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Después de haber llamado a Luisita y tenerlo todo preparado para el robo, llegó la hora de irse no sin antes despedirse de Justo y Marina que habían estado acompañándola durante esta dura decisión.

  - Llegó la hora de irme Marina, Luisita ya está lista y yo también. - Rompió el silencio la morena con una mirada triste hacia su amiga.

  - Ten cuidado Diabla, no vayas a dar ningún paso en falso ni te dejes guiar por la rabia de lo de tu mamá, ella va a estar bien.

  - Te la encargo mucho Marina, no te despuegues de ella y mantenla a salvo. Tú siempre has sido como una hermana para mí y no hay nadie mejor en quien pueda confiar.

  - No te preocupes por eso, yo voy a estar pendiente en todo momento.

  - Marina tú eres una mujer extraordinaria, inteligente, nunca dejes que te digan lo contrario y prométeme que vas a cambiar de vida. - Decía a su hermana, como ella la llamaba, mientras que se despedían en un abrazo cariñoso.

  - Te lo prometo.

En ese momento entraba por la puerta Justo que recién terminaba de su trabajo de repartidor de empanadas.

  - ¡Amelia! - Se acercó Justo para abrazarla y darle todo el ánimo que necesitaba. - No quería que te fueras sin despedirme de ti.

  - Justo, gracias por todo lo que has hecho por mi madre y por mí, de corazón gracias y no importa lo que diga la gente porque eres un hombre admirable.

  - Sabes que voy a estar rezando por ti y por tu futuro, ese futuro que te espera después de que salgas de la cárcel.

  - La próxima vez que nos veamos va a ser detrás de una reja... pero al fin voy a ser libre de verdad. - Decía Amelia cerrando los ojos deseando que fuera una realidad.

Se miraron entre todos preocupados por lo que fuera a pasar en unas horas pero el robo ya era un hecho y tenía que enfrentar lo que se pusiera por delante. La Diabla recogió todos los planos del lugar y dando una última mirada a los allí presentes desde la puerta, se marchó.

En otro lugar se encontraba Luisita presenciando el juicio rápido que se le estaba aplicando a María bajo la defensa de Mateo que le pidió el favor de defender a su hermana ya que ella no se encontraba capacitada para ser su abogada.

  - Señorita María Gómez, se le acusa de incumplimiento de las normas de seguridad por ir conduciendo bajo los efectos del alcohol y de drogas. - Anunciaba en voz alta el juez asignado a su caso.

  - Señoría, María se declara culpable de todos los hechos que se le culpan así como está en total disposición para asumir su responsabilidad. - Hablaba Mateo en su defensa.

  - Como condena tendrá que cumplir con las horas asignadas a servicios sociales, pagar una multa así como ir a terapia para su rehabilitación.

  - Totalmente de acuerdo su señoría, María Gómez cumplirá con ello y pagará la multa para conseguir su libertad.

En ese mismo instante y cuando el juez dio por finalizado su caso, María pudo respirar tranquila por no pasar una nueva noche fuera de su casa.

  - Ya pasó todo María, qué alegría. - Decía Luisita abrazando a su hermana.

  - Gracias a vosotros hermana voy a dormir hoy en mi casa. - Respondía la castaña con pesadez en el rostro por los días que había pasado en la cárcel.

  - Si quieres te vienes a mi casa y así no estás sola. - Le sugirió Luisita para estar más cerca de ella.

  - No te preocupes Luisi, ahora mismo sólo quiero pegarme un baño caliente y descansar en mi cama. - Respondió María cansada. ¡Oye! ¿Llamaron mis padres? - Preguntó María preocupada.

Lo que en ti veoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora