El más fuerte (★)

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El sol pegó en su rostro, y su cabello se mecía con el viento. Su cabeza levemente hacia atrás mientras sus brazos reposaban en el respaldo de la banca.

—Nah —dijo, subiendo sus lentes y sonriendo de aquella manera tan arrogante a los ojos de Saori—. No soy ese tipo de persona que es capaz de mantener una relación amorosa.

Habían pasado cerca de ocho meses desde que había dicho aquellas palabras a la misma persona que ahora no se podía quitar de la cabeza.

Por más que intentaba recordar el momento exacto en que lo cautivó, no podía. Tal vez había sido en aquel mismo parque, cuando sonrió de aquella manera que le aceleró el corazón, o fue la forma en que rió y descubrió lo mucho que le gustaba escucharla. Fueron los primeros indicios a los que debió prestar atención, porque si había una cosa clara, era que Saori se le había calado como nunca antes ni nadie había logrado.

Satoru Gojo, su mera existencia equilibró el mundo de la hechicería con un acto tan inocente como su nacimiento en aquel 7 de diciembre de 1989. La carga en sus hombros le depararía un futuro solitario, incapaz de empatizar con el resto, viviendo nada más que con el fin de ser mejor, y así proteger a los demás.

Porque ese es el precio de ser el más fuerte.

Así fue, durante años, hasta que conoció a aquel que se convertiría en su único y mejor amigo. Compartir su responsabilidad con Suguru, y tener a alguien capaz de comprender lo que significaba ser el más fuerte, fue sin duda un alivio para él. No solo ello, Suguru le enseñó a ver las cosas de otra perspectiva, y le daba un trato diferente a lo que siempre estuvo acostumbrado. Tal vez lo que más valoraba de su amistad, era que junto a él no se sentía solo, ni diferente.

Sin embargo, fue efímero, y cuando su mejor amigo tomó su propio rumbo, tenía claro que jamás volvería a poder conectar con alguien. Nunca nadie lo podría entender tan bien.

“Qué equivocado estabas, Satoru” se decía a sí mismo mientras sentía las delicadas caricias de su novia en su espalda.

A veces se cuestionaba qué pensaría Suguru de él en aquel momento. ¿Se burlaría de él por haber terminado como aquellas parejas de las que Satoru solía reírse? ¿O estaría feliz de que finalmente tenía a alguien tan especial?

—No te vayas, cariño —susurró, acurrucándose más en sus brazos—. Quédate conmigo esta noche.

Deslizó sus manos a su espalda baja, presionándola más contra sí. La respiración de Saori se sentía justo en su cuello.

—¿Y si luego no me quiero ir más? —bromeó, mientras apartaba un poco su cabello para dejar un beso en su mejilla.

—La cama es grande —replicó con una sonrisa.

Satoru soltó una risilla, inclinándose para dejar múltiples besos en el rostro de la chica.

—Mientras me quieras aquí, me quedaré —dijo, acariciando su barbilla con el pulgar. Su sonrisa se ladeó mientras se acercaba, rozando su nariz con la de ella—. Y si no, también. No te librarás tan fácil de mí, preciosa.

Ella rió y besó sus labios. Sus dedos deslizándose en los cabellos sobre su nuca. Satoru adoraba aquella sensación.

Saori llegó a su vida como un rayo de sol en mitad de un frío invierno. No rompió las barreras, ni tiró abajo las puertas que rodeaban su alma, no fue necesario. Su sonrisa fue suficiente para que él mismo las abriera para ella, dejándola asentarse cómodamente en lo más hondo de sí. Había hecho un trono digno de Saori, deseando que siempre se quedara ahí.

La muchacha era completamente opuesta a él. No entendía nada de la hechicería por más que él intentase explicarle. Saori sentía que no necesitaba comprender en profundidad cómo todo funcionaba, solo necesitaba estar ahí para él, y mimarle con caricias para hacerle olvidar que era el más fuerte.

Junto a ella era vulnerable, de un modo exquisitamente sorprendente. No era más que su Satoru, y eso era suficiente.

Saori le hacía desear la sencillez. Un hogar. Enredarse en sus brazos y nada más.

No era ese tipo de persona que es capaz de mantener una relación amorosa, porque ello significaba una responsabilidad que nunca estuvo dispuesto a aceptar.

Conocer a alguien tomaba tiempo y dedicación. Tiempo y dedicación que podría invertir en perfeccionar su técnica. ¿Por qué debía molestarse en intentar comprender a los demás? Su objetivo y deber estaban marcados desde su nacimiento. Su poder crecía y él se alejaba más del resto.

Saori le hacía tragarse sus palabras, porque no había día en que no deseara conocer algo más de ella. Quería escuchar todas sus historias y pasar cada segundo a su lado. Quería verla sonreír y escucharla reír. Sentir sus dedos trazando en su cuerpo y llenar el suyo de besos que pudiesen demostrar aunque fuera un poco todo lo que le hacía sentir.

No era capaz de mantener una relación porque nunca fue su prioridad; no hasta ahora.

Su mente divagaba en las ideas que tenía para la cita del miércoles —porque todo debía ser perfecto para ella—, cuando la voz de Saori interrumpió sus pensamientos.

—Siempre.

—¿Hmm?

La muchacha levantó la mirada y sonrió. Sus dedos trazaron despacio las facciones de Satoru, apenas tocándole como si fuera una pieza de arte.

—Puedes quedarte siempre, porque tengo algo claro —dijo, y dejó un pequeño beso en la comisura de sus labios—. Harás que me vuelva adicta a dormir acurrucada a ti.

Él le dedicó una tierna sonrisa y presionó sus labios con los de ella. Sus dedos entrelazándose.

Saori le hacía desear ser solo Satoru, y nada más. No quería ser el más fuerte cuando estaba junto a ella, no quería esa responsabilidad.

Solo quería estar con Saori.

—Siempre, entonces —susurró—. Siempre estaré aquí, mi cielo.

Enterró su rostro en el calor del cuello de su novia, disfrutando del aroma que desprendía, mientras sus dedos se deslizaban por su rojiza cabellera.

—¿Es una promesa? —preguntó ella, separándose un poco y levantando su meñique.

Satoru no tardó en atraparlo con el suyo.

—Lo es.

Atrajo su mano hacia su boca, aún con sus dedos conectados y le dio un pequeño beso a la punta del meñique de Saori, para luego atraparlo despacio entre sus dientes, sacándole una dulce risa a la chica, mientras las mejillas se le ruborizaban.

Por más que lo deseara, aquella responsabilidad seguiría sobre sus hombros, pero tener a Saori junto a él era un pequeño aporte para llevar esa carga.

Ser el más fuerte siempre había sido un solitario camino que recorrer, pero Gojo había encontrado en la cotidianidad, junto a los Fushiguro y Saori, aquello que llenaba su vacío.

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¡Hola!

Este capítulo es extremadamente cortito ya que es un especial por el cumpleaños de Gojito, solamente.

💖✌️

—Kiyoshita

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Co-parenting || Satoru GojoOù les histoires vivent. Découvrez maintenant