🥀 Capítulo 0. Daiki y Rebeca

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Daiki

Un chico de muchos misterios y pocos amigos. De origen chino, con la mentalidad de un ser de otro planeta.

En su preadolescencia comenzó a creer en la magia, o mejor dicho, en un mundo lleno de magia.

Era la clase de chico que se acostaba en el piso de su cuarto a escuchar música mientras imaginaba alguna historia de fantasía, de misterio o de terror.

Su género favorito era el rock: No existía un baile específico para bailar ese género, puedes bailar como se te dé la gana y dejar de fingir una sonrisa amable, esa que siempre pones cuando conoces a alguien que no querías conocer y lo único que quieres hacer es salir huyendo de ahí o golpear a esa persona con todas tus fuerzas.
Al menos eso pensaba Daiki.

Era la clase de chico que dormía como momia, con la cabeza mirando al techo y con los brazos cruzados en su abdomen.

Solía decir que era alguien normal, se lo repetía una y otra vez, pero no todo el mundo desea nacer en otro mundo completamente diferente al cual nació.
No cualquiera desea crear una canción con un ritmo tan letal que con la primera estrofa de la letra el público cayera al piso por el golpe del sonido, porque el sonido tendría fuerza, y golpearía a las personas con la misma potencia que Daiki quería golpear a la sociedad.

Una frase que había escuchado Daiki en algún momento de su vida, momento que él mismo desconocía:"Has el mundo arder".

El mundo no tenía nada de malo, quizás no era el mundo como tal, era la sociedad, las personas eran el problema de que todo fuera un caos.
Claro que existían excepciones, pues existen personas honestas y generosas que merecen más de lo que les dan.

Es odioso como el mundo es tan injusto y estúpido.

Estúpido: La grosería favorita de Daiki. Era la primera que había dicho, se lo había gritado a un chico que tenia la intención de golpearlo.

Daiki siempre se protegía de aquellos que trataban de lastimarlo, era un chico con mucha fuerza. Y cada que podía, ayudaba a otros, casi nunca le daban las gracias.

Tenía un 80% de inglés el cual repasaba todos los días, el idioma le parecía una maravilla.

Creía en lo que decía el universo, no lo que representaban las personas, los signos zodiacales para él eran una estupidez, pero sabía que el universo tenía algo grande guardado para él. Creía en el universo así como si fuera alguna clase de Dios, sin género, ni rostro, ni estereotipos.

Quizás le caería un piano encima y lo aplastaría, o tal vez un elefante, pero el universo guardaba algo grande, algo enorme para él.

Era el único de su familia que era diestro. Sus tíos, sus padres, sus abuelos, sus primos, eran zurdos, solo él había nacido siendo diestro.

También era el único que había entrado a la secundaria y la había pasado para después entrar a la preparatoria, la cual ya estaba por terminar.

Sus padres estaban orgullosos de él, pero les parecía extraño que siempre se la pasara con sus audífonos, no se cansaba de escuchar música, o más bien, se hartaba muy rápidamente de escuchar a las personas que lo rodeaban.

Tenía su propio vaso y plato favorito: Ambos eran de color naranja con un diseño del pelaje de un leopardo. Fue lo primero que se compró con el poco dinero que había ahorrado a sus ocho años y que usó hasta cumplir doce años.

Era muy ahorrador y en veces sus primos tomaban algo de su dinero cuando iban a su casa, sabían dónde ponía sus ahorros.

Cuando Daiki supo de esto se decidió por cambiar de lugar sus ahorros, los comenzó a esconder y a poner en lugares difíciles de sacar. Todo lo acomodaba perfectamente bien, si alguien pasaba su dedo por ahí para limpiar el polvo, él lo sabría.

Su mayor sueño era conocer al amor de su vida, que para él debía de ser alguien con mil tornillos sueltos, con la inteligencia de un científico loco que podrían despedir por saber tanto y debía de tener gustos por la música rock, así como también debería de gustarle leer tanto que su cerebro se llenara de información de tal libro.

Su mayor miedo era morir sin haber conocido a tal persona.

Rebeca

Una chica que parecía tener muchos amigos pero la verdad es que a pocos los consideraba como tal.

Nació en Francia pero su madre era de Estados Unidos y su padre de Canadá. Por lo que su inglés era fluido y prácticamente perfecto.

Era una chica muy explosiva, la cual se podía enojar si es que te le quedabas viendo por un par de minutos.

No soportaba la mirada de las personas, podía platicar con ellas, pero si la miraban directamente a los ojos o si la miraban por mucho tiempo se enojaba demasiado rápido y comenzaba a mirar feo a quienes la miraban directamente.

Le gustaba conocer cosas nuevas, siempre estaba dispuesta a aprender algo nuevo, una de sus frases favoritas era:"Todos los días se aprende algo nuevo." Frase que se lo decía su madre repetidamente cuando Rebeca tenía catorce años.

Se llevaba muy bien con su familia y les llegaba a confiar muchas cosas, pues su familia no era esa clase de familia de mente cerrada que solo quería escuchar lo bueno de sus hijos.

Les preocupaba su hija y la amaban, cada que podían pasaban tiempo con ella.

La seguían con sus locuras sin importar el qué dirá la gente. Para ojos de todos eran una horrible familia, pero para ellos, eran la familia más amorosa de todas, una verdadera familia.
Todos los demás eran hipócritas por fingir ser una familia perfecta.

Sus padres le inculcaron el gusto por la lectura y Rebeca quería seguir los pasos de su padre: Ser una gran escritora con muchos lectores leyendo sus historias.

Su anhelo era tanto que a sus nueve años se había metido en una clase extra de literatura. Aprendió sobre cómo comenzar un libro, el nudo y desenlace.

Su género favorito era el pop, habían algunas canciones con ritmo tranquilo y otras alocadas y otras tenían una hermosa combinación de sonidos.

Cada que tenía una idea de alguna frase, la apuntaba en un cuaderno específicamente solo para frases de futuros libros que podría usar. Siempre llevaba consigo ese cuaderno, ella lo llamaba: Amuleto de la suerte.

Nadie más que ella podía leer ese cuaderno: ¿Qué pasaba si alguien le robaba las ideas? No podía permitirlo. Ni siquiera a su padre se lo prestaba y él la respetaba, sabía que no quería que le robara alguna idea interesante que pudo haber escrito.

Rebeca amaba la lluvia, desde pequeña salía al patio de su casa para bailar bajo ella. Si existiera algún Dios de la lluvia, Rebeca sería la primera en adorarlo, le parecía increíble la manera en la cual la lluvia alimentaba a todas esas plantas sedientas sin dueño.

En su habitación tenía muchas macetas de toda clase de plantas: flores, cactus y bambúes. Todas tenían nombres.

Dulce, Almo, Giqui, Nataly, Libs y Musi eran sus favoritas: Una flor blanca, dos bambúes muy pequeños, un cactus bebé y dos girasoles.

Ambos chicos muy normales...¿O no?

Una estúpida historia

Respira hondo y toma bien fuerte este libro.

No lo sueltes, recuerda que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde.

Una Estúpida Historia ©「Excluidos」Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu