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Rutina

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Días después de que Stevie se fuera, la rutina y la sosa normalidad a la que se había acostumbrado en todo ese tiempo habían vuelto;

Clases qué tomar, ensayos qué escribir, personas qué tutorar...

En realidad, nada más que semanas y fines de semana idénticos a cualquiera que hubiera tenido en los últimos dos años.

Y es que, contrario a lo que siempre imaginó cuando estaba en la preparatoria y no deseaba ninguna otra cosa que salir del lugar en el que había nacido, resultó que la vida universitaria era mucho más pasiva y aburrida de lo que esperaba. Aunque, honestamente, lo último no era tanta culpa de nadie más que de él mismo;

Por ejemplo, después de abandonar el dormitorio compartido, en ocasiones la única parte emocionante de sus días era utilizar las escaleras en lugar del ascensor del edificio, y, la verdad, Malcolm estaba casi seguro de que eso, junto su trayecto de caminata diario y los estiramientos que acostumbraba hacer de vez en cuando cada que la ansiedad lo excedía, eran lo único que lo mantenía medianamente en forma, si es que podía llamarlo así.

El complejo en el que vivía no era demasiado grande, ni tampoco uno propiamente estudiantil; de apenas cinco pisos y habitado por gente legítimamente común, el departamento de Malcolm estaba justo en la tercera planta, y, en lo que parecía su obvio empeño de mártir culposo por hacer de su propia vida la más patética de la historia, las únicas personas con las que hablaba con frecuencia al salir y al regresar eran su vecina y sus dos hijos.

Pero Elaine Morgan era una buena mujer, al menos hasta donde él sabía.

Aparentaba tener la edad de su madre, o una bastante cercana, y era viuda desde hacía un par de años, así que en el lugar no vivía nadie más que ella y sus gemelos de siete, a los que ya había llegado a cuidar por dinero un par de veces...; y no, no era que Malcolm le hubiese preguntado nada de eso, simplemente la mujer tenía la costumbre de soltar información de su vida de vez en cuando cada que hablaba con él.

Curiosamente, no era algo que le molestara mucho en realidad, y probablemente el único punto negativo de ella además de ese en particular era que, por alguna razón, parecía empeñada en emparejarlo con su sobrina.

Sobrina a la que, por supuesto, no conocía.

Y que tampoco tenía ganas de conocer, pero cada que el tema aparecía no podía hacer más que asentir al palabrerío para evitarse explicaciones del porqué.

Por fortuna había dejado de mencionársela desde hacía un tiempo, aunque Malcolm no estaba seguro de si se debía a que había desistido, o a que en los últimos días él hubiese comenzado a enclaustrarse tanto, que prácticamente sólo llegaba a poder decirle 'hola' y 'adiós'.

De cualquier forma, tenía que reconocer que el par de niños le agradaban bastante más de lo que imaginó, aun si no acababa de decidir si era porque había aprendido a manejarlos muy rápido, o porque, de cierto modo, en ocasiones sus interacciones le recordaban lo que era convivir con sus propios hermanos...

Además, otro punto a favor de la mujer estaba en que también era lo suficientemente amable como para seguir dándole galletas cada que las hacía, y sobre todo evitando que convirtiera su propia cocina en un desastre intentando usarla.

Pero, eh, había mejorado...

Al menos un poquito.

No era un cocinero al nivel de Reese, pero eso estaba claro que no lo sería nunca, aunque lo intentara, y-

Serotonina [Wilkercest]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora