10. ¿Alguien ha pedido un taxi?

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10. ¿Alguien ha pedido un taxi?
Gavi.

Estoy agradecido con la selección por tener que entrenar, me he ahorrado una resaca terrible. Estoy comiendo un par de tostadas en la isla de la cocina cuando Pedri aparece en la cocina.

—¿Estas listo para el entreno de hoy? Tengo ganas de volver con Luis Enrique. En realidad apenas queda un mes y poco para el mundial. Tenemos que darlo todo.

—La verdad es que si. ¿Quieres una?—añado señalando el plato de tostadas de la encimera.

—Si, la verdad es que me muero de hambre.—responde cogiendo un par y devorando los cachitos de pan.

—Echo tan poco de menos las resacas—comento.—Aún me acuerdo de un de cuando estábamos en la Masía que me entran ganas de vomitar. Creo que lo que bebí esa noche es suficiente para acabar con cualquier tipo de enfermedad que pueda contraer en los próximos veinte años.

—Eres un exagerado.—me dice Javi entrando en la cocina. Él si que tiene cara de resaca, pero mi amigo siempre ha sido bueno disimulando el nivel de borrachera que tiene, así que es difícil saber cuanto bebió anoche.

—Me acuerdo de esa noche—me defiende Pedri.—Y la verdad es que no exagera en absoluto. La de esa noche fue histórica.

—Hablando de histórico, anoche fue bastante épico.—dice el sevillano, que también esta comiendo de mis tostadas, menos mal que he hecho de sobra contando con mis hambrientos amigos.

—¿Se fue a dormir con Ara y sus amigas?—pregunta Pedri.

—¿Mario? Si, se fue con ellas.—respondo.—Es un caso perdido, la verdad.

—Hombre, cierto es que las tres son muy guapas.—dice Pedri disimuladamente.

—A ti es que te encanta Ara.—le pico.

—Y a ti.—me ataca de vuelta.—No te pienses que no me di cuenta ayer. Estabais tonteando.

—Hablando. Estábamos hablando.

—A mi no me engañas Gavira.—eso hace que me acuerde de Ara, parece que tiene sus deberes hechos, porque ella también me llamo así ayer.

—Oye Gavi.—dice Javi distrayéndome de mis pensamientos.—Esta escribiendo Mario en el grupo, pregunta si puedes pasar a recogerle antes del entreno.

—Esta bien, si os dais prisa os puedo llevar a todos a verlo.—suspiro. Se que a Luis Enrique no le molesta porque muchos de loc chicos del equipo llevan a sus novias o a sus hijos. De hecho, alguna vez ha venido mi madre a verme.

—No, no.—dice el sevillano con migas de pan en la camiseta.—Alex y yo vamos a hacer turismo. Es solo a Mario.

—Esta bien, dile que en media hora estoy allí y que me pase ubicación.—le digo terminando de desayunar.

Pedri y yo subimos a cambiarnos, por suerte el otro futbolista tiene sus cosas de entrenar en mi coche así que no tenemos que pasar por su casa.

En cuanto estamos los dos listos, salimos hacia casa de Ara. Por suerte Mario me ha pasado su ubicación, así no tengo que intentar hacer memoria de donde vive Ara. Sin mucho problema leíamos hasta allí, el trafico no es muy denso y la zona en la que viven eta lo suficientemente en las afueras como para no estar colapsado con el trafico de los turistas que aún vistan Barcelona.

—¿Es aquí?—pregunta Pedri cuando paro el coche.

—Si, de echo acabo de escribirle a Mario, tiene que estar a punto de bajar. Lo que no se es en que estado nos lo encontraremos.—digo mirando al portal. No se como habrá pasado la noche Mario, y si nos encontraremos a mi amigo muerto con la peor resaca de su vida o si vendrá tan contento. A veces es completamente impredecible. oigo la puerta de atrás abrirse, acaba de entrar.—¿Alguien ha pedido un taxi?—le digo de broma. Es entonces cuando busco su mirada a través del espejo delantero y me encuentro no solo con mi amigo Mario sino con la rubia que me lleva persiguiendo la ultima semana en el asiento de atrás.

—Arranca, corre—dice mi amigo con el aliento entre cortado.

—¿Qué esta pasando?—pregunta Pedri, igual de sorprendido que yo.

—¿Ves a esa señora de alli?—dice Ara, también con la voz entrecortada. Miro a través del espejo, y veo en la puerta de su edificio a una se;ora de mediana edad. —Es mi vecina de enfrente, que esta obsesionada con que estamos juntos y ha salido para seguirme. No era una opción que viera otra vez tu coche aquí. —explica.

—Esa señora esta loca.—añade Mario.—he hecho un comentario sobre ti en el descansillo y ha salido detrás de nosotros en el edificio.

—Por dios.—comenta Pedri, igual de sorprendido que yo.

—Bueno, puedo bajarme aquí e ir a mi casa andando. Perdón por el inconveniente.—la rubia se disculpa. Miro el reloj en el salpicadero del coche, eso no va a ser una opción, llegaremos tarde al entreno, y no quiero que me Luis Enrique nos regañe.

—Vas a tener que venir al entrenamiento—la digo—No tenemos tiempo de volver y no voy a llegar tarde. Mario y tu podéis quedaros en las gradas.—la rubia, que lleva una camiseta del Atletico de Madrid, bufa molesta en el asiento de atrás .

—Esto es culpa tuya.—le dice directamente a Mario.—Si no hubieras desayunado en nuestro apartamento no estaríamos aquí. Hoy era mi día libre.

— ¿Tu no eras periodista?—la digo. Debería estar agradecida, va a tener la oportunidad de ver un entrenamiento de la selección, eso no le pasa a cualquiera.

—Claro que si, pero como me vean en las gradas la prensa va a volverse loca otra vez, y no quiero recibir mas atención que no necesito.—explica con un tono molesto. No entiendo que hay tan malo con que me relacionen con ella, ni que fuera un gremlins.

—Te puedes poner unas gafas de sol.—responde Pedri, que abre mi guantera y le pasa uno de mis pares de gafas de sol. Siempre llevo varias por si quiero huir de los periodistas.

—¿Como me quedan?—pregunta. Veo como Pedri sonríe y le dice que le quedan muy bien, a lo que Mario me mira con ojos curiosos. Parece que el también se ha dado cuenta de que a mi amigo le gusta la rubia.

Este día se pone cada vez mas interesante.

By chance | Gaviحيث تعيش القصص. اكتشف الآن