Carter es un experto en todo eso, es un tío del que te quieres mantener alejado si no quieres que su mierda te salpique. Y ahora mismo, en este instante, no quiero que le salpique a Sara.

No sabe dónde se está metiendo.

—Ni se te ocurra volver a besarla. —Amenazo, con el dedo acusatorio incluido y el puño izquierdo cerrado y preparado para partirle la cara.

Ignoro la cara de pocos amigos y la queja no pronunciada que está a punto de salir de los labios de Sara.

—¿Acaso es tú nueva chica, Alex? —Sé lo que va a decir antes de que lo pronuncie, y sus palabras me duelen más que un disparo en el pecho. —¿Qué pasó con tu antigua novia? ¿Cómo se llamaba?

Golden BoyWhere stories live. Discover now