Claro que para él eso no era una verdadera novedad. Reese siempre había sido consciente de su preferencia por hacer o decir cosas que le otorgaran ciertas reacciones de su brillante hermano menor a medida que crecían, pero no tenía idea de que el resto estaba al tanto de ello, y en especial de su extraño apuro interno por hacerle olvidar instantes después la obvia molestia que él mismo le provocaba cada vez que se pasaba de la raya... Más que nada porque ni siquiera él mismo lo entendía por completo hasta hacía no mucho.

Reese se puso a pensar entonces que, tal vez, realmente todo ese asunto de sus sentimientos por Malcolm, y todo lo que les había llevado a ambos a construir lo que tenían hasta ese mismo día, sí había estado ahí, existiendo en silencio desde mucho tiempo atrás de lo que hubiera podido imaginar, en espera de ser descubierto o de finalmente explotar...

Y supuso que, aunque a una pequeña gran parte de él le habría gustado saberlo mucho antes, en realidad no podía sentirse menos que feliz porque las cosas hubiesen resultado del modo en que lo habían hecho con el tiempo.

No... eso sólo significaba que iba a poner todo su empeño en disfrutarlo de lleno por el resto de su vida y sin remordimiento.

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Para el momento en que volvió, ya entrada la tarde y completamente harto de los quejidos y balbuceos que su padre soltaba cada que dejaban algo más en el tiradero para no volver a verlo nunca más, lo primero que hizo fue buscar a Malcolm.

Dewey y Jamie habían entrado directo a encender la televisión, y su papá había avanzado cabizbajo hasta perderse tras la puerta de su habitación.

Francamente, a Reese no le importó, porque todo lo demás había perdido su atención en cuanto vio por fin lo que buscaba.

Ahí, en la cocina y encarando el fregadero, Malcolm más bien parecía querer ahogarse con el agua en el vaso de cristal del que estaba bebiendo como si no lo hubiese hecho en años. Reese permaneció embobado un rato en ello, y más tarde en la manera en que la ligeramente anaranjada luz atravesando la ventana se filtraba, acariciándole la piel y trozos del cabello y sus pestañas.

Con la curiosidad escalando en sus entrañas, avanzó intrigado el par de pasos que le faltaban, aclarando su garganta y entrecerrando suavemente los párpados cuando ni eso consiguió que reaccionara.

—¿Malcolm? —Lo llamó una vez que escuchó el clink del cristal chocando contra la cerámica en la cubierta de la barra.

La cabeza cobriza se giró hacia él con un pequeño sobresalto, y los azulados ojos le rehuyeron entre repetidos parpadeos intermitentes. Reese recargó parte de su peso contra el borde de la mesa, sonriendo con ligereza cuando su novio le respondió un vago "¿Qué sucede?"

—¿A mí? —devolvió, y Malcolm elevó ambas cejas antes de mirar hacia otro lado.

Notando el raro desapego de inmediato, Reese se enderezó largando un suspiro al aire.

—De acuerdo, ven acá —dijo, rodeando la mesa hasta tomarle del brazo con delicadeza y comenzar a arrastrarlo afuera.

—Oye, ¿a dónde vamos?

Pero Reese sólo siguió caminando.

Y, al final, los metió a ambos en el oscuro garaje en el que finalmente parecía haber algo de espacio luego de desalojarlo.

—Reese ¿qué-

—¿Qué ocurre? —lo cortó.

—Nada... ¿Por qué crees que pasa algo?

Serotonina [Wilkercest]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang