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No otra vez

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—Reese... por favor.

—No.

Malcolm lo veía desde donde estaba, parado frente a la imagen del televisor, con ojos enormes y las palmas de sus manos juntas en una notable posición de súplica.

—Sólo será un rato...

—Malcolm-

Vamos —insistió, empezando a andar hacia él—, no van a comerte. Les agradas.

Reese hizo una mueca, dejándose caer hacia atrás y apoyando la espalda completamente en el respaldo del sofá.

—Eso es lo que me preocupa —bufó con los ojos cerrados—. Además, creía que tú eras el razonable entre nosotros dos. ¿Qué crees que va a pasar si me dejas solo con dos-

La frase se atascó junto a su respiración por un instante en su garganta, justo en el momento en que sintió un familiar y confortante peso extra sobre sus piernas desconectando sus ideas.

—...niños? —Terminó un segundo más tarde, abriendo los ojos sorprendido sólo para ver los amplios iris azul bebé que tanto le gustaban mirándolo con fijeza entre lentos aleteos de pestañas.

Reese tragó en seco cuando la puntita de la curiosa nariz de botón tocó delicadamente la suya y el suave calor irradiando como un aura del cuerpo sobre él comenzó a mezclarse con el propio.

Sus manos viajaron autómatas, tomando la parte superior de los muslos cubiertos de estorbosa mezclilla a cada costado de los suyos, notando su ritmo cardíaco y flujo sanguíneo aumentar considerablemente dentro de su pecho y hacia todo lo demás, al tiempo que sentía manos tomando sus hombros, arrastrándose a su cuello como plumas por encima de su ropa, y luego..., dedos suaves y delgados tocando su cabello con tacto casi demasiado tierno.

Labios cálidos tocaron apenas su mandíbula, su mejilla, y la esquina de su boca; tan apenas que era como un suspiro al aire deslizándose en su piel, vaho invernal..., un contacto que no acababa aún de serlo, y,

Por favor.

«Joder»

Reese se lanzó hacia adelante, tomando por fin con hambre ansiosa la boca del pequeño provocador que no dejaba de volverlo loco, deleitándose en la esponjosa y tierna textura acariciándole la lengua, amoldándose a sus labios y estimulando sus sentidos..., y entonces lo sintió temblar; lo hizo cuando pasó una de sus manos a su espalda, colándola bajo la holgada camisa que llevaba, delineando con las puntas de sus dedos la columna vertebral, trazando centímetro a centímetro, aferrando la cadera con el resto de sus dedos, empujándole hacia el frente, más cerca, más profundo, más intenso, y-

El contacto de labios acabó.

Malcolm se echó hacia atrás con ambas manos presionadas en su pecho antes de que pudiera hacer algo más, mordiéndose los labios y mirándolo con los grandes ojos de celofán tinturado y una diminuta sonrisa decorándole la enrojecida boca que ahora le estaba impidiendo besar.

—¿Entonces...?

Reese puso los ojos en blanco.

«Será listo...»

—De acuerdo —suspiró resignado aflojando el agarre—. Tú ganas, pero me debes más de esos, pequeño tramposo-

Y casi como si estuvieran a la espera de una señal, múltiples golpeteos insistentes hicieron vibrar la puerta desde el otro lado.

Serotonina [Wilkercest]Where stories live. Discover now