Capítulo 2

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En el área más exclusiva de Seúl viven siete familias con un nivel socioeconómico muy alto, tan alto que pueden comprar carros con un valor de millones de dólares qué no afectaría su economía en absoluto, como si apenas gastaran diez dólares, así de multimillonarios son.

—Estoy aburrida, ¿y si vamos a Grecia?—dijo Jihyo mientras leía una revista de modas—. ¿Dónde está Jennie y Rosé?

—¿Otra vez? Ya fuimos el anterior fin de semana—comentó Mina jugando videojuegos en la computadora—. Supongo que ya están por llegar.

—Suho va a hacer una fiesta esta noche, podemos ir—sugirió Sana acostada junto a Jihyo.

—Ay, no, a las fiestas de él incluso van los perdedores, ¿qué va a decir la gente de nosotras?—Nayeon hizo una mueca de total desagrado.

—¡Llegó quien les de alegría! ¿Y mis aplausos?—se oyó un portazo, era Jennie con unas gafas de sol, portaba una sonrisa arrogante—. Estoy de acuerdo con Nayeon, ¿sabían que en su última fiesta descubrieron que él nos mintió sobre su jet privado? Que pena—respondió al haber oído su conversación.

—¿Nos mintió sobre qué?—Dahyun se puso de pie y fue por un chocolate con cubierta de oro.

—Qué en realidad no tiene jet privado y nunca lo tuvo, solo lo alquiló—apareció Rosé con una bolsa de Saint Laurent en la mano—Hola, chicas—fue a abrazarlas.

—Pero ni cuesta tanto—resopló Sana—. Mi papi me compró uno a mí, que vergüenza ser pobre.

—¡Mejor vamos de compras y en la noche nos vamos a Dubai!—Jennie se aplaudió por su idea.

—Esta vez vamos a ir en mi jet, hice qué le instalen un bar—presumió Rosé con una sonrisa divertida.

—Espero que tengas una botella the Macallan 1967, es el único whisky qué bebo—Nayeon tiene un paladar muy selecto, o más bien imitaba el gusto de su madre que no le importaba qué sea una adolescente y tome—. No bebo nada que ronde bajo los cien mil millones de wones o cien mil dólares.

—¿Sabían que la gentuza se emborracha con cerveza? Que asco, eso no vale ni seis mil wones, en dólares sería... deja lo busco en internet—Mina se salió del juego y abrió otra pestaña—, apenas cinco dólares.

—Que horror, ni modo, es su culpa por haber nacido en la miseria—Dahyun se levantó y caminó hasta la puerta—. Vámonos, Dubai nos espera.

—Necesitamos un nuevo look para las fotos—Jihyo se vio en el espejo.

Todas estuvieron de acuerdo y salieron de la residencia de los Minatozaki. Fueron en dirección a sus vehículos donde los chóferes las esperaban en sus lujosos carros donde las marcas iban desde Mercedes-Benz, Bentley Batur, Rolls Royce y muchos más, porque, por supuesto, no eran los únicos vehículos qué poseían estas millonarias chicas.

Les dieron la dirección a sus empleados y durante el viaje hablaron por llamada diciendo todo lo que iban a comprar. Llegaron a su destino y todo el mundo veía el desfile de los lujosos carros que se parqueaban en el centro comercial. Hombres de negro descendieron de los vehículos y les abrieron la puerta a su respectiva señorita, varios murmullos de asombro se oyeron a los alrededores, las chicas eran hermosas con sus prendas de vestir de marcas lujosas al igual que las carteras y accesorios.

—¿No crees que deberíamos aprender a conducir?—dijo Rosé acomodándose el cabello.

—Rosie, tesoro, solo los que beben agua del grifo conducen, conducir es para vagabundos porque no pueden pagarse un chófer—Jennie rodó los ojos mientras se colocó labial.

Con eso dicho ambas accedieron al edificio seguido del resto de chicas y se notaba que los propietarios de las tiendas las conocían porque no dudaron en ofrecer el mejor de los servicios a las siete chicas que poseían lo que todo el mundo desea, una tarjeta negra o mayormente conocida como black card.

—No es justo, nosotras llegamos aquí primero—habló una chica detrás de ellas—. Que pésimo servicio—se dirigió a los empleados de la tienda.

—Se nota que lo que estas utilizando es de la temporada de hace un año, no sé cómo se atreven a hablarnos con esos trapos—Nayeon torció su boca.

—¿Pésimo? Cariño, te confundiste, la fundación queda al otro extremo de la ciudad, ellos son los que dan caridad—Jennie se bajó las gafas y la miró de pies a cabeza para luego burlarse.

—Amigas, no digan eso, no cualquiera sale con sus pijamas—Rosé las halagó inocentemente—. Eso es muy valiente.

—¡¿Cómo te atreves?!—las muchachas estaban rojas de la ira y vergüenza.

—No pensé que esta tienda dejaba entrar a cualquiera. Creo que ya no está a nuestra altura—Mina fingió irse.

Los empleados se alarmaron ante la apresurada acción de la muchacha y trataron de impedir que se fuera, ellos sabían que si esa chica se iba todo el grupo de amigas no tardaría en apoyar su decisión, y eso no debía pasar nunca porque el cincuenta por ciento de sus ingresos eran por esas niñitas qué podían comprar su tienda si quisieran.

Todo se arregló cuando los guardias de seguridad vinieron por ellas, pero no dejaban de reclamar lo injusto que era, pero a las chicas no les importó en lo más mínimo y continuaron con sus compras, debían lucir fabulosas para su viaje a Dubai, aunque ellas sabían a la perfección qué jamás iban a regresar de nuevo a esa tienda, debían tratarlas como las reinas qué son, y ellos fallaron en esa simple tarea.

Terminaron con su objetivo el día de hoy y fueron a preparar sus maletas, debían aprovechar al máximo sus vacaciones antes de proseguir con su nuevo año escolar.

Cada una le avisó a sus hermanos o nanas qué se iban de viaje, no es como si sus padres les importara lo que ellas hagan puesto que no eran las herederas del imperio qué construyeron con tanto esfuerzo.

—Te luciste esta vez, Rosé, esta lindísimo—Jihyo miró el interior del lujoso jet y le gustó.

—Incluso trajiste a tu chef, qué bueno porque me muero por comer caviar—Dahyun amaba todos los platillos qué contenían ese ingrediente.

—Gracias, chicas, es que estaba aburrida y se me ocurrió remodelar el jet—Rosé se rio y fue a sentarse.

—Hasta se puede escuchar música—Sana conectó su celular al equipo.

—¡Vamos a bailar!—gritó Jennie con una copa de licor en la mano.

Rosé y Jennie poseen dinero, son jóvenes y no había reglas entre ellas ni con sus amigas, nadie qué les mida sus acciones, tienen el mundo a sus pies, con una simple palabra suya pueden obtener todo lo que deseen y, aun así, no estaban satisfechas.

Siempre faltaba algo, no es que se sientan tristes ni nada por el estilo, pero sabían que su situación puede mejorar, pero no poseen el conocimiento para determinar qué era aquello.

Pero la vida da vueltas, y aprenderían que el dinero es inútil en dos casos: la muerte y el amor.

Su adolescencia estaría marcada por el errático sentimiento del amor porque incluso la muerte se enamora. 


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Yo no hablo con pobresWhere stories live. Discover now