3. El Subterráneo

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Sara

La mañana había terminado con clase de anatomía patológica, y lo había hecho con un examen sorpresa. La profesora, una experta en biología avanzada, decidió que esa era la mejor forma de recordar los contenidos vistos durante el primer curso. Añadió que contaba para nota, y a Ivet casi le da un ataque al leer las preguntas y darse cuenta de que no iba a sacar una puntuación superior a dos. Con un poco de suerte consiga un cinco si ha sido rápida en copiarme las respuestas del final del examen.

El nuevo horario que me han asignado de turnos de prácticas en el hospital parece denso, y me resigno a apuntarlo todo en la agenda del mi teléfono móvil mientras espero de sentada en el suelo frente a la facultad de medicina. La hierba está suave y me he sentado con las piernas cruzadas, con el libro abierto como si con eso bastase para aprenderse los contenidos y con los rayos de sol quemándome la cara. El verano empezará a dar sus últimos coletazos y quiero aprovechar el buen tiempo.

Recibí un mensaje de Cameron mientras estaba en clase para avisarme de que él sería el encargado de comprar café para llevar, doble de leche y una de azúcar, pero ya me estaba aburriendo de estar esperándole. Cierro los ojos y respiro con tranquilidad, seguro que se ha entretenido con cualquier cosa por el camino, como lo hace siempre.

A pesar de que él me saca cuatro años y está en el penúltimo año de medicina, nos hemos hecho muy amigos. Cameron y yo nos conocimos en el hospital hacía algo más de un año, cuando yo acababa de comenzar el primer curso y él ya iba por su tercero. Estaba en el hospital haciendo guardia nocturna como alumno de prácticas cuando aparecí a las cinco de la mañana.

Aún recuerdo la cara de horror que puso al verme salir de la ambulancia, con el hombro dislocado y mi cuerpo lleno de sangre sobre la camilla. Había tenido un accidente de moto, una mala caída en una de las carreras que solía participar para ganar algo de dinero, pero no había salido del todo bien.

Creo que fue en ese momento cuando Cameron decidió que quería formar parte de mi vida, ayudarme y empujarme a seguir adelante. Él siempre lo llama empatía, pero ambos sabemos que aquel día sintió lástima y pena por mí. Por el estado en el que llegué al hospital, por la mentira que conté y que no se tragó y por el mal rato que le hice pasar cuando me desmayé en la sala de espera al intentar escabullirme.

Me visitó todos y cada uno de los días durante la semana que estuve ingresada, a veces incluso varias veces al día, con la excusa de traerme un café, querer aprender a curarme las heridas o pedirme que le dejase retirarme los puntos de sutura. Fui la primera y aún veo el estropicio en medio de mi cicatriz cada vez que me miro la escápula reflejada en algún espejo.

—¡Sara! —Exclama Cameron cuando llega a mi lado. Casi tira los dos vasos de café encima de mí cuando se inclina para darme un beso en la mejilla.

—¡Vas a dejarme la cara llena de babas! —Me quejo entre risas cuando sigue besando mi mejilla y estrujándome entre sus brazos. Sé que solo lo hace para molestar. —¡Para de una vez!

—¿Por qué? —Alza una ceja. —¿Acaso tienes miedo de que tu novio se ponga celoso?

—No estoy saliendo con Adam West.

Cameron finge hacerse el sorprendido.

—¿Quién ha mencionado nada sobre Adam West?

Sé a dónde quiere llegar, y eso hace que una sonrisa se me dibuje en la cara. El muy cretino me ha tendido una trampa y yo he picado por completo.

—Sabes de sobra que no tengo nada con nadie.

—¿Ni siquiera con el famoso Adam West?

Niego con la cabeza. Adam West no tiene nada de famoso.

Golden BoyWhere stories live. Discover now