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Lo que las personas hacen

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Después de tanto tiempo de mantenerse en un constante estado de tensión al punto que se le había vuelto una costumbre, Malcolm casi no podía creer lo mucho que había progresado en unos cuantos días.

Hacía tan sólo un par de meses no habría siquiera imaginado que existiera una mínima posibilidad de los últimos acontecimientos de su vida sucediendo fuera del fantasioso plano de sus sueños..., y mucho menos que, por momentos, llegaría a sentirse tan relajado con ello.

Porque ese era el tema;

Malcolm estaba tranquilo.

De verdad.

Lo estaba.

Había logrado permanecer en un perfecto cuadro de ocupación durante todo el día, libre de problemas y conservando lo más parecido a un equilibrio decente entre su traicionera cabeza y sus a menudo desmedidas emociones, al evitar darle vueltas al tema que no dejaba de provocarle ese gracioso cosquilleo en las puntas de los dedos desde hacía unos cuantos días.

A decir verdad, podría incluso admitir sin temor a la arrogancia que se encontraba bastante orgulloso de sí mismo conservando su temple y su cordura...

Hasta que vio la hora en el reloj de su habitación.

Porque sólo eso y un minúsculo pestañeo bastaron para que Malcolm volviese a notar el explosivo mar de acalambradas sensaciones rodeándole el estómago y subiendo hasta enredarse viciosamente en su garganta.

Oh, bueno, algunas cosas nunca cambiaban...

Pero, siendo honestos, tomando en cuenta la forma en que había estado lidiando con las cosas cada que tenía una pequeña crisis durante los últimos años, resultaba casi reconfortante saber que antes de salir corriendo hacia el teléfono al menos había intentado tranquilizarse hundiendo la cara bajo el chorro de agua en el lavabo.

Y seguro lo habría hecho de nuevo... si tuviera tiempo que perder...

Sin embargo, lastimosamente ese no era el caso, así que, tras el tercer timbrazo, y cuando fue obvio que habían respondido, las palabras salieron solas de su boca;

—Necesito ayuda.

—Dime algo... que no sepa.

En medio de un suspiro, Malcolm negó con la cabeza sintiéndose tentado a ahogar la cara contra una almohada, más por la enorme estupidez de la situación que por la confusa diversión exasperada en el tono de Stevie en realidad.

Dios, ¿por qué no podía simplemente actuar como un tipo normal? Era casi como si todo lo que había sucedido hacía días lo hubiese reiniciado por completo, devolviéndolo a un punto de su vida perdido entre la pubertad y su eterna incomodidad social.

Y es que resultaba tan curioso, que Malcolm no podía decidir si era algo común, o sólo una torpe y exagerada faceta desbloqueada en su parte de desastre enamorado.

Porque estar experimentando cosas con Reese que antes sólo vivían en su imaginación, y saber que eran reales, no dejaba de hacerle sentir como si todo dentro y fuera de él estuviese hecho de esponja, convirtiéndole en algo completamente blandito y moldeable y... Dios, el que Stevie burlonamente lo hiciera sonar como algo tan predecible sólo le causaba más pena y las ganas suficientes para plantearse el conseguir un verdadero terapeuta.

—Escucha, sé que es algo muy tonto, pero-

—No te prestaré... mi silla si eso es... lo que quieres —lo cortó—. Hay límites.

Serotonina [Wilkercest]Where stories live. Discover now