Sonrió al verla, su corazón se aceleró, le dieron unas ganas inimaginables de correr a besarla en frente de todos, pero después su felicidad se desvaneció cuando Camille lo vio por un segundo y volteó hacia otro lado, ignorando su presencia.

Sintió su corazón quebrarse, le ardía el pecho, sentía que le faltaba el aire.

Una realidad que lo estaría atormentando todo el fin de semana.

....

La joven piloto había estado toda la semana sin dormir, se la pasaba entrenando en el gimnasio del hotel o paseando por el hospitality de Mercedes, con un café en mano y lentes negros.

Nadie más que ella sabía la situación de ansiedad, estrés y nervios por la que estaba pasando.
Claro que Max pasaba por la misma situación, ella estaba consiente de ello, pero no quería que sus pensamientos se concentraran en él.

Le dolía tanto recordar, las veces que estuvieron junto en casa de Camille, los bailes en la oscuridad, los besos suaves y rudos, los chistes de doble sentido, las siestas en la sala, el desayuno quemado, el sexo, las flores, el maldito monoplaza a escala, pero más que nada, la calma que le brindaba Max.

Extrañaba tanto la calidez de su cuerpo, su voz, sus manos entrelazadas con las suyas, su fragancia y su tranquilidad.

Lloraba por unos ojos que ya no la verían más a ella.
No quería que nadie del Paddock pensara que es débil, entonces usaba lentes oscuros y sonreía, escondiendo el miedo al resultado de la carrera y un corazón roto.

La clasificación comenzaría dentro de unas pocas horas, pero la piloto de Mercedes no podía mantenerse tranquila.

Ejercicio, escuchar música, meditar, leer la carta de su padre una y otra vez, nada la ayudaba a sentirse calmada y confiada para correr.

La vista de Camille estaba pegada en ese monoplaza a escala que Max le había regalado hace meses.
Ese pequeño pero al mismo tiempo enorme gesto.
Quería aventarlo, ese maldito recuerdo hacia que le doliera el estómago del coraje.

Estaba por tomarlo entre sus manos cuando tocaron la puerta de la habitación.

Inhaló aire, se secó las lágrimas, y caminó a la puerta con la esperanza de que fuera Charles con los brazos abiertos.
En cambio, al abrir la puerta sus ojos se abrieron al encontrase con Mick.

Tría esa sonrisa ladeada y una bolsa en la mano.

—Imaginé que estarías muy estresada, y decidí traerte esto— sacó de la bolsa un envase con helado de chocomenta.

Una pequeña sonrisa se formó en el rostro de Camille.
En prácticas libres había obtenido un buen resultando, segundo y primer lugar pero aún así, seguía ansiosa.

Invitó a Mick a pasar a la habitación y cerró la puerta detrás de él.

Mick le ofreció una cuchara cuando ambos se sentaron con la espalda pegada a la pared.

—Siempre lo supe, desde que teníamos cinco— primero habla Mick, Camille lo mira con confusión.

—¿Sobre qué?

—Que llegarías muy lejos, que harías lo que ninguna mujer había hecho antes, que cumplirías tu sueño, realmente lo vas a lograr, Camille Watson, serás la primera mujer campeona en Fórmula 1, lo sé. Mañana cruzarás esa línea de meta antes que Red Bull, y yo estaré muy orgulloso de ti, bonita— las palabras de Mick le resonaron varios minutos en la cabeza, sus ojos se llenaron de lágrimas, sentía que todos habían decidido apostar por Max, el apoyo de Mick fue como si hubieran arreglado un corazón roto.

Anxiety | Max Verstappen Where stories live. Discover now