9. Capitán

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Sara

Decido saltarme el gimnasio cuando se me echa el tiempo encima. Dejar a Alex en su casa me había distraído, sobre todo cuando recibí el mensaje de Alina con toda la información sobre la carrera. Empezaba esta noche, cerca del Subterráneo, en el polígono industrial abandonado a las afueras de Jacksonville.

Aparco frente a la modesta casa en la que vivimos mi hermano y yo, dejando olvidada la bolsa de deporte en la parte trasera del coche. Tal vez para otra ocasión. Al entrar en casa, tiro las llaves sobre la mesa que hay en el recibidor.

—¡Max! —grito mirando hacia las escaleras que conducen al segundo piso. —¡Estoy en casa!

De respuesta, solo silencio. Maldigo un par de veces cuando me doy cuenta de que no está en casa, no ha debido de hacerme caso con lo de quedarse descansando. Tiro los apuntes sobre el sofá del pequeño salón y me llevo la mano al pecho al entrar en la cocina, dónde me estampo con un chico moreno de ojos color miel y más de metro ochenta de altura.

—¡Joder, Adam! —Exclamo tratando de calmar mi corazón. —¡Me has dado un susto de muerte!

Él me rodea con sus brazos, rozándome la cintura y la parte baja de la espalda, y acerca su boca peligrosamente a mi oído.

—Tenía ganas de verte. No he podido esperar a que me llamases.

Sin darme tiempo a respirar, sus labios se estampan contra los míos. Cuela su mano por el dobladillo de mi camiseta hasta acariciarme la piel, y sus caderas se encuentran las mías, obligándome a retroceder dos pasos y a pegar mi espalda contra la pared.

Cuando me acomodo a su boca, todo me recuerda a los sabores del verano: a cerveza, a limón y a sandía. Y también a la sal de la playa, al cloro de la piscina, a los cafés en las terrazas y al sol de la calle.

Engancho mis manos en las hebillas de su pantalón y tiro más, como si pudiese fundirle conmigo una vez más. Subo la mano hasta su pecho, por debajo de la camiseta, y acaricio los músculos de su torso, de su pecho y de su abdomen. Sus dedos ya están jugando con mi piel, sabiendo exactamente dónde tocar, presionar y rozar. Sus labios abandonan los míos durante varios segundos para morderme el cuello, el lóbulo de la oreja y después, seguir con mi boca.

Sabe cómo volverme loca. Ha tenido todo el verano para encontrar con exactitud qué puntos debe tocar en mi cuerpo para encenderme. Dónde me gusta la presión y mis besos favoritos.

Adam West es el mejor amigo de mi hermano Max, miembro de la fraternidad Sigma Alpha y capitán del equipo de fútbol de la universidad de Jacksonville. No soy una gran fanática del futbol, pero nos conocimos en una fiesta que organizaba la fraternidad en honor a la victoria que obtuvieron el año pasado. Cameron me había insistido en asistir, en beberme varias cervezas y en participar en el concurso de chupitos que Chad aún me recordaba.

Él era el centro de atención, aún llevaba la camiseta sudada del equipo y dos líneas de pintura negra dibujaban su cara, como señal de guerra. Estaba en medio del jardín trasero, subido sobre una mesa y bebiendo vodka directamente de la botella cuando dos chicas le gritaron un par de guarradas mientras se lanzaban a la piscina en ropa interior.

Me serví otra copa al llegar a la cocina y al darme media vuelta se la derramé encima a Adam, calándole desde la cabeza hasta los pies. Él esbozó una amplia sonrisa, me cogió en brazos a pesar de mis quejas, y se tiró conmigo al fondo de la piscina.

Nos besamos esa misma noche, aún metidos en la piscina y borrachos. Subimos a su habitación, la segunda a la derecha en el piso superior, y pasamos toda la noche juntos.

Hemos estado quedando todo el verano; pasando interminables días en la playa, en el parque de atracciones, en la casa de campo de sus padres, en su fraternidad y en mi habitación. Nos llevamos bien, podemos hablar de cualquier cosa y nos lo pasamos bien en la cama.

Golden BoyWhere stories live. Discover now