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Entraba Amelia en el sitio donde tantas veces se juntaba con su pandilla de amigas, allí reían, bailaban y se enrollaban con cada mujer que se les acercaba, chicas con una mala vida, ladronas callejeras desde pequeñas y bandidas de mucho cuidado sin ninguna clase de escrúpulos pero que una vez quitada la careta, eran las mejores del barrio.

El pub Scorpio era conocido como el bar de lucecitas que te encuentras en medio de la carretera con luces de neón en el que pasaban un buen rato con chicas de compañía.
Cada chica tenía su apodo en el dicho lugar y nadie las conocía por sus verdaderos nombres.

Diabla, Berenice, Tuerta, Marina y Cachorra así fueron llegando a conocerse.
Formaban el mejor equipo y siempre se defendían unas a otras con su propia vida, aunque a veces tenían sus diferencias.

- ¡ Hey chicas ! ¿ Cómo están?

- No tan bien como tú Diabla. - Le contestaba Berenice con chulería.

- Déjala en paz imbécil que ella no es como nosotras, aquí mi comadre es una chica de bien y quiere salir de esta mierda. - Le contestaba Marina que siempre era el mayor apoyo de Amelia.

- Pues yo no lo diría tan rápido porque esta noche tenemos una vuelta ( así llamaban a los distintos robos que hacían ). - Informaba La Tuerta.

Todas allí presentes se quedaron mirándola sorprendidas esperando una explicación.

- El Hierro nos tiene hoy un trabajito bastante goloso difícil de rechazar, un robo de joyas en una subasta y esta tarde nos espera a todas para preparar dicho robo. - El Hierro se llamaba el jefe del bar Scorpio y al que las chicas le tenían respeto y a veces asco porque era el ser más repugnante que conocían.

- Yo no voy hacer nada que quiera ese tío. - Contestó enfadada Amelia.

- Diabla yo tampoco quiero hacerlo pero recuerda que nos paga bien y así puedes ir pagando el tratamiento de tu madre. - Le decía Marina que sabía la situación de Devoción y en el estado tan precario que se encontraban ella y su hija.

Amelia se maldijo por dentro porque en verdad Marina tenía razón pero como le dijo en un principio a su abogada defensora Luisita, quería cambiar de vida y tener un mejor futuro.

- Esta bien. - Aceptó con rabia. Esta tarde nos reuniremos aquí de nuevo para preparar la vuelta.

- Tuerta, tú encárgate de buscar los planos y estudiar la zona correctamente para saber por dónde entrar y violar la seguridad del lugar.

- Cachorra, asegúrate de traer todo el equipo necesario, guantes, pasamontañas, cuerdas, todo lo que tú ya sabes.

Ya llegada la media tarde, quedaron con el jefe para ir comentando lo que sería uno de los mayores robos del país.

- Bien muchachas, creo que ya os habéis enterado que hoy es una gran noche para ustedes. - Decía El Hierro con una sonrisa de satisfacción.

- Ve al grano Hierro, no tenemos todo el día.

- Como ya os dijo La Tuerta, hay una subasta de joyas en la que hay bastante influencia de gente importante y toda ricachona.

- ¿De cuánto dinero estamos hablando, porque existe mucho riesgo para nosotras y podrían cogernos ? - Le preguntaba Amelia.

- Lo suficiente como requiere este trabajo. - Amelia lo miró con duda porque nunca se fiaba de él.

En otro momento en el bufete, Luisita hablaba tranquilamente con Mateo de la noche tan importante para su familia.

- ¿Tú vendrás tambien verdad Mateo? - Preguntaba la abogada a su amigo.

- Luisita yo me aburro en esas cosas te lo juro. ¿ Tú sabes lo que es aguantar a tanta gente pija junta? es insoportable.

Lo que en ti veoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora