𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐈𝐕

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༺ 𝐏𝐬𝐲𝐜𝐡𝐞༻

—¡¿Ustedes dos me pueden explicar cómo dejaron que esto pasara?!

Vocifero el general Kusakabe temprano por la mañana. Se acercó a Gojo para estirarle cinco papeles, todos decían lo mismo.

《No puede ser posible…》 Pensó el peliblanco al ver de que se trataba, eran papeles coreanos que profesaban e incentivaban la independencia coreana, esto podría ocasionar que varios se revelen, o más coreanos rebeldes, era una situación sensible.

—¡Cientos de estos se entregaron de manera anónima por todo el centro muy temprano por la mañana y al parecer nadie los ha visto!

Megumi estaba en la habitación también con la misma expresión de indignación y confusión. —No creo que se trate de un movimiento independentista serio, general.

El general Kusakabe expreso cualquier cosa menos felicidad, una vena estallaria de su cuello o su frente en cualquier momento, pero ahora este se acercó al coronel pelinegro rápidamente.

—¡Por supuesto que esto es un ataque independentista!—Le grito muy cerca de su cara.—¡¿Qué me estas contando, estúpido coreano?!

—No general, me exprese mal,—Intentó remediar Megumi— lo que quiero decir es que quizás se trate de una rebeldía de jóvenes y no un ataque de un grupo serio.

—¡Sean niños o no esto es un acto de rebelión y serán colgados! ¡Ellos, sus hijos, los hijos de sus hijos, todos!

—Investigaremos quien fue el causante, general, se lo aseguro. —Respondió inmediatamente Megumi. Kusakabe ahora se acercó a Gojo.

—¿¡Y tu porque estas tan tranquilo!?—No había nada que pueda calmar al general, así que se la agarraba con cualquiera que se encontraba en su paso, y en ese momento, solo había dos soldados.—Con que tu eres el hijo del famoso almirante Gojo.  ¡Si no resuelves esto lo único que harás es demostrarme que eres igual de idiota que el subteniente Okkotsu! ¡¿Qué no te da vergüenza que un coreano sea tu superior?! ¿¡Ha?!

Gojo lo odiaba, lo detestaba a él y a Megumi, eran solo dos personas que estaban acomodadas en el poder y solo le daban ordenes, pronto eso cambiaria y se convertiría en un coronel o general, si no lo lograba se iría a Japón a intentar ganar algo allí. Trato hablar, pero no había nada que pudiera decir.

—¡ESOS PAPELES MUGROSOS DEBIERON SER QUEMADOS YA! ¡AHORA VAYAN Y ENCUENTREN A LOS RESPONSABLES, NO QUIERO OIR UNA PALABRA MÁS DE USTEDES!

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El camino hacia la casa del señor Shiu resultaba ser un sendero donde los mil planes de huida o excusas para no ir se veían opacadas por solo una razón para no hacerlo, el futuro de su familia. Tampoco se imaginó a sí misma dedicando horas enteras en aprender el uso correcto de los utensilios empleados para la ceremonia del té o que tendría como tarea diaria estudiar sobre la historia de pieza a cabeza para un ritual que para ella no era tan significativo. Cuando aprendió todo eso, el señor Shiu apareció con una sonrisa haciendo que sus líneas de expresión en la comisura de sus labios se marcarán aún más. Utahime y Yaga habían llegado al hogar, o más bien, la gran casa del señor Shiu, quien tras tener una charla entre risas y malas bromas con Yaga, pidió permiso para darle a la joven un paseo, permiso que había sido más que aprobado.

—¿Cómo fue tu clase de hoy? Dicen que la institutriz es dura.

—Es una señora muy sabia, señor Kong.

Utahime descubrió ese día que era buena mintiendo, y no le comentó al señor Kong que era un martirio tener que ir a esas clases para ser una buena “esposa”. Desde levantarse temprano para probarse kimonos, corregir la postura y los golpes que recibía por cada una de las faltas que cometía, no era algo agradable para sumar a la conversación. Los golpes que recibia al hacer algo incorrecto eran con una toalla mojada para que no marque heridas visibles, pero ella jamás pensó que fuera a doler tanto.

𝐏𝐬𝐲𝐜𝐡𝐞 | 𝐆𝐨𝐣𝐨𝐡𝐢𝐦𝐞Where stories live. Discover now