9. La curiosidad mató a Jimin

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Jimin culminó esa semana de evaluaciones estando vivo. Ese día era viernes por la noche cuando llegó a su casa después de una salida con sus amigos, donde cenaron entre bromas y bebieron soju. Cuando supo la hora decidió llamar a Jeongguk, quien atendió la llamada inmediatamente.

Tenía unos tragos encima, así que estaba siendo despreocupado y se estaba arriesgando un poco.

—¿Jeongguk?

Buenas noches, Jimin.

¿Por qué tanta formalidad? —Inquirió con una sonrisa ladina, quitándose la bufanda y quedándose con la gabardina vinotinto.

Ahora estoy ocupado. ¿Puedo llamarte en un rato? —Contestó rápidamente, parecía que estaba agitado.

El Omega frunció el ceño, escuchando una voz femenina al otro lado de la línea. Jeongguk estaba con alguien más, así que debía dejarlo.

—S-Sí, haga lo que quiera —Soltó sintiendo una opresión en su pecho y colgando la llamada.

De pronto se sentía decepcionado consigo mismo. Decepcionado de lo que tenía con Jeongguk. Desde un principio estaba claro, él solo era una contraparte del contrato. Nada más que un empleado que debía cumplir su labor.

Lo tenía claro, sí.

Pero no sabía porqué se sentía de aquella forma. Le dolía.

Y no quería sentirse así.

Estaba tratando de conciliar el sueño cuando recordó la primera vez que Jeongguk lo besó. Sus labios tenían el poder de relajar todos sus sentidos y conducirlo a un estado de ensoñación que le arrebataba los pensamientos y lo hacía anhelar mucho más las sensaciones que le hacía experimentar. Cuando el Alfa lo besaba sentía como podía derretirse fácilmente entre sus brazos. Un cosquilleo se extendía desde su estómago hasta su pelvis, haciéndolo desear más de su cercanía.

No se comparaba con nada.

Cuando se besaban, Jimin sentía como si pudiera renacer.

Estuvo tan nervioso pero a la vez tan dispuesto, que no se detuvo a pensar que el hombre era ocho años mayor que él y que fácilmente podía reemplazarlo en cualquier momento. Pero Jimin no permitiría eso bajo ninguna circunstancia.

Su lobo no permitiría que se lo arrebataran de su lado. Si en esos momentos pertenecía a Jeongguk, entonces él debía pertenecer a Jimin. Quería exclusividad, quería respeto de su parte. Si necesitaba un Omega, él era ese Omega. Si alguien debía darle placer, él era quien debía hacerlo.

Al menos hasta que decidieran acabar con el contrato.

Se removió sobre la cama y cerró los ojos con fuerza, sintiendo como el cosquilleo volvía a su cuerpo de tan solo pensar en el Alfa. No había conocido a otro Alfa que pudiera hacerle sentir de esa forma. Nadie lo había hecho desear tanto como él. Sus labios sabían cómo besarlo a tal punto de hacerle temblar las piernas, sus manos lo tocaban con una delicadeza que oprimía su corazón y le hacía sentir vulnerable ante sus ojos luminosos que lo admiraban como la más grande adoración.

Joder, quiero más de eso.

Quería sentirse así de nuevo.

Por eso, cuando yació poniéndose de pie, colocándose un abrigo y tomando su teléfono, no se detuvo. No se detuvo cuando salió de la casa a paso apresurado, ni cuando tomó un autobús hacia la casa de Jeongguk.

Se bajó en una de las paradas y caminó dos cuadras hasta llegar a su mansión, la cual estaba iluminada por las lucecitas de Navidad en cada rincón. Al atravesar el caminillo se encontró con dos guardias en la puerta, pero ya lo conocían así que asintieron con la cabeza y le dejaron entrar.

ÉL ME BESÓ Y SE SINTIÓ COMO SI RENACIERA | GGUKMINWhere stories live. Discover now