CAPITULO XXII

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Planeta Onderon , en el Borde Interior......

Vestido como un campesino y subido a un carro de bueyes llamados Teemus , Jysus se acerca a una de las puertas , de la amurallada ciudad de Izis .
A su lado está Spaar Ordo , el antiguo Mandal'or que se había unido al grupo , como un último servicio .
Cómo siempre , la puerta está custodiada por milicianos de Onderon con sus armaduras doradas . Estos revisaban a cualquier persona y carro que entraba a la ciudad . Aunque lo hacían por cumplir las apariencias , más que por temer la entrada de agentes de la República .

- Alto . Qué llevas ? - pregunta el oficial .

- Paja y heno para los establos del palacio - responde el viejo Spaar , mostrando la orden en el datapad .

- Bajad . Os registraremos - dice el oficial .

Los milicianos les registran , comprobando que no llevan armas de ningún tipo . Después examinan el carro y su carga .
Una vez comprueban que no hay nada fuera de lo normal , el oficial les hace una señal .

- Pasad .

Con las riendas , Jysus azuza los bueyes y el carro avanza . Este se adentra por las calles con paso lento .
Puede ver a la gente de la ciudad pasear , comprar en los puestos del mercado .

- Mira a la derecha - dice Spaar en susurros .

Mirando hacia ese lado , Jysus ve caminar a una patrulla de soldados Sith , junto a una de milicianos de Onderon .
Al caer Onderon , los Sith habían puesto un rey títere en el trono . Una vez controlado el planeta y sus lunas , los Sith montaron bases para el entrenamiento de tropas .
Siguieron llevando la carreta por las calles de Izis . La atmósfera de miedo impregnaba las calles . La gente no se detenía a conversar . Cómo si la gente tuviera miedo , de que ese simple hecho cotidiano , llamase la atención no deseada de la milicia .
El primer día a Jysus le había chocado esa aptitud . Pero cuando supo de los toques de queda , y la prohibición de salir por las noches, además de ver como un grupo de milicianos golpeaban a un hombre , antes de llevarlo preso , comprendió lo que pasaba en los planetas que están bajo control de los Sith .
Mientras azuza a las bestias para que sigan tirando de la carreta , Jysus recordó a aquel hombre . Fue difícil no hacer nada , cuando aquellos matones con uniforme golpeaban sin piedad a aquel hombre .

- Aparta la mirada . No podemos hacer nada por él , sin descubrirnos - le había recordado Spaar .

Para Jysus , había sido fácil matar con las manos desnudas a aquellos cuatro . Pero eso habría puesto en peligro tanto a él , como a los demás compañeros .
Se obliga a dejar de pensar en aquel desgraciado , pues a esas alturas o está muerto o , languideciendo en una mazmorra .
Mira al frente y a todas partes con disimulo . Por encima de los tejados , ve alzarse la parte superior del palacio .
Es entonces cuando gira hacia la derecha y se mete por una calle , hasta llegar a un establo . En la puerta , les espera un joven de Onderon que no le tiene ninguna simpatía al tirano , ni a los Sith .
Se llama Aron Belarti . Vestido con ropas vulgares y de piel olivácea , el joven se había mostrado en un principio , idealista .
El lideraba a un grupo de jóvenes que se dedicaban a realizar pintadas contra el rey tirano y los Sith , o lanzaban panfletos en las calles , con el fin de promover una revuelta del pueblo , por medios pacíficos .
Lo único que conseguía , era perder a compañeros que terminaban encarcelados .
Con la dura franqueza propia de un mandaloriano , Spaar le hizo ver la realidad .

- La libertad que deseas para tú pueblo , no se consigue con palabras bonitas . Sino a punta de blasters .

Cuando la carreta entra al establo
Aron cierra la puerta . Jysus se apea de la carreta y se mete debajo . Ahí , retira las tablas del falso fondo , y va sacando piezas de armadura Bershka y armas blasters de procedencias diferentes .
Además de obtener información sobre las defensas Sith y del palacio , durante ese mes en que habían estado en ese planeta , también habían metido armas blasters y armaduras mandalorianas , poco a poco , de forma subrepticia en la ciudad de Izis.

LA ÚLTIMA GUERRA SITH - escrito por Jesús Quintela Navazo Where stories live. Discover now