Prólogo

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Tranquilidad. 

Eso era todo lo que se podía esperar en un trabajo como recepcionista y guardia de seguridad en un edificio tan emblemático como el Empire State. Nada del zumbido distante de conversaciones que se mezclaba con el tintineo de pisadas y tacones resonando en las relucientes paredes de mármol. Nada de limpieza, ni ruidos exteriores que molestaban de la noche a la mañana.

Hoy era un día tranquilo.

Mientras el guardia, un hombre de aspecto estoico, se sumía en la lectura de un periódico desgastado, la monotonía de la rutina diaria era prácticamente tangible. Pocas eran las ocasiones en las que el bullicio de la Gran Manzana se colaba en la recepción del imponente rascacielos.

El flujo de personas que entraban era como el de una canilla que quedó mal cerrada. Gotas de agua que caían cada cierto tiempo, pero hasta ahora, parecía completamente cerrada. Era como si el edificio mismo, con su aura de grandeza, impusiera una pausa en la frenética actividad que caracterizaba la vida en la ciudad.

Pero entonces, como un remolino en el lago de la calma, las puertas del ascensor se abrieron, liberando una tormenta de juventud y fastidio.

-Que horrible canción.-

El guardia, inmutable hasta ese momento, agotó su rostro al oirlo, levantando la mirada de su periódico y ver la entrada triunfal de un joven rebelde que apenas se veía del otro lado del gran y alto escritorio. Su cabello negro revuelto que cubría parte de su rostro.

-¿No hay nada que puedan hacer esa música de ascensor?- Preguntó, pasando de largo la recepción mientras tomaba de un lado una mochila junto con un skate. -Quiero decir, es horrible. Incluso una sinfonía de Apolo iría mejor que esa cosa.-

El recién llegado parecía llevar consigo un viento fresco, rompiendo la monotonía con su energía contagiosa. El hombre sofocó un suspiro por la nariz mientras lo veía pasar intentando colocándose una chaqueta fina y cargando la gran mochila, a medida que sostenía la tabla con un brazo.

-No es una opción.- Respondió con una resignación evidente, acomodando el periodico en sus manos e intentando ignorar al niño.

-Que aburrido.- Murmuró.

Así se encaminó hacia la salida, bajo la disimulada mirada del guardia, quien lo veía tomar algo de su mochila.

-Deberías subirle el volumen a eso. Así al menos traería un poco de vida a este lugar.- Comentó el niño de pie junto a la puerta del edificio, dónde el sutil sonido de una radio resonaba sobre el escritorio, con una canción de fondo.

-Y tú no deberías usar eso.- Respondió el guardia, pasando de página su diario. -Sabes lo peligroso que puede ser para alguien como tu.-

El niño gimió con gracia, de pie junto a la gran puerta de vidrio. Sostenía un walkman que acababa de cargar con una mano mientras que con la otra se colocaba uno de los auriculares en sus oídos, dejando que el otro colgara de su playera

-Si, lo sé, pero no por eso voy a dejar de vivir.-

Con una mano llevándola a su cabello y tirándolo hacia atrás mientras que con la otra tomó unas gafas de sol que guardaba en su bolsillo. Así terminó por colocarlas sobre su cabeza, sujetando su cabello.

-Hasta entonces...-

Con una mirada confiada y traviesa volteó hacia el guardia que lo miraba, revelando de igual manera sus ojos azules que brillaban con determinación.

-...seguiré viviendo.-

Con eso y con un gesto de desdén se colocó su auricular restante en la oreja, escuchando la canción que había puesto antes, mientras atravesaba la gran puerta de vidrio.

-¡Nos vemos!-

Con esas palabras flotando en el aire, el intrépido joven abandonó el edificio, llevándose consigo la mirada incrédula del guardia. Las puertas del Empire State se cerraron con un suspiro mecánico, pero la energía liberada por aquel chico pareció impregnar la recepción durante un breve instante.

Soltando un cansado suspiro, el guardia dejó de observar la figura del chico fuera del edificio, y reacomodó su posición en la silla.

-Niño imprudente.- Susurró como si la frase resonara más allá de la habitación, mientras se perdía en las noticias del día.

Una vez en el exterior, el muchacho inhaló profundamente el aire cargado de la ciudad que nunca duerme, exhalando un suspiro de satisfacción. Con su skateboard en la manó, lo soltó tan pronto la canción que oía comenzaba a acelerar, balanceándose alegremente a su ritmo mientras se lanzaba a las calles.

Desde lo alto, un observador, con los brazos cruzados en actitud contemplativa, seguía cada movimiento del joven intrépido. Mucho más alto que la ciudad, con sus rascacielos que se alzaban como guardianes imponentes y se extendía ante el niño que miraba, como un vasto lienzo lleno de posibilidades y peligros, como una historia que aún no estaba contada.

Las ruedas giraban a medida que avanzaba. Una mirada confiada y alegre en sus ojos, a medida que esquivaba a los peatones, desafiando las reglas de los semáforos y recibiendo bocinas de autos, incluso aferrándose a la parte trasera de un vehículo de policía en movimiento, todo mientras la ciudad vivía a su alrededor.

Perros ladrando. Obras en construcción. Autobuses que llevaban a otros chicos a una excursión. Miradas que lo seguían y dedos que lo señalaban. Algunos que saludaban y otros que lo regañaban. Pero nada que pudiera detenerlo.

Él estaba vivo, y con algo que hacer.



-Imprudente.- "El Ladrón del Rayo." (Saga Percy Jackson x Oc)Where stories live. Discover now