18

1K 134 77
                                    

.

Tal vez

.

La noche del apagón parecía haber quedado en el olvido detrás de un mutuo acuerdo mudo.

Bueno, en el olvido entre comillas, porque una parte de Reese no había dejado de darle vueltas al asunto como un ingenuo perro persiguiéndose la cola.

De eso hacía una semana, y la convivencia fantasma entre ellos no había hecho más que empeorar con la llegada de los exámenes finales previos a las vacaciones de verano de Malcolm.

Y es que, debido a que él mismo se lo había dicho, Reese estaba al tanto de que los últimos días de mayo Malcolm había decidido organizar sus deberes y tutorías de tal manera que lograra conservar libres sus próximos fines de semana, sabiendo perfectamente que junio acabaría volviéndose un dolor de cabeza desde el inicio por las evaluaciones propias y las de los demás.

Honestamente, aun si no estaba demasiado dispuesto a admitirlo en voz alta, la verdad era que le sentaba mal ver a su hermano menor tan estresado por ese tipo de cosas sólo porque ahora prácticamente debía hacerse cargo también de otras personas además de él mismo.

Y, también..., porque a veces Malcolm se ponía de un pésimo humor lo suficientemente irritable como para que Reese decidiera evitar hacer uno que otro comentario gracioso en esas particulares situaciones.

El pensamiento casi le hacía reír por momentos. Imaginarse a sí mismo conteniéndose de hacer algo que molestara a Malcolm, siendo que años atrás sólo buscaba activamente conseguir eso todo el tiempo..., bueno, era casi gracioso a un nivel absurdo, porque incluso si sólo era algo ocasional...

«¿Quién lo diría...?»

Reese suspiró.

Era jueves, y él no podía dejar de desear que la semana acabara de una vez y el ciclo escolar se extinguiera junto con ella. Porque no tener ninguna clase de distracción disponible sólo le imposibilitaba dejar de pensar en cosas que probablemente no debería siquiera considerar. Como la extraña e innegable manera en que cada pequeña cosa que Malcolm hacía le afectaba de un modo u otro, aunque no lo quisiera.

Y es que, frente a él, o, mejor dicho, con él, Reese podía enfocarse en otros temas al menos...; porque a pesar de que usualmente acababa adhiriéndose a lo que Malcolm decía o a sus gestos, resultaba menos desorientador mantenerse fijo en eso que hacer caso a lo que comenzaba a deambular por su cabeza cada vez con más frecuencia.

Y en realidad no era tan complicado fingirse tranquilo a veces,

El problema estaba también en que incluso él empezaba a darse cuenta de un patrón que seguía repitiéndose sobre sí mismo cuando, de alguna forma, siempre acababa haciendo cosas que no tenía idea del porqué las hacía.

A ver, Reese toda su vida, o al menos la mayor parte de ella, había sido una persona de actuar antes de pensar. Sí, eso era lo común y a lo que se encontraba acostumbrado después de todo... Sin embargo, ahí radicaba lo inexplicable; en el hecho de que todo lo hacía de acuerdo a una motivación. Una motivación personal, ni más ni menos. Así había sido siempre, y con toda probabilidad así lo seguiría siendo después. El punto verdaderamente preocupante entonces era que, cada que hacía una de esas cosas casi injustificables, no lograba entender mucho su propia motivación.

Y en última instancia parecía estar llegando a un nivel verdaderamente inusual hasta para sus estándares, porque, por ejemplo, encontrarse a sí mismo entrando a un aburrido edificio gris repleto de libros y papeles apilados por todos lados no era algo de lo que se creyera voluntario jamás, y, no obstante..., ahí estaba.

Serotonina [Wilkercest]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora